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- No hay nada más, mamá - repuso con toda la seguridad que supo-. Por cierto, he quedado con Jorge luego.

- Ah... Ahora sí te creo. Estás nerviosita porque vas a ver a tu chico, pillina - bromeó Natalia buscando levemente las cosquillas de su hija hasta hacerla soltar una risita-. ¿Alguna cita especial?

- No, una como siempre.

- Ya, ya... - dijo incrédula Natalia-.

- Mamá, ¿me prestas tu camisa vintage?

- ¿La de las caritas estampadas? Si siempre dices que la tendría que tirar porque es viejísima, ahora la llamas vintage...

- En realidad me gusta. Ya sabes, la moda vuelve.

- Es que el buen gusto de tu madre es atemporal - se tiró flores la morena-.

- Bueno, no te flipes tampoco. ¿Me la dejas o no?

- Pues claro. Ni se te ocurra romperla, ¿eh? - advirtió apuntándola con el dedo índice-.

- ¡Mamá! Cómo la voy a romper...- la regañó Olivia llevándose las manos a la cara-.

- Yo solo te lo advierto. Que es mi favorita.

- Te puedes quedar tranquila.

- Genial, entonces. Pásalo bien, cariño.

Olivia acabó de retocarse el eyeliner y se echó un vistazo en el espejo. A diferencia de su madre, que se llevaba tiñendo de negro desde siempre, el pelo castaño de Olivia le llegaba hasta más allá de los hombros. Por lo demás la chica podría considerarse la réplica exacta de Natalia. Se lo había dicho todo el mundo desde que era un bebé.

Se abrochó la camisa hasta el último botón, tal como le recomendó su madre y se dio el visto bueno para salir hacia la galería.

Mil pensamientos distintos se agolpaban en su mente en lo que duró el camino, que realizó a pie para relajarse.

Se le había ocurrido que podía ser una buena opción usar la camisa que su madre siempre le recalcaba orgullosa lo mucho que le había hecho destacar por su rollazo en sus años mozos. Olivia esperaba que esa época dorada incluyera la pieza que significaba Alba en su vida. Por probar no perdía nada.

Unos minutos antes de la hora, Olivia se paró frente al edificio en cuestión y, a través de los cristales pudo distinguir a la que tenía que ser Alba, charlando con probablemente un cliente.

Sin apartar los ojos de la rubia, Olivia rebuscó en su riñonera para sacar un cigarro que había robado disimuladamente a su madre. No solía fumar, solo de manera puntual en alguna fiesta, pero en ese momento le apetecía y, por qué no, esperaba despertar algún recuerdo en la cabeza de Alba Reche si ésta la veía a través del cristal.

Y así fue. Fue sólo un segundo pero cuando Alba dirigió su mirada hacia fuera del local y se encontró con esa silueta, sintió un vuelco al corazón. Casi imperceptiblemente, negó con la cabeza, descartando el pensamiento que le acababa de atravesar la mente y siguió informando a su cliente sobre sus próximos proyectos.

Olivia sí se dio cuenta del gesto y sonrió para sus adentros. Era ella. Había reconocido a Natalia en ella, sin duda. Los próximos minutos se le hicieron eternos y, en cuanto el señor trajeado que mantenía a Alba ocupada salió por la puerta, entró ella.

- ¿Alba Reche? - preguntó con una sonrisa, aunque por dentro temblaba-.

- Eh, sí. ¿Eres... O-Olivia? - titubeó Alba mientras repasaba cada una de las facciones de la joven que tenía delante. Era una copia idéntica, pero no podía ser-.

- Sí, vengo por... por lo del trabajo - Alba asintió y le tendió la mano, tratando de centrarse-.

- Encantada, Olivia.

- Igualmente y muchas gracias por recibirme aquí.

- Gracias a ti - sonrió amable-. ¿Te apetece que te enseñe esto?

- Claro - respondió Olivia-.

Alba llevó a la estudiante a la sala principal, donde estaban expuestas sus obras. La artista, haciendo acopio de toda su profesionalidad, le explicó un montón de detalles sobre su proyecto.

Olivia asentía ante la multitud de palabras técnicas y demás complejidades que describía la rubia. Aunque la joven no tenía ni idea de arte, le gustaba la pasión con la que Alba hablaba. Tampoco podía dejar de analizar cada gesto, intentando descifrar más sobre esa mujer que en un pasado había estado de alguna manera relacionada con su madre.

- Ay, perdona, igual quieres apuntar algo y yo aquí enrollándome como una persiana. No te vas a acordar de nada para el trabajo - se lamentó Alba-. Mira, si quieres nos tomamos un café aquí al lado así me haces las preguntas que necesites.

Olivia sonrió y asintió. Era su oportunidad para sacar el tema y no podía estar más nerviosa.

En cuanto la camarera trajo una tila para ella y un té verde para Alba, supo que era el momento de preguntar.

- Eh... ¿Conoces... conoces a... - se aclaró la garganta-. ¿Quién es tu mayor referente?

Se arrepintió en el último momento y Alba, quien achacó el balbuceo a unos posibles nervios, empezó a relatarle sus mayores influencias, extrañándose de que la joven no tomara apuntes ni pareciera grabarla.

- ¿Conoces a Natalia Lacunza? - soltó finalmente Olivia interrumpiendo a Alba en su respuesta-.

Olivia | Albalia Where stories live. Discover now