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—¿Qué? ¿En serio? —Pregunta Pedro asombrado.

—Pues, William Pennington es bastante atractivo, y pese a mi esfuerzo aún no le he hallado un defecto notorio. —Confiesa Anastasia—, Creo que me gusta, me gusta mucho. Pero... Él no se fijaría en alguien como yo, y menos en estas circunstancias y en pleno caso.

Pedro piensa unos segundos, y luego le dice a la mujer junto a él:

—Lo siento, si hubiera aquí lugar para alguna relación amorosa, pues probablemente no sería entre ustedes dos. William está... Está enamorado de otra persona, aunque desgraciadamente para él no le es conveniente.

—¿Por qué no es conveniente? —Anastasia frunce el ceño.

—Eso no puedo responder. Pero por favor haga caso a lo que le pido, si tiene usted algún sentimiento por William Pennington, debería extingirlo pronto, es lo mejor. —Le sugiere Pedro. 

Minutos después, Pedro vuelve con William, y este le pregunta en seguida:

—¿Viste a Anastasia Blair? ¿Cómo está?

—No creo que te importe mucho. —Le aclara Pedro.

—No fuí tras ella porque pensé que estaría enojada conmigo por lo acontecido con Henry. Pero sí me importa su estado. —Responde William.

—¿Y por qué te importa cómo se encuentre ella? —Le pregunta Pedro.

William responde casi al momento:
—Porque ella es el único familiar libre de Christina Blair, y cuando yo llegue hasta el fondo de este caso, será bueno que ella esté en un adecuado estado para interpretar la noticia.

—¿Sólo por eso te importa su estado? —Pregunta el jóven Pedro.

—Pues claro, ¿Por qué más habría de importarme? —Dice el detective—, Ella es parte de este caso y puede colaborar en algo.

—Bien, de igual forma no importa ya. Ella está mejor, se adentró nuevamente al funeral a retirar unas cosas, y luego creo que se dirigirá a su casa. —Informa Pedro.

—De acuerdo. ¿Y está ella enojada conmigo? —Pregunta el detective, con cierto interés.

—No, no. —Niega Pedro—, Y si lo estuviera, ¿Te importaría?

—Probablemente no. —Responde William—, Ya no importa, vámonos. Hay ciertas cosas que tengo pensado hacer.

~~~

Luego de una o dos horas, Jackson Corner estaba reunido con su abogado y amigo íntimo, el señor Windom. Ambos se hallaban jugando al billar en un club, charlando además.

—¿Por qué repentinamente deseas saber la verdad acerca del asesinato de Christina? —Le pregunta Brahms—, Antes no habías mostrado ni el más mero interés.

—Es que he estado pensando muchas cosas, en mi pasado con Christina, nuestra relación, y no puedo evitar sentir curiosidad por lo que le sucedió realmente, desearía saber. —Le pide Jackson—, Y si tú sabes algo, desearía que me lo dijeras. Sólo para estar tranquilo respecto al asunto.

—¿Y por qué piensas que yo sé algo? —Pregunta Brahms mirando con descaro.

—Es que tú sabes muchas cosas. Tus contactos, tus sitios comunes de visita.

—¿A qué te refieres? —Brahms mete una de las bolas en el hoyo, y luego sonríe victorioso.

—Me refiero a que tú conoces al padre Rashford, y el asesinato ocurrió justo en su iglesia. Probablemente él te habrá dicho algún movimiento extraño que percibió, o alguna sospecha. —Dice Jackson.

—Dime algo, Jack. ¿Aún sentías algo por Christina, verdad? —Le pregunta Brahms, disminuyendo el tono de voz.

Por supuesto que Jackson Corner ya no quería a Christina desde hace mucho, la aborrecía y bastante que se lo manifestó a Brahms; pero, ahora era mejor contestar algo diferente.

—Sí, ahora me he dado cuenta que quizás la seguía queriendo, aunque fuera un poco. Me dolió, muy en el fondo me dolió lo que le sucedió. —La verdad era que no, ni Jackson Corner creía sus propias palabras ahora, pero esperaba que su amigo sí las creyera.

Segundos después de miradas inquisitivas por parte de Brahms, este por fin le dice a Jackson:

—Muy bien, te diré algo... El padre Rashford me comentó que, en efecto, la criada esa, Emily Rutt, le llamó para pedirle que fuera a su casa a rezarle un poco, entonces, aquella mujer también le confesó ciertas cosas que sabía y que no había revelado por miedo. —Dice Brahms.

—Bien, continúa. —Le pide Jackson impaciente.

—Según lo que le dijo la criada, ella salió de casa a seguir a Christina Blair en la madrugada, tu esposa caminaba ebria como siempre, pero, alguien le acompañaba y la guiaba por la mano a la iglesia. Parecía ser un hombre, pero fue alguien a quien Emily reconoció. El extraño sujeto la guió hacia su muerte.

—¿Sabes el nombre de aquél hombre? ¿Del sujeto? —Pregunta Jackson.

Brahms ríe descontroladamente, y luego contesta:

—Lo siento mucho mi amigo, pero le prometí al padre Rashford no revelar el nombre de ese hombre. Así que no puedo decirte el nombre exacto de quién asesinó a Christina.

—¿Qué? ¿Pero sí lo sabes? ¿Sabes el nombre de ese sujeto que la asesinó? —Pregunta Jackson aún impaciente.

Brahms lo mira fijamente, y sin titubeo alguno contesta:

—Sí, el padre Rashford y yo sabemos quién mató a Christina Blair, pero, no podemos revelarlo.

Jackson no puede creer lo que escucha.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora