Capitulo 65

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*POV Natalia

Alisté las maletas, con el silencio ensordecedor ofendiendo mis oídos. Cerré las ventanas y bajé las cortinas, mientras mis zapatos se chocaban contra el suelo de madera del segundo piso. Cuando regresé a la habitación para buscar mis cosas el dulce perfume de Alba me hizo temblar. Caí sentada sobre la cama, con la cabeza entre las manos. Alcé la mirada y la enfoqué en un punto cualquiera, mientras luchaba contra las probables lagrimas.

Después de unos minutos, bajé las escaleras, chequeando si había dejado todo en orden. Tomé las llaves que colgaban detrás de la puerta y -después de sacar el auto- tranqué la casa.

Todo fue hecho automáticamente. Mi corazón sigue mal, con una cicatriz que no creo que se vaya a curar tan pronto.

Pasé al café de la Nana para despedirme. Apenas entré la campanilla sobre la puerta sonó, haciéndole prestarme atención.

-Oh, Natalia! -me sonrió amablemente. En segundos me abrazó con cariño. Estaba tan frágil que necesité controlarme para no flaquear frente a ella -¿En dónde está tu amiga? -preguntó, cuando me soltó.

-Ella... -tragué seco -...tuvo que irse.

-¿Por qué?

-Problemas. Creo. -sonreí. Sin muchas fuerzas.

-Querida, cuéntame, ¿ustedes discutieron? -negué -¿Entonces en dónde está aquel brillo que había en tus ojos?

Suspiré.

-Te prometo que cuando sepa lo que pasó serás la primera en saberlo. Pero, ahora vine a despedirme.

-Ya?

-Si. Ya tengo el auto listo, partiré hacia Miami en cuanto la señora me prepare algún bocadillo para el viaje. -bromeé.

-Te prepararé algo especial, mi niña.

Y de verdad, ella cumplió mi capricho. Y encima de todo no me dejó pagarle.

Entré al auto y la sonrisa en mi rostro desapareció. Me sentí sola y frágil nuevamente. Respiré hondo varias veces seguidas antes de dar partida. Y retomar mi vida. Sin Alba.

El sol se iba poniendo a medida que me acercaba a Miami. El cielo se pinto de un color naranja, mientras la brisa entraba por la ventana del auto. Un clima perfecto para estar la lado de alguien especial.

Una amarga sonrisa brotó en mis labios antes que me diera cuenta. Suspiré, si hubiera sabido que ayer sería mi última noche con ella la hubiera aprovechado mil veces más. Hubiera hecho todo diferente. Con más calma.

No hubiera cerrado los ojos.

¿Pero cómo predecir algo inesperado? Ni siquiera soñaba que iba a despertar y ella habría partido. Pisé el freno un segundo antes de pasar por un hueco. Diablos, no puedo estar distrayéndome así mientras conduzco.

La distancia parecía haberse duplicado, me sentía exhausta. Apoyé el brazo sobre la ventana abierta mientras conducía con una sola mano. El sonido de mi celular me obligó a arrastrar la mirada hasta el asiento del copiloto en donde lo había dejado junto a mi bolsa, documentos y el recipiente vacío de los panecillo que me preparó la Nana.

Elena.

Sabía que llamaría. Tarde o temprano. Negué con la cabeza y la ignoré, sin paciencia para explicarle todo. Mi hermana tiene el don de hacer que las personas sientan pena de si misma. Y eso no es algo que quiera ahora.

Un auto se detuvo al lado del mío cuando necesité desacelerar para pasar frente a la policía. Una familia. Ellos bajaron los vidrios y asintieron en mi dirección, la mamá levantó algo que estaba en su regazo. Mi libro.

The Exchange (ALBALIA)Where stories live. Discover now