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Natalia ya vislumbraba la casa de los Lacunza al final de la carretera, calculaba que no tardaría más de unos minutos en llegar a su destino.

Con suavidad, se encargó de despertar a Olivia, que llevaba dormida un par de horas. Tiempo en el que había estado sola con sus pensamientos. Que no eran pocos ni relajaditos, precisamente.

- ¿Ya llegamos? - se desperezó la joven-.

- Sí. La mejor copiloto de la historia sí eres, ¿eh? - ironizó la navarra-.

- ¿He dormido mucho?

- La mitad del viaje.

- Bueno, ni tan mal. ¿Se te ha hecho muy largo?

- Un poco.

- ¿Estás bien? - achinó Olivia los ojos, escudriñando a su madre-.

- Sí, claro - le regaló una tímida sonrisa tranquilizadora-.

- Mamá...

- Estoy bien, cielo. Sólo un poco nerviosa.

- No hay nada de qué preocuparse. Los abuelos van a estar contentos con las buenas noticias.

- No sé yo...

- Bueno, si no te ven contenta a ti, seguro que les cuesta más. Así que, ya sabes, cambia esa cara.

- Ay - suspiró-. Eres una mocosa pero siempre tienes las palabras justas. ¿Cómo puede ser?

- Tengo a quién salir - le guiñó un ojo Olivia-.

- Pelota.

- ¡Mira, la tía Elena! - señaló a la chica alta y rubia que asomaba por el balcón de la casa, saludándolas con la mano-.

- ¿Quieres bajar tú mientras aparco? - propuso Natalia-.

Olivia se limitó a abrir la puerta del coche, saliendo escopeteada de él, impaciente por lanzarse a los brazos de su tía favorita.

- ¡Qué guapa y qué mayor estás, enana! - gritó eufórica Elena, mientras la alzaba del suelo en un abrazo apretado-.

- ¡Pero si me ves en fotos todo el rato!

- No es lo mismo. Tenía muchas ganas de verte - besó su pelo-.

- Y yo a ti.

- ¿Y tu madre?

- Aparcando.

- Bueno - bufó- pues podemos ir entrando, que ya la conocemos...

- ¡Eh! ¿Qué dices tú, medio metro? Que yo aparco de lujo - le llamó la atención la morena, que se acercaba con los brazos abiertos-.

- Medio metro, ¿de qué? ¡Cómo vienes tú de graciosita! - contraatacó Elena-.

- Anda, dame un abrazo.

Las hermanas se abrazaron y las recién llegadas entraron a la casa flanqueadas por los brazos de Elena en sus hombros.

- ¿Y Santi?

- Haciendo la cena. Ahora dice que es realfooder o no se qué y le quiere cambiar todas las recetas a mamá.

- ¿Dónde están mis madrileñas favoritas? - las recibió Mikel con una sonrisa enorme-.

- Papá - susurró Natalia tras colgarse de su cuello-.

- Qué guapa estas, hija.

- Estoy como siempre.

- No, estás más guapa.

- Si tú lo dices... - le sonrió con ternura y dejó un beso en su mejilla-. Tú también estás muy guapo.

- ¿Y mi Oli? - la buscó con la mirada-.

- Aquí, abuelo - se acercó la chica-.

- Estás enorme, cariño - dijo mientras le acariciaba la cara-.

- Bueno, para ser Lacunza, un poco canija nos ha salido - interrumpió Santi, apareciendo por el pasillo y agarrando a Olivia por detrás, alzándola como si fuera una pluma-.

- ¡Oye! ¡Estoy por encima de la media! - se defendió la chica mientras saludaba a su tío-.

- ¿Qué? ¿Qué dices? No te oigo desde aquí - bromeó Santi haciéndose el sordo-.

- Santi, deja de meterte con mi hija que te arrastro.

- Hola a ti también, mamá oso - la saludó con un beso en la mejilla-.

- Vamos a saludar a la abuela, Oli.

Las dos pasaron a la cocina, donde María ultimaba los detalles de la cena.

- ¡Mamá, dios, cómo había echado de menos este olor! - expresó Natalia con gusto, llenando sus fosas nasales con el exquisito aroma a comida-.

- ¿Y a mí no me habías echado de menos? - reclamó poniéndose de puntillas para alcanzar mejor a su larga hija-.

- Claro que sí, una cosa no quita la otra.

- Pues que sepas que el menú de hoy lo ha hecho tu hermano. Que está muy fino con la comida y no me ha dejado ni echar la sal - explicó-. Si está malo, las culpas a él.

- Claro que sí. Mejor, mamá, así descansas tú un poquito. Que cocine Santi.

- ¿Y mi nieta favorita, qué? ¿No me va a dar un abrazo?

- Si es que no soltabas a mamá - se quejó Olivia-.

- Qué guapa y qué lista y qué buena es mi Olivia. Como su madre. Como mis tres hijos.

- Bueno, mamá, qué intensa.

- Ay, déjame, para un par de veces al año que os tengo a todos aquí...

- También es verdad.

El camión de amor que Natalia había recibido por parte de su familia la relajó automáticamente, tanto que la cena, a la que se unió también Carol, la mujer de Santi, estaba siendo de lo más tranquila y la tensión parecía haber abandonado su cuerpo.

Ni siquiera pensó en las preguntas que, inevitablemente, le harían desembuchar todas sus novedades.

- El bufete de Madrid ha crecido muchísimo este año, Natalia - explicó su padre-.

- ¿Sí?

- Sí, es la sucursal con mejor progresión. Estoy muy orgulloso - le dedicó una sonrisa sincera-.

- Yo también. Estoy muy orgullosa de mi equipo. Sobre todo de Sabela, que es quien ha liderado el proyecto.

- ¿Y tú?

- Yo... - pensó cómo soltar la bomba y una sonrisa tranquilizadora por parte de Olivia, le dio el empujoncito-. Voy a ascender a Sabela, papá.

- No lo entiendo - frunció el ceño-. Si ya es subdirectora...

- A directora. A mi puesto.

- ¿Cómo que a tu puesto?

- Voy a dejar el bufete. Estoy muy agradecida de todos estos años, pero no es lo que quiero hacer, no es mi vocación.

- ¿Y qué vas a hacer con tu vida? - a esas alturas, la conversación se había convertido en un partido de tenis para el resto de comensales-.

.........

Lo soltó la Natinat 💣

Olivia | Albalia Onde histórias criam vida. Descubra agora