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- Sí, claro que me doy cuenta. Pero no podemos, Alba - verbalizó por primera vez la morena, al ver cómo la situación se tornaba peligrosa y escapaba de su autocontrol-.

- No debemos - rectificó Alba, captando perfectamente a lo Natalia que se refería-.

- No debemos - le dio la razón-.

- Me gust...

- No lo digas - pidió Natalia, aunque lo leía en sus ojos, escucharlo de su boca lo haría real-.

- Me gustas mucho - hizo caso omiso la rubia-.

- Ay... - suspiró Natalia antes de rendirse finalmente a la obviedad-. Y tú a mí, Albi. Me encantas. Muchísimo.

- Eh, yo... - Alba rompió el silencio que sus miradas, clavadas con intensidad la una en la otra, habían creado-. Yo... lo siento, pero te tengo que besar.

- Hazlo, Alba. Bésame.

Natalia llevó su mano a la mejilla de la otra y dejó en ella una caricia casi imperceptible, pero que le sirvió para reafirmar su petición.

Ante la sonrisa tímida que le dedicó la rubia, Natalia cerró los ojos y se mordió ligeramente el labio inferior, esperando el ansiado contacto. No podían, no debían, pero estaban deseando hacerlo.

Alba se encargó de colocar un mechón rebelde detrás de la oreja de la morena antes de conquistar por primera vez su boca. Tras recrearse en los ojitos cerrados y la expresión expectante de Natalia, se acercó hasta rozar su nariz con la suya. La rubia suspiró para después acariciar con sus labios los de la navarra, apenas un roce que aceleró el pulso de ambas notablemente.

Lentamente se ocupó de atrapar su labio inferior entre los suyos, provocando así que Natalia entreabriera la boca, invitándola a entrar.

De la manera más delicada que supieron, ambas exploraron la boca de la otra, que se sentía cómo estar descubriendo la octava maravilla del mundo. Sus lenguas se enredaron, encantadas de conocerse y dispuestas a no soltarse.

Inevitablemente, poco después se separaron exhaustas, pero las manos de Natalia se posaron en las mejillas de Alba, asegurándose así de que se quedara cerca.

Como mucho a un beso de distancia.

Se sonrieron con los ojos, aunque no tardaron más que unos segundos en volver a buscar los labios de la otra. Se impregnaban por primera vez de un sabor que, aunque no lo sabían, llegarían a añorar por años.

En esa misma playa, días después, Alba dibujaba el mar revuelto en su inseparable bloc mientras Natalia rasgaba en silencio las cuerdas de su guitarra.

- Oye, ¿tú estás segura de que de verdad te hace falta la carrera de Bellas Artes? Yo creo que ya eres toda una artista - piropeó la morena-.

- Claro que me hace falta, tonta. Aprendo cada día, un montón. Y aunque no aprendiera, ya sólo el hecho de estudiar lejos de casa, conocer gente nueva y todo eso... es super guay - explicó la rubia-. Verás como te va a encantar el ambiente universitario de Madrid.

- Tengo muchísimas ganas, ¿sabes? Siento que Pamplona muchas veces me ahoga. No veo el momento de mudarme a la capital y estudiar lo que me gusta. ¡Con lo que me ha costado convencer a mis padres de que no quería ser abogada sino dedicarme a la música!

- Es tan difícil hacerles entender que el arte y las humanidades son tan válidas como lo que estudiaron ellos... - se quejó Alba-.

- Yo creo que el problema es que quieren que seamos como ellos. Mi padre ya me visualizaba abriendo una sucursal de su bufete en Madrid. ¡Ni de coña! Por suerte entre mi madre y yo hemos conseguido que me deje estudiar Teatro Musical.

- Ay, Nat. Te va a ir tan bien... - auguró Alba, acercándose a besarla-. Con la de oportunidades que hay en esa ciudad enorme, seguro que alguien se enamora de tu talento. Y yo estaré ahí para verlo.

- ¿Me dejarás tocar en las fiestas de tu galería super guay y super exitosa? - rió Natalia-.

- Por supuesto - afirmó y la besó de nuevo, apartando esta vez la guitarra de en medio de las dos-.

- En septiembre estaremos viviendo en la misma ciudad, ¿no te parece una locura?

- Sí. En realidad todo desde que te conozco me lo está pareciendo.

- ¿Qué vamos a hacer? - preguntó Natalia con preocupación en sus ojos-.

- ¿Podemos no hablar de eso ahora? Nos queda más de una semana por delante. Olvídate.

- No me es tan fácil olvidarme de que le estoy poniendo los cuernos a alguien y encima lo hago feliz, como si fuera lo más normal del mundo.

Esa respuesta provocó que los besos cesaran durante el encuentro y la culpa se encargara de nublar esa tarde de verano.

Olivia | Albalia Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon