74.

6 2 2
                                    

—¿Entonces, William? ¿Vendrás a bailar conmigo? —Le pregunta Lilia.

—Yo esperaba que conversáramos aunque sea un poco, detective. —Le pide nuevamente Anastasia.

Bernard mira la escena sin comprender, William titubea aún, y entonces Pedro se acerca velozmente y dice:
—Lo lamento, chicas. William prefiere dar un paseo conmigo.

Los dos hombres se alejan y caminan hacia otro salón.

—Gracias por sacarme de ese apuro. —Le agradece William. 

—¿Sabes por qué le llamas apuro, Will? —Le pregunta su cuñado.

—No sé a qué te refieres. —Expresa el detective.

Las personas, todas refinadas y ricas, caminan al rededor, beben vino de calidad, ríen, charlan y bailan. La música clásica, como siempre, no estaba muy alta.

—William, ví la forma en que miraste a Anastasia Blair cuando llegó al salón.

—Fue sólo sorpresa, no esperaba hallarle aquí. —Contesta este.

—Tienes un pequeño problema, tal vez es porque piensas más en asuntos de trabajo que en cualquier otra cosa. —Le informa Pedro—, Te cuesta, como a un niño pequeño, darse cuenta de lo que siente. Y, sinceramente, creo que identificas más rápidamente un cadáver que tus propios sentimientos.

—Nuevamente digo, Pedro, que no sé a qué te refieres. 

Pedro le toca el hombro y se dedica a decirle lo siguiente:

—Creo, es más, estoy casi convencido, de que estás enamorado de esas dos mujeres; y esa es la simple razón por la cuál fue para tí fue un apuro escoger con cuál de las dos ir, por ello titubeaste. Tú, como buen detective, jamás titubeas, siempre eres determinado. Pero cuando estuviste en medio de ellas dos, te bloqueaste.

—No, ¡Dices tonterías! —Exclama William riendo—, No creo que eso sea posible, Pedro. Nunca me ha gustado más de una persona a la vez, eso sólo les pasa a los adolescentes, ¿Verdad?

—Will, date cuenta. ¿No sentiste algo inusual al ver a Anastasia llegar?

—Nada, no sentí nada. —Contesta este—, Sólo sorpresa, por ello me acerqué a saludarla.

—¿Por qué lo niegas? ¿Por qué te asusta aceptar lo que sientes? ¿Además de tu amigo, tu compañero y tu cuñado, también debo ser tu psicólogo?

William ríe enormemente al oír aquellas palabras, y entonces contesta:
—Sí. Probablemente me gusta mi prima y también me gusta la hermana de la víctima de mi caso. Creo que resulta bastante improbable e inusual, pero así es.

—Yo no lo veo muy extraño. Anastasia y Lilia son hermosas, diría que ambas por igual. —Comenta Pedro—, Me disculparás con tu hermana, pero yo también podría enamorarme de dos mujeres así.

William nuevamente vuelve a reír, y le dice:
—Espero que mi hermana no haya escuchado eso.

Ambos ríen del asunto, y luego Pedro le comenta:
—Ya, en serio, ambas parecen corresponderte, pese a tus escasos dones de coqueteo. Debes ser sensato, William. Podrías herir sentimientos, o herir a más personas si se enteran, por ejemplo, sobre los sentimientos por tu prima.

—Sí, tienes razón. —Murmura el detective.

—¿Qué harás entonces?

—No haré nada. Ni con una ni con la otra, prefiero centrarme en algo más.

—¿En qué?

Luego, alguien llega a interrumpir. Era el padre de William, quién los saluda a ambos, y entonces le dice a su hijo:

—Hermosa velada, ¿No? Ya vendrán sorpresas.

Por otro lado, Henry se había acercado a Anastasia y había comenzado a manifestarle sus extraños o tal vez no sinceros afectos por ella.

—Ya déjame. —Le pide ésta—, Hay muchas personas aquí, y preferiría no lucir incómoda a tu lado.

—Parece que alguien te ha lavado el cerebro, Ana. —Le dice Henry—, Antes me adorabas.

—Te adoraba porque no te conocía realmente. Ahora, no me gusta quién eres. Y no puedo esperar a que me dejes en paz. —Le dice esta.

Minutos después, William vuelve al salón principal junto a Pedro, pero al mirar a Lilia y a Anastasia, ambas estaban ocupadas con alguien más.

Junto a Lilia estaba Chester, y junto a Anastasia estaba Henry Bastor, y a William le parecía ver, por ambas partes, ciertos sentimientos correspondidos.

—Chester, puedes ir a hablar con algún otro invitado, yo me quedaré aquí a conversar con mi hermano o con Claudia o con Bernard. —Le sugiere Lilia.

—Pero, ¿Por qué habría yo de buscar a alguien más, teniendo a tanta belleza como tú frente a mis narices? —Le pregunta este, mirándola con adoración.

Chester sólo percibía, por parte de Lilia, afecto mutuo, y además, le gustaba la forma en que Lilia le miraba, era seductora, femenina y sensata, ¡Nada mejor que eso!

Así que, pocos minutos después, Chester toca con una pequeña cuchara su preciosa y costosa copa, y todos los presentes se callan y voltean a verle.

Entonces, Chester anuncia:

—Hay algo muy importante que debo decir, y mis enormes deseos de que ustedes escuchen parecen incrementar cada vez más. El hecho es que... —Al decir esto, Chester toma la mano de Lilia y se pone de rodillas—, Estoy perdidamente enamorado de usted, Lilia Rotsenburg. Desde el primer momento en que la ví supe que sería usted la dueña de mis pensamientos y de todo lo que pudiera abarcar mi ser. Así que le pido ansiosamente que me acepte como su esposo, y me haga entonces, el ser más felíz de este lugar.

Todo el mundo estaba cautivado ante tales palabras, todos menos William Pennington, quien ahora sólo expresa un semblante inconforme y disgustado; Anastasia lo mira y lo nota fácilmente.

—¿Entonces, Lilia? Me harías muy felíz al aceptar ser mi esposa. —Le insiste Chester, al notar que no hay respuesta más que silencio y sorpresa por parte de la chica.

Lilia titubea, todo el mundo la mira muy fijamente esperando que responda un sí.

La jóven mira a su tía Rosanna Pennington, quién le murmura lo siguiente:
—Dí que sí.

Luego, ella sólo mira a su primo, William está serio e inexpresivo ahora.

—No, Chester. Estoy cansada de reprimir mis sentimientos, estoy enamorada de alguien más. —Dice la chica en voz lo suficientemente alta como para ser oída por todos.

—¿Qué? ¿Y de quién estás enamorada? —Le pregunta Chester, levantándose.

—De mi primo, sólo lo amo a él, y a nadie más. —Dice la chica, quién luego acto seguido sale corriendo llorando.

Todo el mundo se queda boquiabierto.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora