Olivia | Albalia

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Un escalofrío recorrió la columna de Olivia. Estaba nerviosa y sobrepasada por su hallazgo. Una vez más, hizo zoom a una de las últimas fotos que la rubia tenía publicadas. Sonreía mucho, en casi todas las fotos, y desprendía un aura de buen rollo que a Olivia le gustó.

¿Y ahora qué? ¿Le escribía? ¿Se lo enseñaba a Natalia primero para ver su reacción?

Olivia estuvo un par de días sopesando sus opciones, pues no sabía qué era mejor. Las dudas se disiparon una tarde de sábado.

Olivia acababa de entrar en casa y lo primero que esuchó fue el sonido de una guitarra. Con cuidado de no hacer ruido se acercó a la habitación de su madre, quien tocaba con los ojos cerrados sentada al borde de su cama, donde reposaban la famosa libreta de Alba y un bolígrafo.

Sé que hay cosas que me digo
Que no tienen que pasar
Se despiertan del olvido
Vuelven pa' hacerme llorar

Yo me quedaría contigo
Una, dos, tres noches más
Si no hubiera roto el hilo
Ojalá volver a atrás

En ese momento Natalia abrió los ojos y al encontrarse de lleno con la mirada embobada de su hija, paró de tocar automáticamente.

- Hola, cariño. No te he escuchado entrar - dijo con una sonrisa-.

- ¿Qué estabas tocando?

- No es nada, está a medias todavía - aclaró y cerró el cuaderno-.

- Sigue, me estaba encantando.

- Mejor te canto una de las tuyas, ¿no? Vamos a cantar "Olivia", ven - ofreció-.

- Ay, mamá, siempre la misma - se quejó-.

- Pero si te encanta, no me cuentes cuentos, eh - rió Natalia y retiró la libreta y el boli para después palmear el hueco a su lado-. Ven a cantar con mamá.

- Ese pucherito funciona de hijas a madres, no al revés. Cántame una de ahí, venga - dijo señalando el cuaderno-.

- No.

- ¿Por qué?

- Porque no. Esas me las quedo para mí, Oli.

- Mamá, por fa - insistió Olivia-.

- Te canto "Ventanas de avión" si dejas el tema - propuso Natalia con ojos de cachorro y su hija soltó un bufido-.

- Eso es chantaje, no vale. Sabes que es mi favorita.

- ¿Eso es un sí? - preguntó-.

- Qué remedio - se resignó Olivia poco convencida-.

Natalia le mostró una sonrisa de agradecimiento y empezó a rasgar la guitarra con los acordes de la primera canción que compuso en su vida.

Viendo cómo su madre seguía cerrada en banda, Olivia pensó en dejar de lado su investigación y seguir con su vida. Estaba claro que Natalia no quería saber nada del tema y mucho menos que ella se entrometiera de ninguna manera.

Ojalá volver atrás.

Ese verso de la canción que escuchó cantar a su madre no dejaba de resonar en su mente.

Puede que Natalia hubiera insistido con sus palabras en restarle importancia al tema del cuaderno, pero en el fondo, en sus letras desearía poder volver atrás. ¿Volver a Alba?

Olivia tuvo claro entonces que si su madre no se atrevía, ella lo haría. Estaba dispuesta a dar el paso que Natalia al parecer no tenía coraje de dar, resignándose a lamentarse mediante versos.

Pensó la manera más sutil de contactar con Alba sin asustarla y llegó a la conclusión de que enviarle un correo electrónico fingiendo querer entrevistarla para un trabajo de arte serviría.

Sabía que probablemente no podrían conocerse personalmente, pero esperaba conseguir al menos una videollamada o algo similar.

Alba Reche tardó exactamente dos días, los más largos para Olivia, en contestar a la petición de ayuda para el supuesto proyecto de descubrimiento de autores nacionales que inventó la estudiante.

De una manera amable y cordial, Alba explicó que estaría encantada de ayudarla en cualquier cosa que pudiera necesitar así cómo agradecida por el interés de Olivia en ella.

También le informó que, para su fortuna, hacía poco más de un mes que Alba se había mudado a Madrid definitivamente, terminando así con sus años de viajes y experiencias en el extranjero.

La artista invitó a Olivia a pasarse algún día por la galería donde actualmente la valenciana tenía su exposición. Allí estaría encantada de recibirla, mostrarle su proyecto y responder a las cuestiones que le fueran necesarias.

Olivia temblaba.

Tenía la posibilidad real de conocer a esa mujer, que además parecía el ser más amable del planeta. Tanto que a Olivia le supo mal estar mintiéndole para tener una excusa con la que acercarse. Pero ya estaba hecho y, finalmente, ambas fijaron una tarde de martes para encontrarse.

La rubia había recomendado citarse entre semana para poder dedicarle toda su atención y Olivia estuvo de acuerdo. Iba a necesitarla.

- ¿Qué te pasa, Oli? ¿Estás bien? - preguntó Natalia a su hija ese mismo día, apenas un par de horas antes del encuentro-.

- Sí, sí, claro. No me pasa nada, mami - sonrió la chica-.

- Te conozco un poco, ¿eh? - dijo acariciando el moflete de Olivia-. ¿Qué le pasa a mi bebé? Te noto nerviosita.

- Son los exámenes- se excusó ella-. No sé si me van a salir del todo bien, sobre todo el de historia...

- Bueno, tú te estás esforzando que eso es lo que cuenta, ¿no? La nota que saques es solo un número, Olivia, no te define - la tranquilizó-.

- Ya, si tienes razón.

- ¿Seguro que sólo es eso, cariño? ¿No hay algo más?- insistió Natalia y Olivia no le pudo aguantar la mirada-.