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William Pennington intenta que su paz no se vea alterada por los constantes coqueteos y halagos de Chester hacia Lilia, así que decide retirarse de la zona para no presenciarla más.

Camina un poco hacia un hermoso y lujoso salón con paredes doradas, el cual se encontraba más o menos repleto de gente.

La música clásica que se reproducía lograba aligerar un poco el ambiente, y no centrar tanto la atención en las respectivas voces pertenecientes a distintas personas.

Entonces, William decide sólo sentarse en un cómodo sillón, e intentar pensar en otra cosa, intentar que cesara el intenso recuerdo de los coqueteos del arrogante Chester Black hacia la jóven y hermosa Lilia Rotsenburg.

De inmediato, una extraña voz le permite a William Pennington centrarse en otra cosa, en la persona que le está dirigiendo la palabra.

-¡Hola! ¿Podría yo sentarme a charlar con usted? -Le pregunta la anciana.

-Sí, claro. -Asiente el ex detective-, Disculpe mi irreverencia al no recordar claramente esto, pero, estaría casi seguro de que ya he visto su rostro o retrato en alguna parte.

-Es probable que sí. -Asiente la señora con poca sorpresa.

-¿Podría tener el placer de informarme su nombre? -Pregunta William.

-Mary Westmacott. -Dice la mujer de unos setenta años aproximadamente.

-Oh, no, creo que nunca he oído ese nombre. Pensaba que era usted la famosa novelista inglesa, cuyas obras literarias han sido enormemente vendidas a nivel mundial. -Manifiesta William.

-Sí, esa soy yo. Algunos no reconocen mi pseudónimo. Mi nombre más popular es Agatha Christie.

-¡Lo sabía! -Exclama William sonriendo casi victoriosamente-, Sabía que debía ser usted. Permítame informarle que tiene usted una aptitud, no, un don indescriptible para las novelas de género policíaco y detectivesco, aunque en lo personal he preferido un poco más gozar de sus historias cortas y novelas románticas.

-Wow, ¡No parece usted un aficionado por las novelas románticas! En ese caso, apostaría a que una de sus obras preferidas es Orgullo y Prejuicio. -Dice la señora-, Jane Austen es, en efecto, una de las escritoras que ha llegado más a influenciar en mí desde inicios de mi carrera literaria.

-Pues sí, adoro esa obra. Pero en particular, pienso que usted tiene un gran ingenio para las novelas detectivescas, podría decirse que posee usted un don similar al de Arthur Conan Doyle. -La halaga William.

-¡Oh, no! Es ese el creador del famoso Sherlock Holmes, nadie puede competir contra Sherlock Holmes. -Comenta Agatha-, Excepto Hércules Poirot, sin embargo ese hombre ya me tiene un tanto cansada, pero mis fans lo adoran, y escribo para el público generalmente.

-¿Hércules Poirot? ¿Podría preguntar quién es él? -William frunce el ceño.

-Es un famoso y excesivamente profesional detective que he usado para protagonizar cientos de mis novelas, como muerte en el expreso de oriente, muerte en el Nilo, entre otros. -Destaca la señora.

William no responde nada, sólo se mantiene pensando.

-¿Puedo decirle algo? Me recuerda mucho usted a Hércules Poirot. -Le comenta Agatha Christie, con una leve sonrisa-, Pues, sé también que es usted un famoso detective de esta zona.

-Soy un ex detective, y en ese caso, Hércules y yo no somos tan parecidos, pues yo soy escocés. -Menciona William-, Y Hércules ha de ser un buen detective inglés.

-Se equivoca usted, Hércules Poirot es francés. -Aclara Agatha-, Por cierto, ¿Cómo puede usted ser escocés, cuando toda su familia pertenece a la aristocracia del Londres actual?

-Toda mi familia es inglesa, sólo que mi madre me dió a luz un día de vacaciones en Edimburgo. -Comenta William.

-¡Oh! Pues posee usted un fino acento inglés, si puedo decirlo.

-Gracias. -William sonríe levemente.

Por otra parte, Bernard Black se encontraba en la entrada recibiendo a distintos invitados, cuando, repentinamente, su vista es firmemente atrapada por una mujer que llegaba junto a Henry Bastor... La jóven, hermosa y sencilla de Anastasia Blair.

Bernard le había tomado cierto desdén a Henry luego de enterarse que este sólo le había alejado de Anastasia deliberadamente, y, sin razón alguna. Así que decidió actuar.

Los saludó cordialmente a ambos, y dijo a la jóven:
-¿Podría ser usted tan amable de acompañarme adentro? Quisiera compensarle por lo sucedido en la tarde de ayer.

Henry Bastor presenta un terrible semblante y mal ánimo al presenciar tal escena.

A Anastasia no le interesa en absoluto el insistente de Bernard Black, pero, la cordialidad la forza a aceptar la invitación de aquél hombre para acompañarlo.

Así que, Henry termina por quedarse sólo en pleno pasillo principal.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora