28.

9 2 1
                                    

—¿Es usted hermana de Charlie Blair? —Pregunta William.

—Sí. —Asiente ella con frialdad.

—¿Entonces también es usted la hermana de la fallecida? ¿Christina Blair? —William hace énfasis.

—Sí, somos tres hermanos. Christina, Charlie, y yo. —Aclara la jóven.

—¿Podría otorgarme usted la oportunidad de caminar un momento a solas para efectuar algunas preguntas?

—Claro.

Al caminar un poco y alejarse de las demás personas y del religioso lugar, William toma la palabra:

—¿Dónde se encuentra su pobre hermano ahora?

—Está resolviendo algunos asuntos.

—¿Cuáles?

—Algo relacionado al estado de los niños y a la investigación privada.

—Entiendo.

Segundos después, Anastasia pregunta:

—Mi hermano dijo que usted había rechazado el caso, ¿Entonces por qué se encuentra aquí?

—Lo estuve pensando. Pero no se confunda, no he aceptado nada. Sólo vine por mera curiosidad. —Se justifica William.

—Entiendo, esto para usted es más como un rompecabezas, un juego. No piensa en la gente, sino en sus propios intereses. —Comenta Anastasia.

—Todo el mundo piensa en sus propios intereses, señorita. —Aclara William—, Es inexorable.

—Ya, entendido. ¿Tiene alguna otra pregunta? —Expresa la mujer con mal ánimo, tan sólo sus húmedas mejillas daban la impresión de que había pasado sus últimas horas llorando.

—El homicidio ocurrió hace dos días, me queda claro. ¿En qué momento del día?

—Probablemente en la madrugada.

—¿Y por qué razón su hermana dejaría su casa para entrar a una iglesia en la madrugada? —William frunce el ceño.

—No sé. No habría una razón. Vivimos muy cerca de aquí, así que tan sólo caminando pudo llegar. El problema es que, le dieron tres disparos, y nadie vió ni oyó nada.

—¿En qué parte?

—Dos en el hombro, y el último en la frente. —Admite Anastasia.

—Lo lamento mucho, ha de ser muy doloroso.

—Es una situación de lo más trágica. Mi hermano está obsesionado con averiguar qué sucedió, y... —Hace una pausa—, Yo también deseo que se haga justicia, y que el desalmado autor de aquél hecho se haga responsable, y no pueda si quiera disfrutar de la libertad en su vida.

—Desea usted lo justo, pero, también mucho; considerando que se desconoce en absoluto qué pudo haber pasado. —Dice William con su particular frialdad.

—Era mi hermana, y a pesar de que no teniamos muy buena relación últimamente, le quería. —Confiesa Anastasia.

William baja la mirada un momento, pensando, y luego dice:

—Me debo retirar, que tenga buena tarde.

A Anastasia le parece un poco precipitado su retiro, pero no le toma importancia.

William Pennington se acerca entonces a la iglesia, y, mientras mira a las personas, sólo piensa en Chester Black, y en el caso en que este le había pedido ayuda, a cerca de la iglesia de Santa Rita, por supuesto.

—Mucho gusto, detective Pennington. Oh, creo que ya está usted retirado, decididamente, claro. —Le dice un hombre acercándose a él.

—¿Puedo tener el placer de saber su nombre? —Pregunta William.

—Brahms Windom, y creo que usted no debería de estar aquí. Pues, ya no trabaja para esta área, ¿O me equivoco?

—Quisiera saber acerca de lo que ha ocurrido aquí, señor Windom. —Le pide William.

—¡Oh, me temo que eso no es posible, admirado señor Pennington! —Exclama Brahms con arrogancia y con tono notoriamente sarcástico.

—¿Por qué no? ¿Por qué estoy retirado de mi área? ¿Por esta razón no pueden darme a conocer lo sucedido?

—En efecto. Tendría usted que volver a su trabajo, para que se le reciba cordialmente aquí. Pero como ambos sabemos que eso no pasará, por favor otorgueme el placer de disfrutar de su ausencia. —Era increíble como tan cordialmente Brahms lograba ser demasiado grosero.

William, sin decir nada más, se larga.

Al volver a casa, el ex detective llama a su mayordomo y persona de confianza.

Al llegar Simon, William le pide lo siguiente:

—Por favor contáctate con el señor Charlie Blair, anhelo tener la dicha de verle otra vez.

—Por supuesto, ¿Y esto para qué? Si puedo preguntar, y disculpe mi imprudencia.

—Quiero hablar sobre negocios. —Murmura William, algo meditabundo.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora