Capítulo 8

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El día de la visita llegó, pero ella ni siquiera podía recordar haber fijado una fecha.

Podría deberse a que tenía mucho en qué pensar últimamente por la universidad y las fiestas, o que había más nombres recurrentes perturbándole la consciencia de los que había hacía mucho tiempo.

Deseaba profundamente poder mostrarse tan emocionada como lo estaba cuando recibió la noticia de la llegada a Madrid, pero simplemente no podía simular que una bruma se había instalado en sus emociones, con intención de quedarse.

Nunca antes había tenido que limitarse mentalmente sobre qué decir y qué no con ellos, ni siquiera cuando prefirió quedarse en el lugar del crimen en lugar de volver a casa, rompiéndoles un poco más el corazón, sin embargo, ahora sí sentía que tenía que pensar dos veces todas sus oraciones para no hacerlos sentir mal.

¿Pero que podía llevarlos a ese estado? Definitivamente no Luis Cepeda.

Aitana no estaba saliendo con él, no tenía sentimientos románticos por él de ninguna forma, ¿entonces por qué sentía que mencionar su reciente amistad con el gallego ofendería la memoria de su novio ante sus padres? Era completamente absurdo.

Y después de todo, ¿a quién le importaba Luis? A ella no. Había evitado sus textos y llamadas desde Navidad, inexplicablemente. Había decidido que un mes de amistad era suficiente para ella, para él y para todos, cortando la relación desde lo seguro, pero sin comentárselo a él en absoluto.

No pensó en lo injusto que era eso. No pensó en lo mal que se sentiría él al respecto. Aunque supuso que él debía haberse dado cuenta de que algo pasaba porque después de todo no era tonto, y parecía que la idea inicial era que ella durmiera en su habitación y él en un colchón en el suelo en Navidad, suponiendo que él le significaba una compañía que la haría sentir segura en esas fechas, pero Aitana había puesto grito en el cielo y terminó durmiendo a un lado de Miriam. El gallego no entendía nada, pero al principio pensó que quizás era demasiada cercanía y que ella había quedado incómoda de antes, no que pretendía alejarlo de su vida para siempre.

Y la catalana al tomar su decisión solo pensó que dos personas importantes en su vida eran más que suficientes; y Amaia y Alfred no tenían intención de ser sustituidos en su corazón.

Había mantenido comunicación con la feliz pareja en Málaga, recibiendo día a día las actualizaciones de estado. La navarra se notaba más animada por el móvil cuando su mejor amiga le recordó que el 1 de Enero del 2018 ya estaría de vuelta en su preciado Madrid con su maravilloso piano y una pequeña catalana esperándoles con los brazos abiertos.

Tan solo faltaban tres días.

Pero por el momento sabía que tenía que vivir el ahora. Tenía que vivir el momento exacto en el que sus manos sostenían temblorosamente una pequeña tacita de café, sus ojos miraban continuamente la hora en el móvil, y su corazón latía como si estuviera terminando de correr un maratón desde Tenerife.

Para su infortunio, no pasó mucho tiempo para que la campana que sonaba cada vez que la puerta se abría en ese delicado café diera la señal de que el matrimonio Ocaña había llegado a su encuentro.

Aitana no podía recordar hacía cuanto tiempo no los veía, porque al hacerlo una vez más se sintió como si no hubiera pasado ni un día. Un nudo se formó en su garganta y las palabras parecieron desaparecer de su sistema. Ellos sonrieron al verla como hacían siempre que se quedaba en casa, con la misma energía, el mismo cariño de hija única y luz de sus ojos que siempre fue.

Ella sintió la necesidad de levantarse de su asiento e ir hacia ellos. La primera en hablar fue su madre, Belén, al igual que la primera en abrazarla como si no hubiera mañana. Porque esas tres personas, mejor que nadie, sabían el significado profundo de esa frase.

Lo peor de nosotrosWhere stories live. Discover now