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La noche era fría, suceso extraño porque estaban en verano, sus manos se congelaban, pero no bajaba la espada que empuñaba con seguridad, al final del día era esa su especialidad. Hace tantos años que no estaba cercana al peligro, había crecido con el olor de la sangre inundando sus entrañas, no había movimientos o corte que no supiese hacer o esquivar, ella era letal. Una verdadera bandida, contratada por la corona para espiar a sus enemigos, recolectar información y en los peores de los casos hacerse cargo de algunos rebeldes que se negaban a poner en el piso la rodilla proclamando lealtad a los reyes. En Sacarlanding era desconocida, en el reino era un mito y en su hogar era la perfecta esposa y madre.

—Dijimos que no haríamos esto jamás—gruñeron a su lado—. Era nuestro trato ¿Lo olvidas?

—Nos necesitaban y lo sabes, nuestra lealtad es fija y no podemos dar marcha atrás, además, Yesung, nos conocimos en una redada como esta hace diez años ¿No te parece romántico volver ahora como una familia y no como enemigos?

El rubio que se escondía tras una máscara roja mostrando sólo sus ojos y frente bufó. —No, ya no somos unos chicos locos por la adrenalina, sabes bien que no podemos arriesgarnos.

Ambos se encontraban agachados cerca de una casa conocida a las afueras del reino, sus investigaciones los habían llevado hasta ese lugar y no se irían sin obtener lo que con tanto fervor buscaban.

—Namjoon es nuestro amigo—le miró con severidad—. Él nos necesita y es importante, sabes que su orgullo no lo deja pedir ayuda.

Yesung suspiró tomándola de los hombros, donde acaricio con  parsimonia. —Sólo mantente a salvo ¿Entendido? Las indicaciones son las mismas, si yo digo que salgas tú sales.

Ella rodó los ojos. —¿Olvidas que también soy una asesina? No estas hablando con uno de tus soldados imberbes, sino conmigo, la mujer que casi te encaja una daga al corazón cuando la conociste—rio por lo bajo.  

Yesung junto sus frentes mirándola a los ojos. —Precisamente por eso, porque eres lo más importante que tengo en mi vida y no quiero ponerte en peligro.

—Todo saldrá bien cariño—lo tomó de las mejillas acariciándole con cariño—. Nunca hemos fallado, no lo haremos ahora.  

—Bien—suspiró—. ¿Lista?

—Siempre.

Ambos se pusieron de pie, caminando con cautela por el patio de aquella casa, ninguna luz se reflejaba al exterior por lo que sabían que el dueño dormía plácidamente, trataron de no hacer ruido, eran como arañas sigilosas, UmJi miró a Yesung pegar su espalda a la ventana trasera deslizó el alfiler de metal abriéndola por completo, la miró y le dio la señal con un asentimiento de cabeza. Ella sabía bien que hacer, salvo que ahora ambos llevaban especial cuidado en sus movimientos, tenían mucho que perder, no era como antes que lo único que les preocupaba era su vida, no, ahora sus hijos estaban de por medio. 

Traspaso la ventana tocando con ligereza el piso de madera, todo estaba en la penumbra, a su espalda pudo sentir como Yesung entraba, toco con la mano derecha la espada enfundada a la izquierda de su cadera, caminó con sumo cuidado. 

—La habitación queda por aquí—dijo su esposo caminando en la dirección que indicaba, como buenos investigadores habían estado dentro de la casa dos días antes del asalto, cuando esta se quedó en completa soledad, el hombre solo y amargado que vivía ahí tenía poca seguridad, lo que les facilitaba las cosas.

Caminaron por un largo pasillo hasta encontrar una puerta de madera, Yesung no perdió el tiempo y la abrió, esta hizo un rechinido espantoso que los detuvo por un segundo, al escuchar que nada había cambiando siguieron, esta vez abriendo de golpe. La oscuridad era cortada por la poca luz de luna que entraba por la ventana, la cortina era muy delgada por lo que fueron capaces de mirar la cama, el hombre que buscaron con desespero se encontraba acostado roncando. 

El Rey Del Recuerdo *Namjin* Where stories live. Discover now