Capítulo 45

4.1K 190 164
                                    

Gracias por en ánimo ayer, por los comentarios de caritas nuevas, y de las de siempre.

Os leo.

____________________

Casi veinticuatro horas más tarde no tenían noticias de Luis Cepeda.

Y todos sabían lo que eso significaba.

—Necesito que le des una colleja muy fuerte de mi parte cuando le veas —le decía la gallega, colocándole las manos en los hombros—. Porque no puede preocuparnos así como así —insistía, con toda seriedad—. Incluso una que otra patada en los huevos no vendría mal...

—Miriam, no te centras —dijo Roi, haciendo una mueca de dolor por su comentario, llevándose las manos instintivamente a la parte delantera de su pantalón.

—Haz lo que haga falta para que entre en razón, ¿vale? —continuó, ignorando a su amigo, dirigiendo la vista solamente en la catalana frente a ella—. Es un estúpido, pero también es mi mejor amigo.

—Lo haré, te lo prometo —afirmó Aitana, y se paró de puntillas para rodearle el cuello con los brazos a la gallega.

La chica de cabello rizado correspondió el gesto inmediatamente, apretando a la chica de flequillo contra su cuerpo, tratando de mandarle todas las vibras positivas que tuviese en su cuerpo. Se sentía culpable de no poder acompañarles, de no poder estar ahí para apoyar a Cepeda; pero las circunstancias y los astros no se alineaban para ella, y tenía que aceptar que no era la persona ideal para esa tarea, que eran ellos. Entendían a ese gallego de una forma que solo unos pocos podían, y poseían la capacidad de hacerlo recapacitar más que nadie.

Había abandonado hacía mucho tiempo sus dudas con respecto a Aitana en relación con Cepeda, ya que sabía que de niña no tenía nada, y que lo que ambos creaban cuando estaban juntos era digno de admirar. Habían logrado unir sus partes rotas con la mano del otro, con el tacto imperceptible y un susurro en aliento. No tenía sentido luchar contra eso, no tenía sentido luchar contra el amor de verdad.

Pero todavía le costaba un poco no visualizar a la catalana como frágil, porque así la sentía entre sus brazos, como si estuviese a punto de hacerse trizas si la cogía con fuerza. La veía tan al borde de sufrir una crisis mental que no quería dejarla irse; suponía que estaba pasando por el mismo sentimiento de protección que el resto del grupo cuando la acogieron como una más con tanta facilidad.

Porque la verdad era que Aitana Ocaña merecía ser acogida con ese cariño, después de tantas vueltas que la vida le daba y se negaba a concederle un respiro.

Miriam no podía dejar de paralelizar lo que sabía del caso de su ex con lo que se enteraba de la situación actual de Cepeda. Que evidentemente todos tenían un tipo de pareja, pero que el de la catalana fuese los tíos con complejo de héroe le hubiese dado gracia en cualquier otra circunstancia que no involucrase tan de cerca la vida y la muerte. Aunque esperaba, desde el fondo de su ser, que esa historia no terminase pintada de gris.

No creía que los ojitos verdes de Aitana pudiesen soportarlo si fuese así.

—Cuidaos —pidió, separándose para darle un abrazo al gallego—. Y como vuelvas con el acento más marcado que yo te negaré la entrada al piso —añadió, tratando de destensar un poco el ambiente.

Rio rió, porque era de risa fácil, pero las comisuras de los labios de Aitana apenas e hicieron amague de subir.

—Nos vemos, Miri —dijo Aitana, tras un último saludo y girar con los talones de sus pies para ir a embarcar.

Lo peor de nosotrosWhere stories live. Discover now