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- Nada más llegar a París conocí a una chica. En realidad me salvó. Me presentó a un montón de gente e hizo que me enamorara de la ciudad en super poco tiempo y de ella también, creo. La llamaban Zaz, era bastante mayor que yo, pero conectamos rápido. ¿Sabes la típica persona que te transmite buen rollo todo el rato? Pues era exactamente así. Estaba un poco loca, pero era genial.

- ¿Cuánto hace de eso? - preguntó Natalia, que se contagió de la sonrisa de Alba, al detectar solo la alegría de los buenos recuerdos en su mirada-.

- Uy, no sé, muchísimo, más de diez años. Pero todavía me felicita los cumpleaños en Facebook, así que algo hicimos bien. Me guarda mucho cariño. Y yo a ella.

- ¿Y la otra chica?

- Sara. Trabajamos las dos en un bar de Londres, cuando el arte parecía que no llegaba a ser suficiente para poder mantenerme. Estuvimos un año juntas, si llega, pero fue bastante intenso. Sara era de California, pero llevaba viviendo en Londres un tiempo. Su sueño era ser actriz de musicales, estaba deseando colgar el delantal de camarera.

- Wow. ¿Y lo consiguió? - se interesó Natalia-.

- Sí. Tiene su propio musical en el West End de la ciudad, que además tiene mi canción favorita de la vida. Un día te la enseño.

- O vamos - propuso Natalia dejando un pico en los labios de la rubia-. A verlo a Londres, digo.

- Despacio, Lacunza. ¿Recuerdas?

- Aguafiestas - Natalia hizo un puchero que Alba no pudo evitar besar hasta que lo cambió por una sonrisa-. Despacio. Pero iremos algún día, que lo sepas.

- ¿Una copa? - propuso la anfitriona una vez terminaron de cenar y, sin esperar respuesta, se dirigió a la cocina a prepararlas-.

- ¿Puedo poner música? - preguntó Natalia mientras esperaba las bebidas-.

- Con buen gusto, sí.

- Tengo un gusto exquisito, eso deberías saberlo ya - aclaró la morena-.

Cuando Alba volvió de la cocina, Natalia agarró su correspondiente copa de las manos de ésta a la vez que hacía sonar una playlist de Norah Jones a través de su móvil, conectándolo a los altavoces del equipo de sonido.

- Baila conmigo - la navarra atrapó la mano libre de la más bajita, pegándola a su cuerpo.

- Pensaba que íbamos a bebernos las copas - dijo Alba, mientras mecía su cuerpo con el de su acompañante al ritmo de la música-.

- Podemos bailar mientras bebemos - propuso Natalia dando un trago a la suya-.

- Como quieras - susurró Alba para después recorrer con uno de sus dedos la boca de la navarra-. Pero te aviso que se te van a derretir los hielos.

- Créeme que no me importa - contestó ella, conquistando la boca de la rubia con pasión, mientras agarraba su nuca con la mano libre-.

Un par de canciones después, el sonido asignado a las notificaciones de parte de Olivia, obligó a Natalia a separarse.

- Es Olivia, un segundo - se disculpó con un pico para revisar su móvil, que reposaba sobre la mesa-.

- Claro - la instó Alba-.

- Dice que no duerme en casa.

- Y tú tampoco.

La mirada felina que acompañó a esas palabras, hizo que Natalia volviera a su lado en un segundo, como si se tratara del imán más potente del planeta.

- ¿No? - cuestionó con una sonrisa pícara mientras alzaba una ceja-.

- No.

Los ojos de la rubia se clavaron en el chocolate de los de Natalia, que le devolvían reflejado el deseo que emanaba su propia mirada.

Ambas dieron un nuevo trago a sus bebidas, sin romper el contacto visual.

- ¿Me vas a secuestrar, Albi? - cuestionó la morena, acercándose lo suficiente como para quedar a un milímetro de su boca-.

- ¿Yo? No. Esperaba que te quedaras por voluntad propia - atrapó sus labios en los suyos, dejando un beso húmedo en ellos-.

- ¿Esta es tu manera de convencerme?

- A mí no me hace falta convencerte de nada, Nat.

- Ay, qué chulita - se separó la más alta, frunciendo el ceño-. ¿Y si te digo que no estoy convencida? ¿Que me lo estoy pensando?

- Entonces sí, te tendré que secuestrar y hacer que te quedes por las malas.

Alba acompañó sus palabras con un tirón a la camiseta de la morena, volviendo a reducir así la distancia entre ellas.

- No te quiero tan lejos, estamos bailando, ¿no?

Natalia no pudo evitar sonreír ante la actitud de Alba.

- Claro. ¿Así de cerca te parece bien? - susurró la morena acariciando con sus labios los de la otra al hablar-.

La rubia asintió y lamió el labio inferior de la más alta, para luego adentrarse en su boca, donde tuvo que luchar contra la lengua de Natalia para llevar el control del beso.

- Acábate la copa, vamos a necesitar las dos manos - ordenó Alba, bebiéndose la suya de un trago-.

- Como me sigas hablando así no vamos a necesitar ninguna, Alba.

La rubia se mordió el labio y rodó los ojos ante la respuesta de la morena. Después la instó de nuevo a que terminara su bebida.

- Ya voy, déjame saborear el momento. ¿No íbamos despacio?

Alba la fulminó con la mirada sin perder la sonrisa pícara. Le encantaba cómo se estaban dando las cosas entre las dos, ya que inevitablemente se había creado una altísima tensión sexual que la rubia se moría por resolver.

Finalmente, la navarra terminó su combinado y se encargó de dejar ambas copas en la mesa, antes de volver a pegarse al cuerpo de Alba.

La morena rodeó con firmeza a la otra, aprovechando para posar las manos en su culo, potenciado aún más por esa irresistible falda roja.

- Qué peligro tiene esta faldita, Alba - se mordió el labio, dedicándole una mirada intensa-. Me encanta.

- Lo he notado, no has parado de mirarme el culo - alzó una ceja-.

- No, no he parado - admitió con fuego en sus ojos-. Sigues teniendo el mejor culo de España.

Finalmente, fue la misma Natalia la que no aguantó más el juego de miradas y se lanzó a la boca de la otra con necesidad. Se encargó de mordisquear su labio inferior, tirando de él sensualmente.

Alba respondió al movimiento con un jadeo, para después invadir de nuevo la boca de la más alta con su lengua. Esta vez, Natalia no opuso resistencia, dejando que la rubia mandara.

- Te pone que me deje dominar - adivinó la morena, al ver el brillo de lujuria en la mirada de la otra-.

- No te estás dejando, te estoy dominando - le rectificó-.

- Mientras tú te lo creas...

- No me provoques - advirtió-.

- No pidas imposibles. ¿Cómo quieres que no te provoque si me vas a mirar así cada vez que lo hago? - argumentó con una sonrisa ladeada, que Alba no tardó en besar-.

Al notar que la rubia estaba de puntillas, Natalia flexionó sus piernas y reafirmó el agarre en su trasero, eliminando huecos innecesarios entre ambas.

Los besos subían de intensidad, enmarcados por la música que las envolvía, haciendo que la temperatura aumentara en el ambiente.

El incendio no había hecho más que empezar.

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Olivia | Albalia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora