Capítulo 16

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—¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todoooooooos, cumpleaños feliz!

La habitación entera explotó en aplausos, silbidos y gritos de júbilo durante varios minutos. Los rostros tenían plasmadas grandes sonrisas, las risas inundaban los tímpanos de todo aquel presente, y probablemente de los vecinos también, llegando a la finalización de una celebración de cumpleaños tardía, pero esperada. La homenajeada no podía dejar de dar saltitos y darle besos en la mejilla a su pareja, eufórica.

—Son cuquísimos —mencionó la rubia, sin dejar de aplaudir. En cualquier otro momento la morena le hubiera ignorado, pero podía hacer una excepción con la situación en la que se encontraban.

—Nunca vi pareja más mona —reafirmó la catalana de flequillo, llevándose dos dedos a la boca para silbar en festejo.

La rubia le miró, sorprendida de la buena contestación, y sonrió, tímidamente, tanto que ella quiso decirle: «Vale, pero no te acostumbres», pero se contuvo porque no quería quedar mal frente al resto de los invitados. O frente a él, específicamente, quizás.

La celebración del cumpleaños de Amaia había llegado tarde, pero no por eso era menos disfrutable. Ya que su día verdadero de nacimiento había caído un miércoles en medio de los exámenes, molestando a todos, había optado por hacer una pequeña reunión solo con Alfred y Aitana para cenar juntos, e insistió que no necesitaba más. Hizo videollamada con sus padres en Barcelona y se sentó satisfecha en el sofá a acariciarle la barriga a Bella después de un gran día. Y eso a ella le supo a gloria.

Sin embargo, el sábado siguiente su prometido logró hacerle una perfecta fiesta sorpresa sin que ella sospechase nada, después de todo, ¿cómo había a hacerlo si ya había pasado más de una semana?

Llevaba meses planeándolo, tratando de compensarle a ella el haberle arrastrado a Málaga con sus parientes y dejándola sin la posibilidad de volver a ver a los suyos, así que logró coordinar para que sus padres y hermanos viajasen para la fiesta, quedándose ese fin de semana en la capital con ellos. Alfred sabía lo mucho que Amaia les echaba de menos, sabía que era el regalo perfecto.

Y no se equivocó.

Con la ayuda de Luis y Raoul decoró el piso para la fiesta, así Aitana tenía tiempo de entretener a Amaia el resto del día, mientras él iba a buscar a su familia al aeropuerto. Habían tenido una sincronización ideal y todo había marchado acorde al plan, sumándole a la invitación a otros amigos de la universidad de la navarra, entre ellos, Nerea. Trató de no pensar en la posibilidad de que hubiera alguna clase de problema entre ella y su mejor amiga, porque sabía que la chica de flequillo se sabía ubicar, pero también que tenía un carácter de perros.

Afortunadamente se habían mantenido alejadas, cada cual en su bola, hasta la hora de cortar el pastel y soplar las velas, que la característica canción de cumpleaños las unió, lado a lado, entonando en una misma voz, y él se permitió fantasear con la posibilidad de que alguna vez hicieran las pases y le regalaran al mundo sus voces en una misma canción por voluntad propia, y no obra del destino.

Pero sabía que se estaba yendo arriba muy rápido con ese deseo.

—Parece que planean superarse, mira —dijo Luis, a su lado, alzando el brazo para señalarle como la pareja se había sentado en el piano y mantenían a todos expectantes. Al hacerlo le rozó el brazo a ella, quien tembló ligeramente—. ¿Hacen esto siempre? —susurró, notando lo acostumbrada que estaba la familia alrededor, preparada desde antes que ellos siquiera miraran el piano.

—«City of Stars» es su canción desde que salió La, la land —murmuró Aitana, dándole un poco de contexto—. La tocan a cuatro manos y la cantan de maravilla, te lo juro, ahora shhh —siseó, al instante en el que vio las manos del catalán pasearse por las primeras notas.

Lo peor de nosotrosWhere stories live. Discover now