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La familia Black había encargado docenas de asistentes para los invitados, también habían ordenado decorar el ambiente con hermosas flores otoñales y distintas fragancias a lavanda.

La mansión se veía hermosa, ahora más que de costumbre, debido a la reunión que estaba comenzando.

El señor Chester Black estaba, desde el inicio de la velada, esperando impacientemente al señor William Pennington.

Hasta que su hermano se acerca, y le comenta:
—Hoy he sido testigo de la presencia de una mujer de lo más encantadora, pero desgraciadamente esta se encuentra ya comprometida, y, desgraciadamente, con tu asistente de confianza, el señor Henry Bastor.

—¿Henry Bastor? Él no está comprometido con nadie. —Afirma Chester desinteresadamente, a penas sí mirando a su hermano.

—¿Qué? ¿De veras? Pues eso me ha dicho ayer por la tarde cuando le encontré con aquella mujer, le quería invitar a salir, pero él se interpuso anunciando que ambos se encontraban comprometidos. —Explica Bernard.

—Pues, lo ha hecho para espantarte cuál mosca de ella. —Responde Chester—, Permíteme retirarme, debo recibir los invitados.

En cuestión de minutos todos empezaron a llegar, en limusinas, automóviles considerablemente caros, y autos de lujo.

—Bienvenido, señor Otterhold. —Decía Chester con una sonrisa poco hipócrita—, Bienvenidos señor y señora Brown, bienvenida señorita Smith, bienvenido prestigioso y adinerado señor Hudson.

La atención de Chester logró inclinarse un poco, cuando vió a una particular señora de tez clara y cara bastante familiar.

De inmediato se acercó a ella, no precipitadamente, y le dijo:

—¡Oh! ¡No puedo creer que haya aceptado usted venir! No respondió a mi carta formal de invitación.

—Seguramente se me habrá olvidado responderla. Es un honor estar en esta maravillosa noche asistiendo a este lugar tan excesivamente fresco. —Comenta la mujer de edad avanzada.

—En realidad todo lo contrario, es un honor tenerla usted aquí, permítame decirle que adoro con enorme intensidad la fantástica calidad de sus novelas detectivescas, señora Mary Westmacott . —Le dice Chester sonriendo encantado.

—¡Oh! Pues me alegra que le agraden mis escritos. —Responde la honorable anciana, ahora entrando a la mansión.

—¿Era esa mujer la novelista Agatha Christie? —Pregunta Samuel Rotsenburg llegando al lugar—, Pues me fascinan sus novelas.

—¡Buen amigo! ¡Qué gusto que hayas venido! —Lo saluda Chester con un caluroso abrazo amistoso.

—Pues no me podía perder de esto. —Responde Samuel.

—¿Ha venido el señor Pennington contigo? —Le pregunta Chester con tono de severa preocupación.

—Aquí estoy, un gusto tener el placer de asistir. —Dice William con su típico tono frío, pero gentil.

La sonrisa de Chester no pudo considerarse, desde ninguna perspectiva, normal. Estaba demasiado excitado al ver a la persona que más deseaba tener a su disposición.

Y todo esto, evidentemente, por motivos altamente profesionales.

—Me alegra increíblemente que haya venido, señor William. —Le saluda Chester, luego se dirige a la hermana de Samuel—, ¿Y quién es esta preciosa señorita?

—Lilia Rotsenburg, señor Black. —Se presenta esta sonriendo con coquetería.

—¿Hermana de Samuel? Qué verdadero gusto tenerla aquí, por favor pase. —Le dice Chester, con un singular brillo en su mirada, ¡Había quedado deleitado ante la particular belleza de Lilia Rotsenburg!

Y, más que un deleite, había resultado excesivamente notorio, pues, aunque Samuel casi no percibía nada que no le interesase, William Pennington se había dado cuenta de la forma tan excitante y amorosa en que había quedado Chester Black con su prima... Y eso no le agradaba en absoluto.

—Bernard, querido hermano, ¿Podrías hacerte cargo de recibir a los invitados? —Pregunta Chester a su hermano.

—Por supuesto. —Contesta este.

Chester Black no tenía ni la menor intención de separarse del ex detective William Pennington, y mucho menos de su jóven prima Lilia Rotsenburg, quién había llamado por completo su atención desde la primera vista.

En la actualidad, era un tanto mal visto que los invitados llegaran tarde a una velada, y aunque Henry Bastor no había tenido presencia aún en la mansión Black, pues, a Chester realmente esto le pasaba por desapercibido justo ahora.

Al sentarse en una mesa a charlar y tomar bebidas refinadas y diversos postres, Chester comenta a Lilia:

—Es usted extraordinariamente encantadora, señorita. Y espero disculpe mi enorme soltura y audacia al decirlo, pero no me puedo resistir.

Lilia ríe con suma delicadeza y timidez, y mientras Samuel sólo está pendiente de la buena bebida y música, William no puede evitar sentirte irritado ante la cercanía de Chester con Lilia.

El Caso Blair Where stories live. Discover now