Capítulo 18

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Ha pasado una larga hora en la casa de los trillizos. Louis juraba que le había subido la presión. Y solo se enfurecía mas cuando veía lo que las acciones de Edward habían provocado en su hermano menor. Pudo no haber podido detener al hombre cuando les puso los collares, pero si sería más cuidadoso al momento de ofrecer y concretar algún trato. Los gemelos no eran las únicas personas sin corazón en la casa, y tenían que asegurarse de no caer en ninguno de sus planes.

—Vamos Willy. — Dice mientras mira la hora. Eran las ocho y habían terminado de comer lo que los alfas les habían traído. — Tenemos que prepararles la cena.

—Okay. — William murmura y se sopla la nariz una vez más antes de levantarse de la cama. No le importaba como se veía ahora mismo, tampoco a Louis le importaba. Caminan fuera de la habitación y bajan por las escaleras hacia la cocina. Allí, sentados en la mesa de la cocina, estaban los tres alfas.

—Me alegro que finalmente hayan decidido bajar. — Edward gruñe mirándolos fijamente. Los collares rotos reposaban en la mesa a su lado. Había tenido una fuerte charla con sus hermanos y le pusieron algunas reglas que debía cumplir. ¿Esa era la consecuencia de romperlas? Ser un alfa rechazado.

No fue suficiente para sus hermanos decirle que lo abandonarían, que se irían. Que romperían el lazo que los unía, por los omegas. Fue el hecho de que lo rechazarían.

—No les hables. — Harry dice suavemente. — No tienes derecho a hacerlo.

—Yo traigo el dinero a la casa, yo traje a estos omegas. — Edward le gruñen en su voz de alfa. — Haré lo que se me plazca.

Cuando los omegas terminan de cocinar en la bífera y las miradas de Will y Marcel se conectan. El omega aun lucía herido, pero la expresión de haber sido roto, no estaba y fue reemplazada. El alfa sonríe amable hacia él, una sonrisa que William le devuelve, y se gira a sus hermanos que aún peleaban.

—Basta, es suficiente. — Marcel dice firme. — Basta de todo lo que haces sádicamente, eso es todo lo que queremos.

—Y tendrán lo que quieren. — Edward habla con voz ronca, pero ambos alfas sabían que algo estaba tramando. Algo que torture a los omegas sin romper las reglas.

—¿Qué estás mirando? — Edward pregunta abrupto a Louis quien aprieta el cuchillo en su mano mas fuerte. — ¡Haz tu trabajo esclavo!

—¡Ed!

—Sus cuchillos están terriblemente afilados. — Louis interfiere, cortándose la punta de su dedo a propósito para luego chuparla para quitarse el pequeño ardor y la sangre. No dice nada más, solo deja pasar el momento. Pero William asiente estando de acuerdo con él.

—Sabes lo que dicen. — Dice mientras se prepara. — Un omega con un cuchillo no tiene que ser provocado.

—¿Me estás amenazando? — Edward gruñe y se para pensando las ganas que tenía de ahorcarlos. Ninguno de los alfas más jóvenes dijo algo viendo que saldría de todo esto.

Cuando el alfa se acerca a ellos, Louis no apunta, pero lanza el cuchillo con toda su fuerza y furia. Roza la manga del traje Gucci que el mayor llevaba y se clava en la pared tras él.

Ahora todos estaban en silencio. William sabía que pasaría esto. Este hombre seguía tirando de los hilos de Louis, los correctos, y terminaría muerto si no paraba.

—Tienes suerte que me diste pena en el último segundo. — Louis murmura. — Podría haber terminado con tu vida, aquí y ahora, pero no lo hice. En cambio, decidí prepararte una buena comida y perdoné tu maligna vida.

El omega deja caer los vegetales en la olla antes de encontrarse con un Edward en shock.

—Ahora, ¿No estás agradecido? — El hombre aprieta su puño ante el tono burlón, pero la siniestra sonrisa desaparece pronto de los omegas reemplazándolas por una mirada fría. — Di gracias Eddy, puedo tomar otro cuchillo en cualquier momento.

Era su turno ahora. Lo estaban humillando. Parecía poco, pero Edward odiaba tener que agradecer a la gente que eran de menor categoría que él.

—Gracias. — Dice con dificultad y Louis sonríe.

—Ahora, ve a sentarte en la sala. Todos ustedes. Me gusta cocinar en paz, y ninguno de ustedes me la está dando. Váyanse. —Los hecha ahuyentándolos con las manos.

Los alfas se van, Edward conspirando para sí mismo alguna manera de vengarse por esto. No solo planeaba en mostrarle quien en verdad mandaba aquí, quería saber dónde el omega había aprendido tan buena puntería.

—Se lo veía venir. — Louis dice cuando quita el cuchillo clavado en la pared y lo lava. — Lástima que no se rasgó la manga, planeaba dejar un pequeño daño.

—Lo sé. — William responde abrazando a su hermano por la espalda dejándole un pequeño beso en el cuello revolviendo la olla. — No expongas tanto tus talentos la próxima vez.

—Okay.

Una vez lista la comida, los llaman a comer y estos se sientan en sus lugares esperando a que les sirvan. Les sirven y Harry y Marcel les agradecen mientras Edward se queda en silencio.

—Creo...— Harry comienza. — Que pasaré la noche en el cuarto de los omegas. ¿Qué hay de ti Marcy?

El alfa menor se sonroja sabiendo muy bien lo que puede suceder allí. Mira a William que le regala una sonrisa seductora y un guiño.

—Sí, sí. — Marcel asiente. — Definitivamente.

—¿Qué hay de mí? — Edward frunce el ceño.

—Tú dormirás solo esta noche por lo que hiciste hoy. — Harry explica. — Tal vez lo pienses mejor la próxima vez.

—Con suerte y espero, que no haya próxima vez. — Marcel murmura mientras terminan de comer. Cuando lo hacen, caminan junto a los omegas hacia las escaleras y al cuarto de los omegas dejando a Edward solo en la mesa.

No había pensado que esto pasaría. Sus hermanos abandonándolo, cambiándolo por dos omegas aprovechadores. A pesar de ser tan duro y frío, aún sentía amor por sus hermanos alfas, siempre lo haría. Viéndolos como lo dejaban de lado, dolía profundamente. Y el hecho de que elijan a los gemelos sobre el, solo ponía más sal en la herida.

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The Alpha Sirens (Larry Stylinson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora