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Chester Phillips Black era un hombre, por supuesto, de renombrado título, muy prestigioso en realidad, pero todo debido a su familia

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Chester Phillips Black era un hombre, por supuesto, de renombrado título, muy prestigioso en realidad, pero todo debido a su familia.

Era un hombre bastante arrogante, egoísta, petulante, y, carente de humildad, y esto, afortunadamente, William Pennington lo sabía muy bien. Pues, había tenido el desdichado honor de escuchar a sus más cercanas amistades hablar mal de aquél hombre.

-Por supuesto que quiere invitarme a su prestigiosa reunión. -Se dice William a sí mismo-, Por supuesto que lo único que desea es encargarme, quizás a súplicas, un caso que por supuesto rechazaré.

No obstante, aunque la ocasión, la carta, y aquella rica familia le parecían a William demasiado ridículos, no veía problema alguno en aceptar aquella invitación, así que se dispuso a escribir una carta como respuesta a la anterior.

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Buen día, sr. Black. Me complace responderle afirmativamente a su invitación. Estaré allí el próximo 02 de octubre. Agradezco por supuesto que se haya tenido el valor de invitarme, aún sin haber tenido el placer de conocernos en persona, lo cual parece un tanto particular.

Atentamente, sr. William Pennington.
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Sí, probablemente se iba a plasmar una victoriosa sonrisa en la cara de Chester al recibir aquella carta, sonrisa que, probablemente se desvanecería al apreciar los negativos resultados en dicha reunión.

Los resultados que, la verdadera propuesta de Chester tenían la intención de realizar.

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Hacía rato que Johanna Simnet había llamado a casa de los Blair, revelando haber visto a Christina Blair, sola, ebria o quizás drogada, en medio de una vereda en el Bonshard street.

Charlie había salido en seguida de casa en cuanto recibió aquella llamada.

Al encontrar a Christina tirada en el suelo, absorbiendo un misterioso polvo en aquella vereda, lo primero que hizo Charlie fue darle una bofetada en la cara tan fuerte, que logró girarle la cara justo hacia la otra esquina.

Christina se queja del dolor, su rostro ahora yacía rojo, tirado en el suelo, y su nariz con una pizca de sangre que parecía estar adornando su cara.

-¡Eres una maldita! -Le grita Charlie a su hermana mayor, se dejó liberar un poco debido a que no habían personas al rededor que estuvieran viendo.

-Me duele... -Dice Christina con poca conciencia.

-¡¿No tienes si quiera un poco de consideración por Ana y por mí?! Ella debe ir a trabajar, necesita el dinero. ¡¿Y tú?! Te largas sin decir nada, dejando tus tres pequeños demonios a cargo de Emily y de Ana. ¿No te da vergüenza, si quiera?

-Lo siento. -Murmura Christina aún en el suelo. La droga ahora no parecía hacer mucho efecto.

-¿Lo sientes? ¡¿En verdad?! -Al decir esto, Charlie le otorga unas dos patadas en el vientre.

Aquella mujer grita del dolor, debía doler casi igual que una patada en los testículos de un hombre. Pero ella podía soportar, quizás sí.

-¡Vámonos ya! -Le grita Charlie-, ¡Y deja de comportarte como una perra!

Sí, él detestaba a su hermana.

Pero, era buen hermano, pues se encargaba por lo menos de ella, al menos no la dejaba en la calle con sus tres hijos pidiendo limosna. O bueno, esto era lo que pensaba Christina.

-Anastasia no me saca tanto de quicio como tú, lo juro. -Dice Charlie mientras conduce el auto.

Christina se encontraba en el asiento trasero, aún algo adolorida.

-Ya sabes, cuando te pregunten qué te pasó, dirás que algún loco te golpeó en la calle mientras tú te drogabas, ¿Oíste?

Christina asiente, aún con poco consentimiento. Pues, de no estar tan drogada probablemente le respondería a Charlie o le reclamaría por sus terribles comportamientos hacia ella, contando las agresiones físicas.

Pero, era poca la conciencia que ahora tenía.

Charlie era un hombre bastante guapo, tal vez más de lo que debería. Era muy atractivo y responsable a los ojos de cualquiera, pero, cuando algo le enojaba de veras, actuaba tan salvaje como un animal en plena selva. Sus veintiocho años de vida le habían dado a entender que él tenía mal carácter, y que difícilmente lo podría renovar.

Al llegar a casa, Christina comenta que un hombre la golpeó en la calle antes de que Charlie llegara por ella. Emily se creyó el cuento en su totalidad, pero, desde luego que no Anastasia.

-¡¿Por qué hiciste eso?! -Le reclama Anastasia a su hermano.

Ambos a solas en el balcón.

-No te confundas, sólo le dí una bofetada y dos leves patadas en el abdomen, ¡No fue nada! ¡Ni siquiera sintió dolor de lo drogada que está!

-Sus hijos están aquí, ¿Qué crees que deben saber al respecto? Son a penas unos pequeños. -Le dice Anastasia.

-No es mi culpa que haya dado a luz a niños tan insoportables. -Comenta Charlie-, Creo que me da muchos deseos de no tener hijos jamás.

-No te desvíes del tema. ¡También le jalaste con severa fuerza los cabellos! -Dice Anastasia-, Le ví en la cabeza un moretón y pelos sueltos.

-No, allí sí me atrevo a decir que te encuentras errada. -Aclara Charlie-, Ya te dije que sólo fue una bofetada y dos patadas, ¡Nunca le jalé los cabellos!

-¡Dí lo que quieras! Yo sé que lo hiciste. -Al decir esto, Anastasia se retira.

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Jackson Corner estaba ahora en su casa tomando un baño caliente. Cuando, alguien llama al teléfono de la casa, y, este sale del baño velozmente a atender.

Al tomar el teléfono que permanecía conectado a la pared, Jackson dice:

-¿Sí? ¿Quién es? ¿Brahms?

No se oye nadie tras la línea.

-¿Hola? -Vuelve a decir Jackson.

Luego, una grave y desconocida voz se oye tras el teléfono, diciendo lo siguiente:

-Pude ver cómo golpeabas a esa indefensa mujer en la vereda hoy. Fue satisfactorio ver semejante comportamiento, en manos de un hombre que tiene mucho qué perder. Él está orgulloso de tí, y de todos nosotros.

El semblante de Jackson ahora está pálido, asustado y confundido.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora