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—¿Qué es este lugar? ¿Por qué hay una entrada tras este armario? —Pregunta de inmediato el detective. 

—Por favor váyanse de aquí. —Les pide el padre Rashford, con bastante carácter.

—Díganos que tiene tras esa pared, ¿A dónde lleva ese pasillo? —Pregunta Pedro—, Parece ser secreto o no parte de la comunidad.

—Es un lugar en el que nos reunimos los empleados de aquí y los religiosos a charlar temas comunales, nada más. Pero, es algo confidencial. —Les explica el padre Rashford—, Por lo tanto, no debe entrar cualquiera.

—Pero yo no soy cualquiera, estoy averiguando un caso de cierta relevancia y vine aquí precisamente para inspeccionar este lugar, creí que usted me había otorgado su permiso. —Se defiende el detective.

—¡Váyanse de aquí! —Les pide el padre Rashford.

William hace caso omiso, pero Pedro comienza a quejarse:
—¡No es justo! Debe dejarnos por lo menos inspeccionar ese pasillo, es su deber permitirnoslo.

—Váyanse, por favor. No poseo la osadía suficiente para pedirles que no vuelvan, pero, agradecería si ya no lo hicieran. Ese pasadizo tras la estantería es sólo asunto de nosotros los sacerdotes de esta zona, no les concierne a ustedes. —Les dice el padre Rashford, con tono sosegado.

Ambos hombres salen de allí, y mientras caminan alejándose, William le dice a Pedro:
—No te preocupes, sé qué hacer.

—¿Vamos a irrumpir en la iglesia en plena madrugada? —Pregunta Pedro bastante animado.

—No, nada de eso. —Niega William con desaprobación—, Podemos pedir una orden oficial de inspección, el condado de Hunsford puede darmela, y entonces, y sólo entonces, el padre Rashford no se podrá oponer a que registremos esa zona oculta de Santa Rita.

—Bien, me parece mejor que irrumpir como ladrones.

Un poco más tarde, William y Pedro se reúnen con Jackson Corner en una cafetería cercana.

Cuando los tres toman asiento, Jackson dice:
—Quisiera hablar con usted, detective, a solas.

—Pedro puede oír, no hay problema alguno. —Aclara William. 

—Permítame sólo hablar con usted, detective Pennington. —Le pide nuevamente Jackson, en tono muy serio.

Pedro se retira entonces a otra mesa, y entonces el señor Corner dice:

—Lo lamento.

—¿Por qué? —William frunce el ceño.

—No puedo ayudarle con lo que me pidió. —Dice Jackson—, Brahms se dió cuenta, con cierta facilidad, que yo tenía razones bastante particulares para preguntarle por el homicidio de Christina. Así que... Se negó a contarme cualquier cosa.

—¡¿Es en serio?! ¡Yo confiaba en usted! —Exclama William—, Estaba casi seguro de que... De que usted podría sacarle información.

Ambos se quedan en silencio unos segundos, Jackson gira la vista y mira directamente a Pedro mientras este ve el menú, y William mira hacia abajo pensando, y luego pregunta:

—¿Por lo menos sabe usted si el padre Rashford informó al señor Windom sobre algo? ¿Sobre el asesino?

—No, eso tampoco lo sé. Ya le dije, mi buen amigo no quiso revelarme nada. —Dice Jackson. 

William ahora se torna a un semblante agobiado, preocupado y casi ansioso. ¡No podía creer que, aunque pensaba que se estaba acercando a la verdad, en realidad con cada paso más que daba se estaba alejando cada vez más!

Sin esperar mucho, William y Pedro se fueron, poco más tarde, se encontraban llegando ya a la mansión Pennington.

Cuando el auto estaba a punto de entrar por la reja, William para el auto al ver que Lilia está llegando, en un lujoso auto conducido por un chófer, ella sólo sale y el auto se va.

William sale del auto y la saluda, pero, por desgracia para ella, de una forma bastante fría e indiferente. Sin embargo, su mirada hacia ella seguía siendo igual, aún reflejaba lo mismo.

—¿Chester vino contigo? —Le pregunta el detective.

—No, no. Me trajo su chófer. —Contesta Lilia, mirándole dulce y tímidamente.

—Bien. —Al decir esto, William entra nuevamente a su auto para introducirlo a la casa.

Luego los tres entran a la casa, y Lilia le dice a su primo:

—Me gustaría comentarte algo.

—No me interesa mucho escuchar, prima. —Le contesta William, secamente y sin mirarle al rostro.

—¿Sigues enojado conmigo por lo de la falda? —Le pregunta esta.

Pedro les pasa por un lado y sube al segundo piso.

—No. Lilia, tú puedes usar lo que desees, y si tu propósito es provocar algún incentivo en Chester, pues no puedo detenerte. —Le dice William, quién se voltea para continuar hablando con su prima.

—Lo lamento.

—No te disculpes, Lilia. Todo está bien.

—¿Entonces a qué se debe tu indiferencia hacia mí? —Pregunta la jóven.

—No estoy siendo indiferente, es sólo que... —William hace una pausa, mira a su prima a los ojos, y luego a los labios—, Creí que estaba muy cerca de resolver el caso, pero luego llegó a mí cierta desdicha.

—Lo lamento. Pero, justo de eso deseaba hablarte. —Notifica Lilia—, Hoy asistí a un agradable club junto a Chester y su hermano Bernard, y... Cuando caminaba por el salón común, escuché a dos hombres hablar sobre Christina Blair. Uno de ellos, quién era el esposo de esta difunta, le decía al otro sujeto que necesitaba saber a cerca del asesino, y luego el otro hombre, luego de ciertas quejas, le dijo al fin.

—¿Qué? ¿Oíste el nombre del presunto asesino, entonces? —Pregunta William en seguida.

—No, en ese momento un camarero me tropezó, hubo mucho ruido y no pude oír el nombre. Pero sé que se lo dijo, oí la introducción.

—Bien, entonces, desconozco el por qué, pero Jackson me ha mentido. —Murmura William. 

El Caso Blair Where stories live. Discover now