59.

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Ya había anochecido, mañana se efectuaría el funeral de Emily Rutt, pero primero se esperaba un análisis más profundo y detallado del cuerpo.

Ahora que se tenía el arma homicida, ¡El proceso sería menos arduo!

William y Pedro habían llegado a casa, y mientras se encontraban cenando, Samuel comenta:

—¡Me encuentro aún preocupado por mi adorada hermana!

—¿Qué le ha pasado? —Pregunta Pedro.

—Ha llegado esta tarde de su reunión con Chester Black bastante afligida. —Responde Samuel—, Llegó llorando, y se encerró en su habitación de huésped.

—No ha querido abrir la puerta desde entonces. —Comenta Claudia.

—Tal vez, hijo mío, —Le dice Rosanna a William—, Si vas tú a tocarle quizás te abra, y pueda narrarte entonces los hechos que la llevaron a tal inquieto y afectado estado.

—No. —Niega William con frialdad.

—¿No qué? —Le pregunta Claudia.

—No iré a verla. No me interesa qué le ha pasado. —Dice William.

—¿Qué? ¿Y por qué no? ¿Qué te sucede? —Le pregunta Samuel mirándole extrañado.

—Es que... —Habla Pedro, algo nervioso sin saber qué decir—, William está muy preocupado por el caso Blair, casi no tiene tiempo para nada más.

—¡Oh, hijo! —Exclama Rosanna Pennington—, Es absurdo. Para todo hay tiempo. Deberías subir arriba e intentar hablar con Lilia. No ha querido siquiera cenar.

—No, madre. —Vuelve a decir William—, Lilia es una niña demasiado mimada, insensata, y caprichosa. Quizás las cosas malas que le suceden en realidad las ha provocado ella misma.

—¿Cómo puedes hablar así de ella? Siempre parece que le tienes afecto, ¿Es entonces hipocresía de tu parte? —Le pregunta Samuel, totalmente en contra de las palabras de su primo.

—No, sí le tengo afecto. Pero, si ella no mejora su carácter y sus acciones, entonces terminará herida todo el tiempo. —Dice William—, Y yo no tengo la más mínima intención de estar consolandola.

Luego de terminar la cena, William Pennington sube a su habitación.

Todo estaba oscuro ahora, ramas, arbustos, césped húmedo y un cielo poco estrellado era lo que se presenciaba.

Christina Blair caminaba muy despacio, algo ebria. Era dirigida por una sombra bastante peculiar, aquella figura le decía:

—Sígueme. Sé dónde está el cuaderno.

Al llegar a la iglesia de Santa Rita, alguien le dispara de manera desalmada a Christina en la frente, y se logra apreciar el escandaloso tono de la sangre en el suelo.

Entonces alguien grita:
—¡DESPIERTA YA!

William Pennington abre entonces los ojos, estaba muy resaltado, su frente sudaba frío.

Traga saliva, toca su pecho y nota su corazón a punto de salir de su cavidad natural.

No podía dejar de pensar en Christina Blair, aquella mujer asesinada en una iglesia que quedaba a sólo pocos kilómetros de su casa.

Una mujer que guardaba secretos, tenía adicciones, y, especialmente, tenía a mucha gente que la detestaba.

Antes del desayuno, William Pennington charlaba con Pedro, y este le pregunta:

—¿Cuáles son los sospechosos por ahora?

—Yo diría que Jackson Corner, Henry Bastor, Joanna Simnet, Charlie Blair, Albert Robson, y, me atrevo a decir que también Anastasia Blair. —Responde William—, Ah, y también ese extraño y arrogante hombre que parece estar en todos lados, Brahms Windom.

—¿Desconfías de Joanna Simnet, en particular? —Pregunta el jóven.

—Así es. De hecho estoy sospechando algo sobre ella, pero quisiera comprobarlo antes de una mención no oficial. —Dice el detective.

Minutos después, todos desayunaban.

—Te noto aún algo desanimada, hermana. —Le manifiesta Samuel.

—No quiero hablar sobre el tema. —Dice Lilia fríamente.

William estudia su semblante detalladamente, pero prefiere sólo apartar la vista de ella.

—Entonces, Lilia, ¿Irás a ver a Chester Phillips Black el día de hoy? —Le pregunta Samuel.

William tenía la mirada baja, pero al escuchar la pregunta de Samuel, sube rápidamente la mirada y mira a Lilia, esperando oír su respuesta.

Lilia piensa unos segundos, titubea, y luego contesta:
—Eso creo. Tal vez podamos resolver nuestras pequeñas diferencias.

Al instante y para cambiar el tema, Rossana pregunta a su hijo:

—¿Qué harás hoy respecto al caso Blair?

—Planeo reunirme con Anastasia Blair y con Henry Bastor, luego preguntar por el destino de Charlie Blair, y, lo que más deseo es inspeccionar minuciosamente el interior de la iglesia de Santa Rita, si el padre Rashford me otorga el permiso. —Explica William.

—¿El padre Rashford? Creo que le conozco. —Comenta Claudia.

—¿Cómo? —Pregunta William con interés.

—Pues... Él le dió clases de estado religioso a mi madre en la universidad, y yo le conocí hace tiempo mientras él manifestaba sus enormes deseos de tener una iglesia propia. —Explica Claudia.

—¿Tú le conoces, mamá? —Le pregunta William.

—En efecto, pero desconocía que la iglesia de Santa Rita fuera su propiedad; no le había visto cerca. —Aclara Rosanna.

—Pues él es el sacerdote de ese lugar. ¿Cómo te la llevabas con él anteriormente? ¿Qué me puedes decir acerca de su personalidad y carácter? —Le pregunta William—, ¿Crees que es un hombre que oculte secretos?

—No, no, nada de eso. El padre Rashford es altamente respetable, un poco machista y anticuado, sí, pero muy respetable. —Responde Rosanna Pennington—, Es muy fácil tomarle afecto una vez que se le conoce. Sabe de valores, de moralidad, de filosofía, biología y distintos campos sociales. Además de que ha estudiado la biblia unas mil veces, conoce cada palabra de memoria; ¡Y para mí eso es digno de admirar! No tengo ninguna queja sobre él.

—Pues, él sabe algunas cosas que no quiere decir. —Aclara William—, Así que yo sí tengo quejas sobre él.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora