Capitulo 42

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*POV Natalia

Me puse de pie en unas gradas que habían al lado de las ventanas, en el cuarto blanco con olor a hospital veía la luna a lo lejos, pequeña, brillando, libre. Cuando llegué a este lugar tenía la seguridad de que no soportaría mucho tiempo sin antes enloquecer. Vi mi brazo y moví la pulsera que Alba amarró más temprano, por primera vez en mucho tiempo supe lo que era extrañar a alguien.

Sabela, mi enfermera, entró para ver qué hacía. No se tardó mucho, siempre respetándome.

Estoy siendo constantemente vigilada, simplemente aislada de todo y de todos, nosotros, los que estamos aquí, parecemos los miserables de la sociedad, lo que es una pena.

Me senté y vi mi maleta aun intacta, suspiré y la abrí sacando los dos portarretratos que había traído, uno con una foto de mi familia y el otro con una de Alba. Puse ambos a un lado de la cama, en la repisa. En el mismo instante la puerta se abrió y Sabela volvió a entrar.

-Querida, ¿estás sintiendo algo? -preguntó, negué con la cabeza -¿No tienes hambre? Me enteré que no quisiste comer. -nuevamente negué -Natalia, cierto? -asentí -Los medicamentos son fuertes, no puedes tomarlos con el estómago vacío, necesitas comer algo.

-No tengo hambre. -respondí, sin mirarla.

Me da vergüenza estar aquí, vergüenza al saber que ella sabe lo que hice para estar en este lugar.

Se completó una semana y yo ya me sentía sin fuerzas. Pasé el dedo por mi brazo, sobre las marcas que dejaron las agujas inyectada, los medicamentos vienen siendo lo suficientemente fuertes, tanto como para impedirme pensar en las drogas, sin embargo es difícil no hacerlo estando en un lugar tan deprimente como este. Cada vez que mi cuerpo comienza a mostrar signos de que está a punto de enloquecer, con temblor y sudor en las manos, aumentan mis dosis.

Me quedé en el cuarto, a pesar de que trataron de obligarme a ir a al jardín para respirar aire puro. Sabela se había vuelto en mi única compañía, ya sabía prácticamente todo sobre mi vida.

Ella tiene 28 años y es la enfermera más simpática del lugar. por el simple hecho de no verme con pena, como todos los demás por aquí parecen hacerlo. En algunas ocasiones ella me recuerda a Elena, es un poco loca, dura y adora pasar dándome clases de moral, desafiándome a hacer bien las cosas.

Si todo esto ya no basta para estar desesperada, aun está la nostalgia.

Por ver el sol. Pasear libremente. Mi casa. Alba.

La guitarra se volvió mi gran compañera aquí dentro, ahora que tengo todo el tiempo del universo estoy intentando componer una canción. Una canción para ella.

Suspiré, viendo de reojo la pulsera que no tuve el coraje de quitar. Es la única cosa solida que tengo de Alba.

-Buen día, Lacunza. -entró Sabela al cuarto, sonriendo.

-¿Esto es bueno? -me referí a la bandeja con medicamentos que cargaba.

-Tienes que estar feliz por verme, chica. -dejó la bandeja en la cómoda -No todos tienen esa suerte. -rodé los ojos -¿Cómo pasaste la noche?

-Normal. -me encogí de hombros.

-Si sabes que no debes esconderme nada, no? -asentí -Está bien, te daré un voto de confianza. -preparó las medicinas -Ahora, sé una buena niña y tómate esto.

Hice una mueca, pero obedecí.

-Bien. -sonrió -¿Qué tal ahora? -negué -Vamos Natalia, vas a entrar en depresión si sigues así.

The Exchange (ALBALIA)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang