9

12.8K 788 183
                                    

Natalia veraneaba cada año en la casa que su familia tenía en Peñíscola, pero, de cara al último verano antes de empezar la universidad, rogó a sus padres que le dejaran pasar uno de los meses en la finca que los de su amiga Ici alquilaban ese año en Santa Pola.

El mejor verano de su vida. Y lo fue gracias a que, la primera noche que salieron a uno de los chiringuitos, conoció a Alba Reche.

Sonaba una canción de Grease y la rubia, que había detectado caras desconocidas en su rincón favorito, no dudó en acercarse a Natalia para bailar con ella. Al acabar la canción, le quitó el cigarro de la boca a la morena, robándole la última calada y lo apagó con su sandalia al más puro estilo de la protagonista de la película. Ganándose así el apodo.

- Hola, Olivia. Soy, Natalia. Encantada - bromeó la morena al presentarse-.

- Igualmente - sonrió la rubia-. ¿Eres nueva por aquí, no?

Natalia asintió.

- ¿No me vas a decir cómo te llamas?

- Olivia. Has acertado - mintió Alba-.

Natalia la estuvo llamando así toda la noche, en la que compartieron bailes, cigarros y alguna que otra confidencia. Al final de la fiesta, ya entrada la madrugada, Alba se animó a pedirle el teléfono, y ella también le dio el suyo.

- En realidad me llamo Alba Reche, pero Olivia también me gusta - confesó Alba con una sonrisa burlona-.

- Que bien que te guste, porque te vas a quedar guardada como Olivia para siempre, por graciosa - sentenció Natalia, mostrándole a Alba el contacto en su teléfono-.

- Podré vivir con eso, mientras te acuerdes de mi nombre real.

- No prometo nada - se encogió de hombros la morena-.

Natalia supo esa noche que Alba Reche iba a dejarle huella y no se equivocó en lo más mínimo.

Al día siguiente la rubia no dudó en ofrecer a Natalia un tour por los rincones más destacados de la zona y ésta aceptó sin pensarlo dos veces.

Acabaron pasando todo el día juntas y se sintieron tan cómodas la una con la otra como la noche anterior. Incluso más. Encajaban, sin duda.

Se hacían reír. Y se picaban mutuamente con cada detalle insignificante que conocían de la otra. Y se acariciaban el brazo o la espalda sin querer pero queriendo. Y se miraban más de la cuenta. Y se encargaban de ignorar que todo lo anterior pasaba.

Porque las dos tenían novio.

Alba le explicó a Natalia que llevaba desde mitad de curso saliendo con Isaac, su segundo novio. Le contó también cuánto lo echaba de menos, ya que el chico había sido obligado por sus padres a irse a algún lugar de Inglaterra durante los meses de verano para mejorar el idioma.

Natalia por su parte le habló de Mikel, con quien llevaba saliendo desde los dieciséis. Le relató como su novio podía considerarse ya como uno más de su familia, debido a la gran cantidad de horas que pasaba en casa de la morena. La navarra destacó también lo bien que se entendían desde siempre y como todo el mundo les consideraba una parejaza.

Pese a esa nueva información, nada pareció cambiar entre las chicas. Los encuentros de ambas aumentaban sin que ninguna de las dos quisiese evitarlo, fortaleciendo así un vínculo que les costaba describir, etiquetar o incluso entender.

Natalia se escaqueaba de las quedadas con Ici y sus amigos para irse a ver a Alba. No se cansaba de pasear una y otra vez por las mismas calles, de tomar el mismo helado sin lactosa en el banco de la plaza o de jugar a saltar las olas en la orilla hasta que alguna de las dos tiraba a la otra al agua.

Cualquier persona que las observara desde fuera, sería capaz de ver la química desbordante que había entre ellas.

- Ici, creo que Alba me gusta. Y yo a ella - confesó Natalia, incapaz de conciliar el sueño en la litera de arriba de la habitación que compartía con su amiga-.

Ici tardó menos de un minuto en subir a la cama de la morena y recostarse a su lado.

- ¿Ha pasado algo entre vosotras?

- ¡No! Tiene novio.

- Y tú - le recordó-.

- Y yo -reconoció-. Dios... es que me gusta todo de ella. Nunca me había sentido así, Ici, te lo juro.

- ¿Y qué vas a hacer al respecto?

- No sé.

Y seguía sin saberlo la tarde en que Alba y ella quedaron para ver el atardecer en la playa mientras bebían cerveza robada de la nevera de casa de la rubia.

Alba estaba sentada con la cabeza apoyada en el pecho de la otra, quién permanecía recostada con los codos anclados en la arena. La rubia recorría el mandala que cubría el brazo y parte de la mano de Natalia causando un leve cosquilleo en la más alta.

- Qué malota, ¿no? - la vaciló Alba girándose para poder mirarla-.

- Me lo hice a escondidas, la bronca no fue nada agradable - rió la morena-.

- Me encanta.

- A mí me encanta cómo te brillan los ojos con este sol - soltó Natalia sin pensar-.

- Nat - dijo simplemente Alba, desviando sin querer la mirada hacia su boca y acercándose casi de manera imperceptible-. ¿Tú también te das cuenta de lo que nos pasa, verdad?

Olivia | Albalia Where stories live. Discover now