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Alba llegó a su casa y se dejó caer en el sofá con el disco entre sus manos.

Lo abría, le daba vueltas, leía por enésima vez los títulos de las canciones, admiraba cada detalle de la portada, sacaba el cd y lo volvía a meter en su sitio para cerrarlo y dejarlo en la mesa.

No podía escuchar esos temas bajo ningún concepto. Alba lo sabía.

Sabía que si escuchaba la voz de Natalia se iba a ablandar. Era consciente del enorme talento de ésta y estaba segura de que las canciones le tocarían la fibra más sensible y podrían hacer tambalear el muro que la rubia se había encargado de armar en todos esos años.

Y ya bastante enfadada estaba con ella misma por haber bajado la guardia y llamado a la morena por su apodo, como para permitirse que su música hiciera siquiera un rasguño en su cuidada defensa.

El disco llevaba cuatro días en la mesita del comedor. Alba no había podido evitar volver a cogerlo. Esta vez repasaba los títulos, preguntándose si alguno de ellos sería para ella. Y alejando de inmediato esa idea de su mente.

Debería darle igual.

Una notificación en su móvil la sacó de sus pensamientos.

"¿Nos vemos esta semana, al final?"

Julia. Llevaba dándole largas unos días. Pero igual era justo lo que necesitaba en ese momento.

"¿Puedes ahora?"

"Eh, sí. Claro. ¿Una cerveza para este calor?"

"Perfecto"

Julia era encantadora. Tenía un sentido del humor maravilloso y un acento sureño que le daba paz. La castaña tenía muchos atributos pero sin duda, su sonrisa permanente y su gracia natural eran sus mejores armas.

Y además tenía buena conversación. Y era disimulada y respetuosa en su intento de meterle cuello a la rubia. Sin agobios, pero dejando caer sus para nada inocentes intenciones.

En cualquier otra circunstancia, Alba no habría dudado ni un segundo en querer conocerla más, en pasar a la acción. Pero había algo, o más bien alguien, que irremediablemente le impedía poner toda la carne en el asador con la andaluza.

Natalia y sus ojos brillantes al hablar de su música, esa era la imagen que aparecía en su pensamiento en cuanto entre Julia y ella se producía el más mínimo de los silencios.

También fue lo que provocó que la rubia girara levemente la cara en el último momento cuando Julia se lanzó a su boca al despedirse, encontrándose finalmente con la comisura de sus labios.

La andaluza, lejos de avergonzarse por la cobra, plantó otro beso en el lado opuesto de su boca, encargándose de acariciar la rapada nuca de la ilicitana en el proceso.

Alba estaba indignada consigo misma por no reaccionar ante tal provocación, dejando en cambio que la castaña se marchara contoneando sus caderas con gracia.

Odiaba su mente. Le fastidiaba enormemente no tener fuerza de voluntad que mantuviera en ella un sentimiento de indiferencia hacia la navarra que le permitiera emprender otros caminos.

Aunque Alba realmente había perdonado a Natalia, su corazón lleno de cicatrices le recordaba que no le convenía volver a abrirle ninguna puerta.

Pero la rubia nunca había sido de hacer lo que le convenía.

Cuando Alba volvió a casa, no tardó en localizar un reproductor de audio donde introducir el EP. Y le dio al play, sabiendo, en el fondo, que no habría vuelta atrás.

Le gustara admitirlo o no, sentía profunda admiración por lo que Natalia había conseguido hacer y transmitir con esas siete canciones.

Necesitó escucharlas en bucle, una y otra vez, hasta desgranar cada atisbo de intención que la morena había puesto en ellas.

Cada una de las referencias a su pasado, a su presente, a su futuro, a sus sueños, a sus miedos, a sus sentimientos más profundos. Y a ella.

Alba podía escuchar como en ese disco Natalia se desprendía de sus fantasmas, se redimía, perdonaba sus culpas y echaba a volar.

Alzaba el vuelo tanto a nivel personal, como la mayoría de las letras dejaban entrever, como a nivel profesional. No pasó desapercibido para Alba el extraordinario trabajo de producción y arreglo de los temas, que los hacían sonar frescos y novedosos. También para eso tenía un don.

Natalia no había dejado nada al azar, se notaba en cada uno de los detalles y en cada una de las canciones. La rubia notó guiños hacia ella en varias ocasiones.

Escuchó "Olivia" de nuevo y se preguntó cómo la morena había tenido el valor de llamar así a la canción y enseñársela a su hija.

Probablemente era su tema favorito, por razones más que obvias. Aunque le gustaban todos. Pasaba de desprender sensualidad a ser el ser más frágil del planeta, para luego volver a convertirse en una mujer de hierro y así incontables veces.

Natalia era excelente en todos los registros, eso no podía discutirlo.

Alba escuchaba "Otras Alas" en la ducha, y en el coche de camino al trabajo, y mientras cocinaba, y el domingo de limpieza general. Y sobre todo cuando pintaba.

La inspiración le había llegado como un huracán y la artista se rindió a las musas, o a la musa, empezando así una colección de siete cuadros, uno por canción.

Estaba inmersa en la pieza que correspondía a "nana triste", perfilando una paloma a punto de emprender el vuelo en manos tatuadas, cuando el timbre de su casa la sobresaltó.

- ¿Qué haces aquí?

Olivia | Albalia Where stories live. Discover now