37

12.1K 767 151
                                    

Ante la imagen, Natalia no pudo evitar acercarse a la cama de la chica y alargar su mano hasta la cabeza de Olivia, para acariciar con suavidad su pelo. Su hija no se movió, así que la pamplonica se esforzó en trazar patrones suaves que la ayudaran a encontrar paz.

- Intenta dormir, ¿vale? Tu cuerpo ha hecho mucho esfuerzo emocional y necesita descansar. Yo me voy a quedar aquí por si acaso. ¿Me dejas?

Olivia asintió como una autómata, por más que en su mente Natalia tuviera la culpa de la situación, sabía que eran sus manos, sus caricias y sus cuidados los que necesitaba para sentirse protegida y tranquila. Le costó muchas vueltas en la cama, varios sollozos reprimidos y unas cuantas lágrimas desembocando en su almohada, pero al final concilió el sueño.

Natalia había perdido la noción de las horas que llevaba en la misma posición, velando el sueño de Olivia y cerciorandose de que respiraba a un ritmo normal. No podía quitarle los ojos de encima.

Cuando miró el reloj y vio que marcaba las dos de la mañana, algo hizo click en su cabeza: la cena con Alba.

La morena se levantó para coger su móvil, que había dejado cargando en su cuarto para recuperarlo antes de salir hacia casa de la rubia, y volvió a hacerse hueco a los pies de la cama de su hija.

Al desbloquear el dispositivo, sus sospechas se hicieron reales. Quince eran las llamadas perdidas que la rubia le había dedicado, así como una decena de mensajes que pasaban de una simple burla por los minutos de retraso a la más clara indignación por el plantón injustificado.

Natalia descartó la idea de devolverle la llamada, debido a la hora que era, pero si envió un par de mensajes explicando la situación que acababa de vivir con Olivia.

A la desesperación por la tristeza que consumía a su hija se le añadía la situación con Alba que, aunque involuntaria, sabía que podía parecer muy diferente desde fuera.

Olivia se levantó a la mañana siguiente y se encontró con su madre durmiendo medio sentada en el hueco entre sus pies y el final de la cama.

- Mamá - la llamó-.

- Oli... Olivia, ¿estás bien? - reaccionó Natalia al instante-.

- Me duele un poco la cabeza - se quejó ésta, acariciando su sien-.

- Es normal, con todo lo de anoche... Has dormido bastante, ¿no? - apuntó la morena tras mirar su reloj, en minutos sonaría el despetador para ella-.

- Sí. Más o menos.

- Puedes dormir un poquito más si quieres.

- No. Me voy a hacer una bolsa y voy a pasar el fin de semana en casa de papá.

- Olivia... - susurró Natalia con los ojos aguados, no quería perderla de vista en ese estado-.

- Estoy bien - dibujó una falsa media sonrisa-. Prefiero estar con él estos días. Me ha dejado por tu culpa, entiende que no me apetezca...

- Basta, por favor - interrumpió Natalia, no quería escuchar otra vez esas palabras en boca de su hija, por más que supiera que seguramente le pediría perdón cuando pudiera pensar con claridad-. Está bien, haz lo que quieras y creas que es mejor. Pero si me necesitas...

- Te llamo. Sí.

Madre e hija desayunaron en silencio y salieron prácticamente al mismo tiempo de casa, despidiéndosde de manera fría.

Natalia se dirigió al bufete y en cuanto entró revisó el móvil, cosa que no había querido hacer con Olivia delante.

Alba no había leído sus mensajes. Decidió que ya era una hora más adecuada para llamarla.

La morena no llegaba a escuchar más de tres tonos cada vez que probaba, intuyendo entonces que la rubia estaba descartando cada uno de sus intentos y que, aun con el móvil operativo, no había querido ver sus mensajes.

Alba colgó por quinta vez la llamada de Natalia. Estaba en la galería con una cara de tristeza que ni el maquillaje que cubría sus ojeras podía disimular.

No había hablado del tema con nadie, puesto que María iba a hacer uso de un "te lo dije" que no le venía nada bien en ese momento, y Marina parecía no estar conectada con el mundo esa mañana. Estaría liada con los niños.

Un rato después, una notificación hizo que despegara sus ojos del ordenador, con el que trataba de cerrar un acuerdo de venta, y se encontrara con el ansiado mensaje de Marina.

Al pulsar para entrar a leerlo, Alba lo hizo sin querer en los mensajes de parte de Natalia que la rubia había ignorado a propósito.

No se dio cuenta de que eran los suyos hasta que reparó en el contenido de los mismos.

Y se sintió la persona más imbécil del planeta.

- Natalia - saludó a través del teléfono con impaciencia-.

- ¡Alba, por fin! Lo siento muchísimo.

- Lo siento yo muchísimo. Acabo de leer tu mensaje. ¿Cómo está Olivia?

- Mejor, más tranquila. Pasó una noche horrible, amaneció más calmada pero ha decidio irse con su padre el fin de semana - explicó la navarra nerviosa-. No soporto que me aleje estando así de mal...

- Ay, Nat - se preocupó Alba-. ¿Te parece si comemos, me lo cuentas todo con tranquilidad e intento ayudarte? Hago solo media jornada hoy.

- Por favor - suspiró la navarra, aliviada de que la rubia no se lo hubiera puesto difícil, sino que se ofreciera a ayudarla-. Paso por la galería sobre esa hora.

- Perfecto. Hasta ahora, Nat.

- Hasta ahora, Albi. Gracias.

- Y ahora me odia. Porque no es capaz de ver que es Jorge el que es un niñato imbécil que la cambia por otra porque le da igual mientras tenga un tarrito donde mojar el churrito en verano.

Alba había escuchado atentamente todo el relato de su acompañante, mientras se terminaban un menú del día en un bar cercano a su trabajo. Bueno, más bien Alba comía mientras Natalia se dedicaba a mover la comida con el tenedor, desganada.

La ilicitana podía ver claramente el estado de nervios en el que se encontraba Natalia y la cantidad de sentimientos contradictorios y dolorosos que la abrumaban.

- Está cegada, Nat. Es la primera vez que le pasa algo así. Y te culpa a ti porque está enamorada de ese tal Jorge. Que además seguramente la habrá tratado como una princesa hasta que le ha convenido.

- Le he roto el corazón a mi hija - suspiró Natalia, en actitud derrotista-.

- No digas eso porque no es verdad.

- Ella me dijo que no la castigara con eso, me lo dijo también Ici... que la dejara ir, que se merecía un verano como el nuestro - empezó de nuevo la morena-.

- Natalia, ese chico le habría dado la patada antes o después porque es un imbécil. No es tu culpa - la rubia atrapó con sus manos la de la navarra, mirándola a los ojos-.

- Ay... - suspiró la tatuada-. Es que no me puedo sacar de la cabeza su mirada de odio.

- Vámonos de aquí - propuso Alba de repente-. Vamos a mi casa. Estaremos más cómodas, éste no es lugar para hablar tranquilas e intentar encontrar una solución.

....

Sois unxs insensibles con Olivia y su corazón partío.

¿Veis como no era tan grave para nuestras pencas, que son personas adultas y maduras?

Olivia | Albalia Where stories live. Discover now