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—Gracias, señor Blair; por haber traído esta carta aquí. —Le agradece Samuel.

Más tarde, Lilia le pide a su hermano:

—¡Por favor! ¡Déjame leer la carta! Quisiera saber qué le escribieron allí al señor Blair.

—No, no, en absoluto. No podemos ser tan insolentes. Además, Charlie Blair me ha dicho que sólo lo vea el detective Pennington, nosotros no trabajamos en su área profesional para poder meternos en esto. —Le dice Samuel.

—¿Y qué? Pedro tampoco es detective, y por ahí se encuentra con William de un lado a otro. —Dice su hermana.

—Es diferente, Pedro es su cuñado, y le ha pedido el favor de acompañarlo durante la investigación de este caso. —Le explica Samuel.

—William me adora, sé que no le enojaría en absoluto que yo mirara esa carta. —Afirma Lilia—, así que por favor, hermano, permíteme verla.

—No. —Al decir esto, Samuel se lleva la carta al segundo piso de la casa, ¡Y quién sabe dónde la ocultaría para alejarla de la enorme curiosidad de su hermana!

~~~

Hace algunos minutos que habían llegado William y Pedro a la oficina de trabajo de Brahms, dónde se hallaba este junto a Jackson Corner.

—Entonces, ¿Ahora la custodia de los niños pasa a ser totalmente suya? Creo que sería ésta la única razón que podría tener usted para querer asesinar a su esposa, pero, con esto no lo estoy acusando, sólo estamos buscando las razones que podría tener cualquier conocido de Christina Blair para poder odiarla. —Dice el detective, dirigiéndose hacia Jackson Corner.

—Si me permite opinar, —Habla Brahms—, Creo que muchas personas odian a Christina.

—¿Qué le hace pensar eso? ¿O en qué se fundamenta usted? —Le pregunta William.

—¡Oh, vamos! —Exclama Brahms, sonriendo—, Creo que resulta bastante obvio. ¿Quiénes podrían tener razones para matar a esa mujer? Su hermano Charlie, su hermana Anastasia, la misma criada Emily Rutt, y también ese hombre alcohólico con quien tenía algunos problemas. ¿Cómo era que se llamaba? Albert, si mal no recuerdo.

—¿Albert? ¿Saben ustedes el apellido de ese hombre? —Pregunta William interesado.

—No lo sé, pero lo ví saliendo de una habitación junto a mi esposa hace varios días, y luego, me acerqué a conversar con Christina pero ella se hallaba demasiado ebria o drogada. —Explica Jackson—, Creo que ese hombre le proporcionaba, además de buenos minutos de sexo, diversos tipos de droga para poder distraerse.

—Interesante.  —Murmura William.

Jackson lo mira detenidamente, y no dice nada más.

—Pero, volvamos al tema. Señor Corner, ¿Dónde se encontraba usted el día y hora del asesinato de Christina Blair? —Pregunta el detective.

—Durmiendo, probablemente. Me levanto casi a las 10am a diario. —Contesta este.

—Entiendo. ¿Y qué hay de usted, señor Windom? —William frunce el ceño.

—Ese día yo me encontraba desde muy temprano en el bar Coachella, luego fui a jugar golf con un amigo. —Explica este.

—¿Con qué amigo? —Pregunta William.

—Henry Bastor, dudo que lo conozca usted. —Contesta el hombre cincuentañero.

—De acuerdo. —Ahora William se dirige hacia Jackson Corner—, ¿Es cierto que usted amenazó y golpeó varias veces a Christina Blair con el propósito de obtener la custodia de sus hijos?

—Es cierto. He de confesar que aborrecía a Christina con toda mi alma. Ella era una completa basura. —Dice Jackson—, No servía como esposa, ni como madre, ni como mujer. ¡Ni siquiera me lograba satisfacer en la cama!

—¿Entonces por qué se casó usted con ella? —Le cuestiona Pedro. Esta vez William no le muestra ninguna señal de desaprobación.

—Porque ella era una mujerzuela que le fascinaba en extremo coquetear con hombres. —Dice Jackson, ahora levantándose a buscar una cerveza—, Y a mí ni siquiera me gustan las mujeres seductoras.

—A tí sí. —Le murmura Pedro a su cuñado, el detective William sólo permanece con semblante muy serio, no contesta nada.

—El señor Corner hizo lo que creyó más conveniente para convencer a Christina de que hiciera lo correcto. —Comenta Brahms.

—Pues no es muy conveniente golpear a una mujer y amenazarla. —Dice ahora Pedro—, Aunque las razones puedan creerse justificables.

—¿Por qué no puede hacerse? —Pregunta Jackson tomando asiento—, ¿No se puede golpear a una persona porque es una mujer? ¡Qué estupidez!

William mira a Jackson fijamente y presta atención a sus palabras.

—A las mujeres a veces hay que enseñarles a respetar al hombre. —Explica Jackson—, Ellas creen que pueden tener la autoridad, creen que sus decisiones siempre son las correctas. Si es necesario golpear a una mujer para que reaccione, pues indudablemente hay que hacerlo.

—¿No apoya usted la igual de género? —Le pregunta William.

—No en realidad. —Niega Jackson—, Las mujeres sirven para complacer al hombre, por algo están aquí. ¡Es ridículo pensar que ambos sexos poseen un valor equitativo! Dios creó primero al hombre, y de él vino la mujer. Igualmente en la biblia se menciona que el hombre puede tener todas las mujeres que se le plazca, pero, la mujer sólo puede servir a un hombre. Y, tomando en cuenta que hay más mujeres en la tierra, y, tomando en consideración también la exigencia femenina por sus derechos humanos, entonces, ambos sexos no pueden valer lo mismo. Esa es mi opinión, y pienso que no hay una más cercana a la correcta que la mía.

—Yo opino lo mismo que tú, buen amigo. —Dice Brahms, sonriendo.

—¿Entonces es usted muy religioso, señor Corner? —Le pregunta William. 

—No voy a la iglesia todos los domingos o día de santos, pero, en efecto, Dios siempre me guía, y le amo inmensamente. —Responde Jackson Corner.

William permanece ahora muy pensativo.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora