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- Alba Reche - fue lo que respondió la morena finalmente-.

- Ah - frunció el ceño Manu-. Pues un placer, Alba Reche.

- Igualmente - respondió la rubia, aguantando una carcajada-.

- Te estaba preguntando por quién era, no por mi apellido - le indicó Alba a Natalia, mientras aprovechaban el atardecer para dar un paseo-.

- ¿Tú crees?

- Claro que sí, ¿qué le aporta a él saber mi nombre completo?

- Hombre pues Alba Reche es un nombre muy bonito. Eso le aporta - rió Natalia-.

- Se habrá pensado que soy una intrusa.

- Es que eres una intrusa.

- Oye, encima que te doy una sorpresa... - se quejó la rubia-.

- Eres una intrusa guapísima y con el nombre más bonito del mundo.

- Sí, sí pero no le has dicho quién soy - dijo con tono infantil-.

- Créeme que Manu sabe perfectamente quién es Alba Reche. Aunque solo sea por lo pesada que soy - confesó la navarra sacándole una sonrisa a la otra-.

La cita en el cine, pese a parecer idílica dado que iban a ver una peli de Disney, dio lugar a una discusión que casi echa a perder todo lo que ambas habían avanzado en la relación.

- Dos Coca-Colas y unas palomitas saladas grandes - pidió Alba, poniéndose de puntillas para llegar mejor al mostrador-.

- Una de palomitas dulces grandes - dijo al mismo tiempo Natalia-.

Al escuchar sus pedidos totalmente opuestos ambas se giraron quedando cara a cara.

- ¡Has dicho dulces, Nat! ¡Qué empanada! Saladas - le repitió a la chica que las atendía-.

- No, no. Dulces - contradijo la morena-.

- No me lo puedo creer - se llevó la rubia las manos en la cabeza-.

- No me puedo creer yo tu mal gusto - repuso Natalia-.

- ¿Qué les pongo al final? - intentó sacar algo en claro la trabajadora-.

- Disculpa un segundito, que nos ha surgido una discrepancia - pidió Natalia-.

- ¿Cómo que dulces? Ya no nos podemos casar - bufó fingidamente Alba, y la navarra abrió mucho los ojos-. Estamos en crisis, Natalia.

- Estamos en la cola de un cine, Alba. No seas dramática.

- Es que esto es un drama con mayúsculas - sentenció haciéndose la seria-.

- Mira, me pones por favor dos pequeñas, unas saladas y otras dulces - solucionó la morena-. Ves, se acabó el problema.

- No - refunfuñó Alba, aun cuando tuvo sus preciadas palomitas saladas entre las manos-.

- ¿Por qué? - rodó los ojos la más alta, engullendo de las suyas-.

- Porque a mí me gusta compartir palomitas. Que las dos metamos la mano a la vez y esas cosas.

- Luego la intensa de los clichés soy yo - protestó Natalia-.

- El cine es uno en sí mismo. Espero que para compensar hagas como que bostezas y me rodees con el brazo - pidió Alba, que ya no podía contener una sonrisa divertida en su boca-.

- Por supuesto, señorita. También tenía pensado meterte mano hacia la mitad de la peli. ¿O crees que los asientos en la última fila son aleatorios?

- Así me gusta, Lacunza.


- A ver si un día te traes a Natalia para que la conozca.

La propuesta de María hizo que Alba prácticamente escupiera la cerveza que estaba bebiendo.

- ¿Perdón? ¿He escuchado bien? - se aseguró la rubia de pelo corto, incrédula-.

- Sí - bajó la cabeza su amiga, jugando con su lata-. Es obvio que estás feliz. Tenías razón. Siento haber sido tan dura.

- ¿Qué? No te he oído bien - se quejó falsamente la ilicitana-. Repítemelo.

- Alba...

- ¿Sí? - contestó, instándola a que siguiera hablando-.

- Tenías razón, me pasé - volvió a admitir, provocando una enorme sonrisa en la otra-.

- Ay, qué satisfacción, oye - suspiró contenta-.

- Deja ya de burlarte de mí.

- Uy, no, no. Estoy disfrutando muchísimo este momento. María Villar admitiendo que no tiene razón en algo.

- Basta, rubia.

- Le digo que venga a tomarse algo con nosotras esta semana, que la siguiente ya me voy a Elche.

- Perfecto.

- Y tú te vas a portar como nunca en tu vida. ¿A que sí? La más maja, la más simpática, la más todo: la Mari - amenazó la ilicitana con el dedo índice en alto-.

- Le daré una oportunidad a la chavala - aceptó su amiga-.

- Me vale.

Natalia y Alba habían decidido pasar juntas el último fin de semana antes de la vuelta a casa de la rubia, aprovechando que Olivia se quedaba con su padre.

La ilicitana organizó para el sábado una quedada con María y se encargó de poner en situación a la morena antes de que se conocieran.

- Digamos que la Mari no estaba muy a favor de que me viera contigo - le explicó mientras caminaban de la mano desde donde habían aparcado hasta el local en el que las esperaba la susodicha-.

- Vamos que me odia - tradujo Natalia-.

- No, no, tampoco es eso - la tranqulizó-. Lo que pasa es que sabe todo lo que hubo entre nosotras, todo lo que pasé y a veces se pasa de protectora. Y cuando una persona es protectora y cabezota a la vez...

- Ya, difícil hacer que cambie de opinión - comprendió la morena-. ¿Y por qué me traes a tomar algo con ella si tan mal le caigo?

- Porque ya no le caes tan tan mal. Me ha dado la razón en que al final sí que había sido buena idea no cerrarte la puerta en la cara.

- ¿Sí? ¿Y eso por qué? - sonrió la navarra-.

- Pues porque ¿tú me has visto? - preguntó la rubia con obviedad-.

- Vamos que sí te he visto, no paro de verte - rió haciéndole un repaso con la mirada-.

- Lo decía por lo contenta, Nat.

- Ah, eso también - le dio la razón regalándole un pico-. Estás muy guapa contenta.

- Bueno, pues la Mari piensa lo mismo y por eso quiere conocerte ahora.

- Porque te pongo contenta - sonrió orgullosa Natalia y la rubia se mordió el labio de lo adorable que le parecía-.

- Ya te aviso de que no tiene ningún tipo de filtro y de que es un poco especial. Al fin y al cabo también ha estudiado Bellas Artes...

- Muy centraditos no estáis los artistas, ya - vaciló la otra-.

- Y menos mal.

......

Se va a venir la Mari.

Olivia | Albalia Where stories live. Discover now