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Natalia había quedado con Mikel la misma tarde en que éste regresó a Pamplona. A decir verdad, había sido el chico quien le había propuesto verse cuanto antes en su casa.

La morena se mordía el labio nerviosa mientras esperaba que su todavía novio le abriera la puerta. En cuanto lo hizo, Natalia solo pudo divisar un segundo la enorme sonrisa de Mikel, ya que el chico rápidamente la abrazó tan efusivamente que casi la levantó del suelo.

- ¡Hola, bebé! ¡Te he echado muchísimo de menos! - exclamó para seguidamente buscar la cara de la navarra y besarla-.

Natalia reaccionó instintivamente al beso, para cuando fue consciente de la situación, ya se habían separado.

Mikel, con una energía que desbordaba, guió a su novia hasta el sofá, donde ambos se sentaron sin soltarse, y empezó a contarle lo increíbles que habían sido sus días en el pueblo.

También le preguntó a Natalia sobre su estancia en casa de Ici, encargándose con la excusa de piropear su dorado tono de piel.

- Estás guapísima, cariño - aduló Mikel, dejando varios besos cerca de la boca de la morena, que mantenía una forzada sonrisa-.

Natalia intentaba encontrar el momento de empezar a soltar la bomba, pero por más que se lo planteaba al final de cada frase, no lo veía. Se estaba poniendo cada vez más nerviosa.

- Y, por supuesto, me he acordado tanto de ti que te tengo una sorpresita.

- ¿Una sorpresa? - cuestionó Natalia y el chico asintió algo inquieto-.

- Álvaro y yo hemos estado probando su nuevo programa de edición y me ha ayudado a hacer este corto para ti.

Mikel colocó el portátil en la mesita y le dio play al vídeo que había elaborado, mientras pasaba su mano por la cintura de la morena, acariciando su costado.

El corto consistía en cinco minutos de metraje en el que se sucedían escenas antiguas de ella y Mikel: abrazados, besándose, riendo y caminando de la mano por Pamplona. Con la única diferencia de que en los minutos finales, en vez de pasear por las calles de su ciudad natal, el fondo era substituido digitalmente con bastante poco acierto por la Gran Vía madrileña.

- ¿Lo has entendido? - cuestionó Mikel mirando a su chica con un claro brillo en sus ojos-.

- No - contestó ella, perdidísima-.

- ¡Que me voy a Madrid contigo!

- ¿Cómo?

- Lo que oyes, morena. En septiembre estamos tú y yo quemando la capital. ¡Estoy tan contento! - exclamó el chico acercándose a dejar un largo beso en los labios de Natalia, que permanecía en shock-.

- Pero...

- Al final he convencido a Álvaro, viviremos juntos él y yo. Así que no te preocupes que te dejaré tu espacio, como siempre.

- Ay, Mikel - suspiró Natalia, bajando la cabeza-. Yo...

- No hace falta que digas nada, amor. ¿Es que cómo me iba a separar yo de mi morenita? Si yo ya no sé vivir sin ti.

Mikel agarró con suavidad las piernas de Natalia y las movió de tal manera que quedara sentada a horcajadas sobre él.

Lo que empezó siendo un sentido beso, se tornó en uno caliente en cuanto el chico se deshizo de su camiseta.

- Maik... - susurró Natalia en un intento por reaccionar-.

- Te quiero, morenita. Te seguiría hasta el fin del mundo - le susurró con su mejor sonrisa mientras la navarra seguía en su mundo, tratando de reunir coraje-.

Mikel posó sus manos sobre las mejillas de la morena y coló su lengua sin dificultad en la boca de Natalia, quién se dejó, siguiéndole el juego como una autómata.

- Me moría de ganas de tenerte así. De hacer esto - susurró contra el cuello de Natalia, llenándolo de besos húmedos mientras se deshacía de camiseta de su chica-.

Y pasó. En ese momento Natalia olvidó totalmente el propósito con el que llegó a la cita, o hizo por olvidarlo, y se rindió a las tan conocidas atenciones de su novio, que se encargó sin saberlo de cubrir con sus huellas las caricias que cierta rubia había dejado en el alma y la piel de la morena.

- Nunca te contesté a las llamadas ni a los mensajes porque tardé menos de media hora en romper nuestra promesa - confesó Natalia sin poder mirar a los ojos a la Alba del presente-. Le iba a dejar y acabamos follando sin condón, Alba.

- ¿Sabes? En todos estos años, cuando pensaba en ti, una parte de mí siempre guardaba la esperanza de que hubiera alguna razón de peso, cualquier explicación lógica en la que no me traicionabas. Pero no. La verdad era tan simple y tan cruel como parecía.

- Lo siento.

- Te esperé tanto. Creí tanto en ti, en que ibas a aparecer en cualquier momento para decirme que, no sé, que perdiste mi número, que te había pasado algo, cualquier cosa...

- Alba...

- De un día para otro dejaste de hablarme, de cogerme el teléfono. Te borraste del mapa.

- No tuve el valor de hablar contigo. Me aterraba. No sabía qué coño decirte. Acabé cambiando de teléfono solo para dejar de ver "Olivia" en la pantalla porque me destrozaba saber que tú no te rendías y yo ya había metido la pata hasta el fondo - admitió Natalia-.

- Yo te juro que gasté tu número, no me cansaba de escuchar tu puta voz en el contestador. Porque no podía ser. Porque las dos dijimos que lo teníamos claro. Las dos.

- Alba, yo... - empezó Natalia sin fuerzas, pero se quedó sin saber qué decir, la mirada dura de la rubia la había dejado fuera de juego-.

Olivia | Albalia Where stories live. Discover now