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Cuando llegaron al bar, se encontraron a María sentada en una de las mesas de fuera, con la capucha de una enorme sudadera blanca puesta y las mangas arremangadas, dejando entrever la infinidad de tatuajes que decoraban sus brazos. ¿Sudadera en verano como única prenda? Sólo María Villar.

La chica se encontraba abierta de piernas en la silla y con las manos juntas apoyadas en la mesa, expectante. Natalia la miraba con recelo, mucho no se fiaba.

- ¡Mari, te dije que te comportaras y nos recibes así! - protestó Alba nada más llegar, antes de besar su mejilla-.

- ¿Así cómo? Estoy normal - la rubia se levantó, se sacó la capucha y se dirigió a la morena-. Tú debes ser la churri de mi amiga.

- ¡Mari! - la regañó de nuevo Alba, ya roja como un tomate, pues las etiquetas era un tema que no habían tocado-.

- Tú debes ser Natalia - rectificó su amiga, finalmente-.

- Encantada, María - sonrió con timidez la navarra, dándole los dos besos de rigor antes de sentarse junto a Alba-.

- ¿Me pones dos cañas para la pareja del año, por fa? - pidió María al camarero, ganándose una mirada fulminante por parte de la ilicitana-.

- María me voy a levantar y me voy a ir - amenazó, Natalia movía la pierna frenéticamente, debido a los nervios, y solo se calmó cuando notó la mano de la rubia sobre su muslo-.

- Encima que intento ser simpática... - el bufido de Alba hizo saber a su amiga que se estaba acercando al límite-. Verás, Natalia, tú a mí no me caías muy bien, por razones obvias. Pero sí que tengo que admitir que desde que has vuelto a su vida, al furby le brillan los ojitos.

- ¡Cómo que Furby!

- Eres un Furby, churri, en eso tiene razón - afirmó Natalia, agarrándole un moflete-. Uno muy bonito.

- Buenoooo - alzó las manos María-. A ver, Willy Wonka, regla número uno, lo de Furby es para meternos con ella, no para usarlo como apodo cariñoso. ¿Estamos?

- ¿Qué me has llamado? - alzó las cejas Natalia-.

- Willy Wonka, Wonka para los amigos.

- ¿Es siempre así? - preguntó la navarra a Alba en un falso susurro-.

- Es siempre así, querida Wonka - afirmó Alba-.

- Oye.

- ¡Has empezado tú llamándome Furby! - se desentendió la rubia-.

- Basta de tonteo delante de mi ensalada - cortó la Mari, y se puso seria-. Wonka, ya estás soltando por esa boquita toda tu vida, que te tengo que dar el visto bueno. Las referencias digamos que no son las mejores así que a ver si lo compensas en las distancias cortas.

- ¿Cómo de cortas? - vaciló Natalia en un acto de rebeldía y se acercó peligrosamente a la madrileña, guiñándole un ojo-.

- Eh, pa' trás - la reprendió Alba, tirando de su camiseta-. Que la Mari tiene mucho peligro.

- ¡Contratada, Natinat! Me gusta tu estilo - devolvió el guiño de ojo-.

- ¿Natinat? - hizo una mueca la aludida-.

- Y espérate, sólo es el segundo apodo que te ha sacado y acabamos de llegar... - advirtió Alba-.

Las tres pasaron la tarde entre rondas de cerveza y preguntas cómodas e incómodas que sirvieron para que María cambiara radicalmente su opinión sobre Natalia.

Le quedó claro que era una persona sin maldad, que simplemente cometió un error hacía demasiados años.

Ser testigo de cómo Wonka miraba a Furby y viceversa le bastó y sobró a la Mari para subirse a ese barco al que había estado reacia.

Las conversaciones entre las tres parecían inagotables y Alba, al ver cómodas a su amiga y a su loquesea, propuso alargar el encuentro con una cena.

Y María propuso alargar la cena con un perreo en una discoteca.

Y Natalia, sucumbiendo a los ojos de gata que le puso Alba Reche, acabó aceptando el plan con un suspiro de resignación.

Resignación que se le pasó al ver cómo las dos rubias se movían en la pista, mientras ella se limitaba a hacerse la interesante, copa en mano.

Sus ojos no se separaron del cuerpo de la más pequeña en todo lo que duró la playlist de reggaeton del viejo que reinaba en el local.

Alba se sentía observada, deseada, atravesada y, obviamente, cachonda.

- Anda, ve a por Wonka que se va a correr de sólo mirarte y sería una pena que lo hiciera sola - gritó María en su oído-.

- ¡Mari!

- Ni Mari, ni nada. Mírala - desvió la mirada y pasó un brazo por el hombro de la más bajita-. Alba, ¡¿qué somos?!

- ¡Unas perras! - gritó la aludida su frase estrella y ambas carcajearon-.

- ¡Pues al ataque! - la empujó hacia la barra-.

- ¿Bailas, señorita? - le tendió la mano la ilicitana a su admiradora-.

- Estoy bebiendo, Albi - rechazó la morena con elegancia-.

- Llevas dos horas bebiendo - Alba le robó la copa y le echó un trago-. Esto es Coca-Cola, churri.

- Alguien tiene que conducir - se encogió de hombros-.

- Ay mi bebé responsable - se enterneció la rubia, rodeando su cuello para besar sus labios con sensualidad-. Baila conmigo, Nat.

- Prefiero mirarte.

- Me encanta que me mires - susurró en su oído, sin dejar de jugar con su nuca, arañándola sensualmente-.

- ¿Entonces? - levantó las cejas Natalia con obviedad-.

- Una canción solo, por fa - pidió-.

- Voy a hacer el ridículo.

- No seas mentirosa, bailas increíblemente bien.

- No me gusta el reggaeton.

- Ni te atrevas a sacar la vena de madre como excusa - se burló Alba-.

En ese momento sonó la trompeta inicial de "Ella me levantó" y la rubia simplemente arrastró a su presa hacia la pista gritando como una loca.

- Después de esto nos vamos a casa porque no me voy a aguantar el calentón - avisó la morena, al verse sin escapatoria-.

- Prometido - zanjó Alba a la vez que colocaba una de sus piernas entre las de la más alta y se pegaba a su cuerpo-.

....

¿Bailamos? Es juernes.

Olivia | Albalia Where stories live. Discover now