Capítulo 55

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Aquí tenéis el día de él antes de saber los resultados, porque me parece importante, sin más.

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Luis no estaba seguro si esa era la tarde más fría de todo el puto invierno gallego o solo era su impresión condicionada por su cerebro, pero de cualquier forma no le interesaba mucho averiguarlo.

Se sentía más impotente que nunca, y quizás era eso lo que le hacía sentirse tan mal por dentro, como ansioso y nervioso a la vez. Trataba de cerrar su mente en torno a la idea de Aitana teniendo la entrevista más importante de su carrera hasta el momento, su trabajo, y una consulta al médico que le cambiaría la vida pasase lo que pasase, todo en menos de veinticuatro horas, y se quería morir. Sin exagerar.

Quería cogerla de ese avión hacia Madrid y encerrarla en su habitación, protegiéndola de todo mal, impidiendo que cualquier cosa de índole estresante traspasase la fortaleza que iba a montar para mantenerle a salvo.

Pero sabía, muy a su pesar, que no era posible.

Aitana era una de las personas más fuertes que había conocido en su vida, probablemente la segunda más fuerte después de su madre, y estaba más que capacitada para sobrellevar lo que se le venía encima, por mucho que él quisiese negarlo y empequeñecerla; no tenía sentido. Ella misma le había sostenido la mirada hasta perderse en la escalera mecánica del aeropuerto, cuando fue él el que tuvo que voltear para escaparse una lágrima traicionera que luchaba por salir de su ojo derecho.

Le rompía el corazón, una vez más, verle marchar.

Pero era más que siempre, esta vez. Le dolía porque sabía que la próxima vez que le viera todo sería diferente, su relación cambiaría drásticamente, y ella misma lo haría como persona. Y no podía evitar sentir miedo, pánico, querer correr a esconderse, querer correr tras ella, querer correr hasta el fin del mundo.

Ahora entendía cuando ella le decía que pensar en dejarle le producía dolor físico, porque la presión que sentía en el pecho al caer en cuenta de que todo podría irse a la mierda muy pronto no era para nada normal. La vulnerabilidad que había alcanzado con ella jamás la había experimentado con nadie, pero eso también le daba vía libre a esa pequeña catalana para hacerlo pedazos sin reproches. Nunca podría enfadarse con ella, no de verdad. Sería hora de asumirlo, antes de que fuese demasiado tarde.

No cabía ninguna duda en su mente que la reunión con la discográfica iba a salir fenomenal, realmente. Ella había nacido para ser una estrella, y él se lo repetía todos los días, cuando pensaba en perderla. Era el único escenario en el que estaría en paz consigo mismo si le dejara, si lo hiciese para convertirse en la estrella que estaba destinada a ser.

Suponía que tras la emoción que le produciría esa reunión tan satisfactoria daría una de las mejores actuaciones de su vida en Ídem, para despejarse antes de lo que pasaría a la mañana siguiente. En el caso que esa prueba saliese negativa, todo quedaría en un mal susto, pero el fantasma de la posibilidad de que todo se echase a perder sin ellos haber hecho nada erróneo quedaría siempre sobrevolando por sus cabezas. Al menos Luis lo pensaría dos veces antes de volver a rendirse a sus instintos más básicos con ella, puesto que el miedo que sentían en esos momentos no tenía intención de repetirlo nunca.

Pero, evidentemente, el problema sería mucho mayor en caso de que la prueba saliese positiva. Ellos no podían ponerse a criar a un niño, ni de coña. La salud de ambos iba primero, y lo cierto era que no estaban del todo bien de la psiquis como para someterse a tal estrés desbordado. Joder, que además actualmente estaban viviendo a 500.6 kilómetros de distancia del otro. Sería imposible.

Lo peor de nosotrosWhere stories live. Discover now