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- Tú dirás lo que quieras, pero yo te noto súper cansada, tata. ¿Seguro que estás bien? - se preocupó Marina-.

- Perfectamente, mini, de verdad. Si hemos estado vagueando en el sofá viendo Netflix.

- Pues parece que hayas corrido una maratón.

- Correr sí que ha corrido - soltó Natalia con una risita y Alba la fulminó con la mirada-.

- ¿Cómo? - intervino la Rafi-.

- Para llegar, digo.

- Natalia - la riñó Alba, dándole además una fuerte patada bajo la mesa-.

- ¿Qué? Sólo les estoy explicando lo que nos ha pasado. Estábamos viendo la serie esta... la de Las Chicas del Cable, y no nos hemos dado cuenta de la hora. Por eso hemos tenido que correr para llegar a tiempo - explicó Natalia-.

Alba no sabía si matarla lentamente o darle las gracias a la vida porque su novia hubiera sido capaz de mentir decentemente aunque solo fuera por una vez.

- Ay, Las Chicas del Cable. ¡Me encanta! ¿Por qué capítulo os habéis quedado? - intervino Marina-.

- Uy, no te quiero hacer spoiler - tomo las riendas de la conversación Alba, al ver dudar su chica-.

- No, si yo la he visto entera.

- Ah, pues, vamos por... por dónde Blanca Suaréz y su hija... - titubeó Alba describiendo una escena que había visto en un trailer, intentando salvar la situación, hasta que la Rafi empezó a hablar y la rubia suspiró aliviada-.

- Y hablando de hijos. Ahora que ha salido así el tema... ¿A ti, Natalia, te gustaría tener más? - preguntó la Rafi, que veía en la morena una oportunidad de despertar el nulo instinto maternal de su hija-.

Alba ya no estaba aliviada. Habría preferido seguir inventándose el argumento de una serie que no había visto en su vida, porque a ver cómo salían de ésta ahora.

- Yo, eh... eh... - la navarra era incapaz de articular palabra a la vez que abría muchísimo los ojos, shockeada-.

- Mamá, no te pases con las preguntitas que vas a hacer que salga huyendo - la frenó Alba-.

- Ay, hija, ni que le estuviera preguntando si eres buena en la cama.

Natalia se atragantó con el agua que estaba bebiendo para intentar relajarse, nada más oír el comentario.

- Natalia, tú tranquila, mi madre es así. Ahora te parecerá demasiado pero llega un momento en que te acostumbras - la intentó tranquilizar Marina-.

La navarra boqueó como un pez fuera del agua, sin saber qué decir, hasta que la Rafi volvió a abrir la boca.

- A ver, yo sólo preguntaba porque yo soy muy de nietos. Ya tengo dos, los de mi Marina, que son monísimos, pero, oye, me hace ilusión que Albita...

- Mamá, no presiones. Que te encanta presionar - saltó Alba-.

- ¿Te estoy presionando? - preguntó la Rafi a la pelinegra-. ¿O te estoy preguntando tu opinión?

- Preguntando, preguntando - le dio la razón Natalia, con la boca pequeña, no quería por nada del mundo llevarle la contraria a esa mujer-.

- ¡Mamá, me la tienes asustada perdida! - se quejó Alba, agarrando la mano de la morena-. No le hagas ni caso, amor. Que no te líe.

- Amor - repitió Natalia con una sonrisa que dejó entrever sus dientecitos, si Alba le iba a llamar así, su madre podía presionarla todo lo que quisiera-.

- Sí, amor, que no te manipule la Rafi - recalcó dejando un beso en su mejilla-.

- No, si, aquí siempre tengo yo la culpa de todo. Yo no lío a nadie. Solo me intereso por las cosas - siguió su madre-.

- Bueno, pues interésate por cosas menos comprometidas, mamá.

- ¿Y cómo es tu casa? ¿Grande? - hizo caso omiso la aludida-. Porque a mí el estudio enano de Alba no me gusta. Muy de artista, muy bohemio, pero ya para una mujer hecha y derecha... Hacen falta más habitaciones.

- Eh... Pues mi piso es normal, no sé. Habitaciones sí tiene.

- ¿Y por qué no te mudas? - preguntó entonces la Rafi a su hija-.

- ¿Y por qué no te mudas tú? - respondió ésta con el mismo tono-. Vale ya, Rafi.

- Mira yo ya me voy a callar porque no te parece bien nada de lo que digo...

- Genial, mamá, gracias.



Alba no perdía detalle de cada rincón del centro de formación en el que, si todo iba bien, iba a estudiar Olivia.

Madre e hija charlaban unos pasos por delante de ella, sobre lo chula que era la cafetería y lo cómodos que parecían los sofás que había en las áreas de descanso.

La rubia en cambio, se fijaba en los distintos diplomas, recortes de periódico y demás señales de prestigio, anotando mentalmente aquellos reconocimientos que le parecían relevantes.

No tardaron mucho en llamar al trío a un pequeño despacho, donde el organizador del curso de diseño gráfico iba a darles más información y resolver sus dudas.

- Olivia, ¿no? - le tendió la mano a la más pequeña y se dirigió luego a la morena, sonriendo por el parecido entre las dos-. Tú obviamente eres la madre.

- Sí, soy Natalia, encantada.

- Veo que habéis buscado una tercera opinión - rió el señor e intentó adivinar-. ¿Eres la tía? ¿Una amiga?

- No, es mi novia - aclaró la navarra-.

- Pero tú eres la madre de Olivia - se aseguró como si tanta información le hiciera estallar el cerebro-.

- Sí, y ella, Alba, es mi novia - repitió-.

- Ah - glitcheó de nuevo el organizador unos segundos-. Bien, muy bien... ¿Pasas también a la reunión o prefieres esperar aquí?

- Voy a pasar - aclaró Alba, no veía malas intenciones en el hombre, pero estaba claro que un poco torpe con las palabras sí era-.

- Adelante, entonces.


- Gracias por venir, eh, mamá. Has aportado muchísimo - ironizó Olivia al salir del edificio-.

- No tengo la culpa de que Alba lo pregunte tan bien todo - se defendió-.

- Es que es verdad, había cosas que a mí no se me habían ocurrido y al final eran super importantes - reconoció la chica-.

- Claro, porque estábais más pendientes de las instalaciones que te cagas que tenían que del contenido del curso.

- Oye, oye, que los sitios donde se socializa también son importantes.

- Dímelo cuando vayas a alguna empresa y les enseñes el pedazo de título que te vas a sacar, y todos los conocimientos que implica, claro.

- ¿Entonces, te parece bien el sitio? - cuestionó Natalia-.

- Sí. Conozco el trabajo de tres de los profesores, hay un montón de talleres y tienen buenos convenios para hacer prácticas. Incluso con otros centros, por si quiere estudiar un tiempo fuera.

- No, no, fuera, no - abrazó la más alta a si hija-. No te separes de mami.

- Ay, Nat, no seas egoísta. Que lo que se aprende y se crece estando fuera... debería ser obligatorio para todos.

- Yo creo que Alba tiene razón - la apoyó Olivia-.

- Bueno, no nos adelantemos, de momento a estudiar aquí a mi vera. Que eres un bebé todavía.

- Y luego va de madre moderna ¿sabes? - vaciló su hija, buscando la complicidad de Alba-.

- Ella, moderna para lo que le conviene.

Olivia | Albalia Where stories live. Discover now