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- Te dije que me habían gustado mucho las canciones. Y quiero quitarme la espinita de oscuridad que estaba presente siempre al pintarte. Te prometo que estas obras no son tan dramáticas...

Natalia todavía no sabía reaccionar. Se dedicaba a observar a la rubia mientras le contaba algunos detalles más de sus nuevas creaciones, hasta que no pudo contener la necesidad imperiosa de besarla.

Prácticamente interrumpiendo el discurso de sonrisa perfecta y ojos brillantes de Alba, Natalia se acercó lo suficiente como para rodear con sus manos su cintura y hacer que sus narices chocaran.

- Gracias por esto, Alba. Por mirarme así.

Tras esas palabras susurradas, esa vez fue la morena la que atrapó los labios de la ilicitana con pasión.

Alba, que no se lo esperaba, reaccionó rápidamente al beso, rindiéndose al momento.

El reencuentro de sus lenguas pareció jugar con el tiempo, volviendo al pasado, pero también congelándolo hasta que no tuvieron más remedio que separarse.

- No he podido evitarlo - justificó Natalia, una media sonrisa de Alba perdonó sus culpas-.

- Deberíamos... deberíamos comer algo ¿no? - propuso la artista, alejándose del peligro-.

Así lo hicieron, ambas disfrutaron de un entretenido almuerzo en un restaurante cercano, hasta que llegó la hora en que Natalia debía volver a sus obligaciones.

- ¿Cuándo nos volvemos a ver? - preguntó esta vez Alba, sorprendiendo gratamente a la navarra-.

- Me encanta que me hagas esa pregunta - aprovechó Natalia para acomodar el flequillo de la más bajita con gracia-.

- ¿Te parece si cenamos en mi casa el jueves, sobre las nueve o así?

- Me parece perfecto. ¿Vas a cocinar? - preguntó haciendo una mueca de desconfianza-.

- Claro que sí. No dudes de mis habilidades - amenazó la rubia con el dedo índice en alto-.

- Nunca me atrevería - rió la otra, poniendo su mejor cara de inocente-.

La morena acompañó a Alba hasta la puerta de la galería y se despidieron con un abrazo y un piquito torpe.

Natalia se dirigía hacia su moto cuando la voz de la rubia le hizo imposible no girarse.

- ¡Julia! ¿Qué haces aquí? - fue todo lo que llegó a escuchar la morena, antes de que la puerta de cristal se cerrara-.

La navarra no pudo evitar quedarse a observar la escena, contemplando así como la castaña se abalanzaba sobre Alba para rodearla tal como lo acababa de hacer ella y besarla demasiado cerca de su boca, casi en el punto exacto donde habían reposado sus labios hacía un instante.

Su mirada entrometida se cruzó entonces con la de la rubia. A ésta no le dio tiempo a interpretar sus ojos, puesto que la morena retiró rápidamente la vista de ese punto para marcharse.

- ¡Sorpresa, Albita!

- Julia... - empezó Alba, que seguía con la mirada los pasos de Natalia al alejarse-.

- Sí, ya, no hace falta que me lo digas. La sorpresa me la he llevado yo. ¿Quién era ese pibón?

- ¿Cómo? - preguntó la rubia sorprendida-.

- Os acabo de ver. Ahí había tensión de la buena. Con razón pasabas de mí. Ahora te entiendo - explicó Julia, y Alba no supo más que reírse-. ¿Es tu novia?

- No. Es bastante complicado en realidad.

- ¿Y si me lo cuentas con una cerveza en la mano? Que no podamos comernos el chumi porque estás pillada no quita que no podamos ser amigas.

Olivia | Albalia Where stories live. Discover now