Capitulo 76

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*POV Alba

No hizo falta abrir los ojos para darme cuenta que Natalia no estaba a mi lado. No la sentí ahí. Aun un poco soñolienta me senté en la cama, entreabriendo los ojos para poder ver la hora. Me llevé un susto al constatar que ya pasaban las diez. Cielos, Julián debe estar a punto de colapsar.

Recorrí los dedos por mi cabello despeinado mientras bostezaba, aun un poco aturdida y demasiado lenta para actuar. Vi las sabanas desacomodadas y sonreí, al recordar la noche anterior. Obviamente Natalia no se conformó con algunos besos. Y yo tampoco.

Arqueé una ceja al escuchar un ruido de algo cayendo en la cocina, seguido de un lamento y un murmuro furioso. Me levanté y me arrastré hasta allá, intentando entrar en silencio. Me quedé viendo la espalda desnuda de Natalia y mordí los labios, antes de acercarme, abrazarla por detrás y depositar un beso en su piel.

-Buen día... -susurré, antes de limpiar mi garganta esforzándome para que mi voz saliera normal.

-Rayos, te iba a llevar el desayuno, pero me atrasé un poquito. -se volvió, con un gesto gracioso en el rostro. Sonreí, dándole un suave beso en los labios.

-No hay problema, pero, si es tan importante para ti, puedo regresar y fingir que estoy durmiendo. -bromeé. Ella rió, roncamente.

-¿No estás molesta? -pregunto.

-¿Molesta? No que recuerde ¿por qué?

-Por no haberte despertado. Y haber llamado a la clínica avisando que no irás hoy. -sentí su miedo al decirme, entonces suspiré.

-Natalia, eres mi mujer ahora y no me importa que interfieras con la clínica. -llevé la mano a su rostro -Fui muy estúpida aquel tiempo en el que huí, en el que no te dejé escoger entre ayudarme o no. -acaricié su rostro, sonriendo -Y, de cualquier forma, si no hubieras avisado, ya lo habría hecho. Es bueno matar el empleo a veces, para estar con quien amamos.

-

Algunos días pasaron desde nuestra discusión y puedo decir que cada día estamos mejor y más enamoradas. Conseguimos, por fin, estabilizarnos y acostumbrarnos a nuestra vida de casadas, lo que realmente es una bendición.

-Dios mío, aquél no es...? -entrecerré los ojos, aun con los dedos entrelazados a los de Natalia quien estaba ajena a mi especulación sobre un hombre varonil y conocido que estaba a pocos metros de nosotras -Sí, sí es. -exclamé, consiguiendo atraer la atención de Natalia de unos de los libros que estaba en sus manos, en la librería del centro comercial.

-¿De quién estás hablando? -observó mi rostro por unos segundos antes de seguir mi mirada.

-Natalia, ese de allá es Joan! Sí, estoy segura. -sonreí, ya arrastrándola hasta mi viejo compañero de teatro.

-Alba? -su voz era más gruesa de lo que recordaba y una sorpresa mezclada con un gran animo me hizo sonreír más abiertamente -No puedo creerlo! -él rió, abriendo los brazos, esperando que yo fuera hasta él. Lo hice, obviamente, hasta porque sería patético dejarlo en esa posición por mucho tiempo -Te desapareciste! Hace tantos años... -me soltó, para poder verme -Estás maravillosa. -sonrió.

-Gracias, tú también lo estás. -dije sincera -Sí, vaya, que locura. -dije aun trastornada. Hasta que escuché a Natalia limpiar la garganta. Me volví para verla y su expresión no era de las mejores. Arqueé una ceja, intentando entender -Joan, ¿recuerdas a Natalia? -la tomé de la mano.

-Claro que la recuerdo! Tu tormento particular... -bromeó, haciéndome reír.

-Actualmente es mi mujer. -completé.

The Exchange (ALBALIA)Where stories live. Discover now