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Alba y Natalia pasaban la última noche de la navarra en Santa Pola tumbadas en una enorme toalla mientras contemplaban el cielo estrellado, alumbradas tan solo por una preciosa luna llena.

Sus manos se encontraban unidas y, con la restante se prodigaban suaves caricias la una a la otra, memorizándose.

- Nat - llamó Alba a la morena, causando que ésta girase la cara hacia ella-.

- Dime, Albi.

- Yo quiero estar contigo. En septiembre, cuando te mudes, me gustaría que empezáramos algo.

- Albi... - susurró Natalia que, con el corazón acelerado, sonrió tímidamente a la rubia-. A mí también.

- Creo... - prosiguió Alba, ante la reacción positiva de la morena- No, creo no. Estoy enamorada de ti. No me preguntes cómo, pero lo estoy. Mucho. De ti y de nadie más- enfatizó el mensaje tocando el pecho de la otra con su dedo índice-.

- Ay... - suspiró Natalia-. No tienes ni idea de todo lo que me haces sentir, Alba. Lo que me pasa contigo es tan intenso, tan diferente, que no sé ni siquiera ponerlo en palabras. Te quiero. Estoy segura de que te quiero de una manera que me desborda. Eres inevitable para mí.

- ¿Es eso una forma romántica de decirme que tú también querrías intentarlo? - dudó la rubia-.

- Por supuesto que sí, y no te burles de mis maneras - se quejó con un puchero adorable Natalia-.

- Me encantan tus maneras - admitió Alba y Natalia besó fugazmente su mejilla-.

- Para poder estar juntas como queremos, tenemos que solucionar algunos temas - recordó la morena-.

- Sí. Eso va a ser la parte más difícil. Pero si las dos lo tenemos claro... - tanteó Alba buscando aprobación en los ojos de Natalia, quién asintió fervientemente-.

- Lo tenemos claro. Clarísimo. Quiero estar contigo. No me importa nada más.

- ¿No te da miedo que esto sea como un espejismo? - preguntó Alba preocupada-. A veces se me pasa ese pensamiento por la cabeza...

- No. Esto es lo más real que he sentido nunca. Estoy segurísima, Albi.

- Ay, menos mal, me alegra tanto que lo veamos de la misma forma...- suspiró Alba aliviada-. Llevo días pensando en proponerte esto y decirte lo que me pasa contigo pero al final, ha tenido que ser la última noche... No me atrevía.

- Yo estaba igual - admitió Natalia, dejando un beso en la nariz de la rubia-.

- Me daba pánico que te fueras y esto - las señaló a las dos- se quedara aquí.

- Eso es imposible, Albi. Es que directamente no hay opción de que esto se quede aquí, me has puesto muy complicado no querer tener esta carita así de cerca siempre.

- Hagamos una promesa - propuso Alba-.

- ¿Una promesa? - cuestionó Natalia entrelazando todavía más sus manos con las de la rubia-.

- Sí. Prometamos que en cuanto les volvamos a ver, los dejamos. Y cuando pises Madrid seré la primera en ir a buscarte a Atocha para pedirte que seas mi novia.

- No sabes lo bien que suena eso - susurró Natalia contra los labios de la rubia, para después besarlos-. Lo prometo. En cuanto Mikel vuelva de sus vacaciones, lo hago.

- Yo hablaré con Isaac también cuando llegue de Bristol. Qué menos que decírselo a la cara.

- Sí, claro. Es lo mínimo que merecen - admitió Natalia-.

- Bueno, basta. Basta de hablar de ellos - decidió Alba y dejó un pico en los labios de la morena-. Esta noche es nuestra, futura novia. Así que disfrutémosla.

Tras esas palabras, Alba se incorporó para después tumbarse encima de Natalia. La morena rodeó con sus brazos el cuerpo de la más pequeña y buscó su boca.

- ¿Te estoy aplastando? - preguntó Alba-.

- No, bueno sí, pero me encanta que me aplasten.

- Genial, entonces - sonrió la rubia para después recorrer con sus dedos la cara de Natalia-. Eres preciosa.

- Tú sí que eres preciosa - devolvió el piropo Natalia antes de volver a besarla-.

Los besos, dulces y pausados al principio, subieron de intensidad debido al contacto casi total de sus cuerpos.

Natalia coló su mano bajo la camiseta de Alba, acariciando su espalda mientras que la otra subía y bajaba sus manos por los costados de la morena, por encima de la tela de su camisa.

En un movimiento casi involuntario, Natalia arqueó sus caderas en busca de mayor contacto con el cuerpo de la alicantina, quien correspondió al movimiento. La fricción, aún con tela de por medio, causó una descarga en la entrepierna de ambas, que se miraron encontrando en los ojos de la otra el deseo teñido de luna.

- Nat, vamos a... - insinuó Alba, refiriéndose al juego, y el fuego, que se iniciaba entre ellas-.

- Sí.

- Deberíamos parar - expresó la rubia con toda la sensatez que el momento le permitía-.

- Lo sé - admitió Natalia, sin poder evitar seguir trazando patrones abstractos en los costados de Alba, quien replicaba esos movimientos sobre la piel de la más alta-.

- Nat...

- Alba... Imagina que sólo existimos tú y yo esta noche. Nadie más - susurró la navarra, atacando la boca de la otra con todo el amor que supo-.

- Sólo tú y yo.

- Sí - respondió Natalia dulcemente-.

- ¿Crees que sabremos cómo...? - preguntó Alba en un ataque de inseguridad y Natalia se encogió de hombros, sin saber la respuesta-.

- ¿Quieres que paremos? - cuestionó la morena, ante la expresión de duda de la alicantina-.

- No, no. ¿Tú quieres parar?

- No. Quiero que lo hagamos. Quiero hacer el amor contigo, Albi.

Olivia | Albalia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora