Capitulo 66

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*POV Natalia

Suspiré, pasando mis manos aun temblorosas por el cabello, me alejé de la ventana, soltando el teléfono, recogí todo lo que estaba sobre la mesa y abandoné la oficina. Miradas curiosas se enfocaron en mi rostro, los ignoré, sin paciencia.

Caminé con pasos firmes, decidida en alcanzar la salida y encerrarme en casa. Pero...

-Señorita Lacunza. -me llamó Pedro. Giré un poco, arqueando una ceja -La estuvieron buscando.

Respiré hondo y me acerqué al mostrador, soltando los papeles que llevaba en las manos, mientras esperaba que él prosiguiera.

-Ella no me dejó el nombre...

-¿Ella? -fruncí el ceño -¿Era mi hermana?

-No, claramente no era la señorita Elena.

-¿Dejó algún recado? -él negó -Diablos, ¿qué quería esa persona?

-Solamente preguntó si usted estaba en su oficina, decidí comunicarme por si estaba esperando a alguien.

-¿Cómo era ella?

-Estatura media, cabello cortó y rubio... -entrecerró los ojos, esforzándose para recordar más -...una mirada intensa.

Tambaleé. El golpe fue fuerte, haciendo que el color se quitara de mi rostro y que un nudo en la garganta pareciera estrangularme.

-¿Se siente bien? ¿Le gustaría un vaso de agua? -negué con la cabeza, incapaz de responder con palabras.

No sé cómo llegué hasta el sofá. Mi pulso estaba acelerado, el sudor en mis manos mojaba las hojas que cargaba. Mi cuerpo temblaba. Solamente de pensar que ella estaba tan cerca... Casi podía sentir su dulce aroma expandido por la recepción.

Tragué seco. Las ganas de llamarla y preguntarle porqué no subió, porqué no me buscó, eran prácticamente torturantes. Cielos, solamente Dios sabe lo bien que me haría saber que ella me extrañó. Tuve la certeza de que así la viera no importaría nada más, simplemente la tomaría en mis brazos. Indiscutiblemente no tengo ningún poder sobre mí cuando ella está cerca.

*POV Alba

El café ya se había enfriado, mis labios formaban una expresión de derrota, solté la cuchara, cansada de estar moviéndola en la taza frente a mí. Mis pensamientos estaban lejos. O tal vez, ni tanto, estaban a dos cuadras.

Los ojos, los malditos ojos aparecen en mi cabeza cada vez que cierro los míos. Es imposible vivir así. El arrepentimiento ya había brotado en mi corazón hace mucho tiempo, sin embargo no lo dejaba propagarse. Hoy, desistí.

Desistí porque es inevitable pensar que pude haber entrado a su oficina y haber sido recibida por una linda sonrisa. Intercambiaríamos uno o dos besos y ella me preguntaría cómo pasé la noche, aunque hubiese sido, lo más probable, en sus brazos. Haría berrinche hasta sacarla de su trabajo y arrastrarla hasta la cafetería conmigo, compartiríamos un pedazo de pastel y pasaríamos riéndonos todo el rato. Sabiendo que el mundo no importa cuando las dos estamos juntas.

Y sin duda ya había terminado mi café hace siglos.

Suspiré cansada. Cada día que pasa siento el abismo entre nosotras aumentar. Y pierdo más y más el coraje para enfrentarla. De correr el riesgo de verla correrme.

Mi celular sonó, vi la pantalla. Marina.

-Hola, princesa! -atendí, rápidamente. Mi hermana, ahora con casi once años vibró al otro lado de la línea al contarme la novedad.

-Voy a pasar las vacaciones contigo. -una sonrisa se pintó en mi rostro -Tata, iré a Miami! -gritó.

-¿Mamá te dio permiso? -abrí completamente mis ojos, sintiéndome fortalecida por la noticia.

The Exchange (ALBALIA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora