34.

13 2 1
                                    

—¡Pedro! —Exclama William con descontento—, ¡Qué cosas tan horribles dices! Por supuesto que no hay nada entre ella y yo. La amo y la adoro, como mi prima, pues somos parientes demasiado cercanos, mi padre es hermano de su madre.

—Lo sé, conozco bien los lazos familiares que los unen a ambos. —Le contesta Pedro—, Y es por eso que le digo lo siguiente... La señorita Lilia Rotsenburg es muy hermosa, en todos los sentidos, y es capaz de atraer la atención de cualquier hombre que pueda poseer el sentido de la vista. Pero, trate usted, por favor, de no dejarse sumir ante tal atracción y coqueteo, pues, le podría venir a usted muy mal, sus familias no quisieran que hayan una unión entre ustedes, eso lo sé.

—Por favor, Pedro. No confundas las cosas, ella es mi prima y la quiero como tal. —Dice William en tono frío y bajo.

—Ojalá pudiera ser usted tan osado para confesarme a mí sus sentimientos, o, por lo menos, de confesarles sus sentimientos a usted mismo, que quizás ni cuenta se ha dado de lo que siente por ella. —Dice Pedro.

—No, es mi prima y punto, no tengo por qué hablar sobre sentimientos que no existen. —Dice William con casi tono de enojo.

Al instante llega Samuel, Lilia y Claudia al salón.

~~~

En plena tarde, luego de haber llegado del trabajo, se encontraba Anastasia ayudando un poco a Emily con los quehaceres.

Cuando, repentinamente, alguien toca a la puerta.

—¿Quién será? —Pregunta Anastasia con desconcierto—, No espero a nadie.

Al abrir la puerta, Anastasia se encuentra con dos hombres, uno de treinta y pico de años, y otro de unos cincuenta quizás.

Los logra reconocer a ambos al instante, especialmente al más jóven.

—¿Podemos pasar? —Pregunta Jackson Corner, entrando a la casa sin esperar recibir respuesta.

Atrás de Jackson le sigue su confidente y buen amigo, Brahms Windom.

Los dos hombres se dirigen a la sala, y permanecen allí parados hasta que llegan Anastasia y Emily.

—Dígame, señor Corner, ¿A qué se debe la enorme desdicha de tenerlo aquí? —Le pregunta Anastasia con tono posesivo.

—¡Oh! ¿Mi presencia es entonces una desdicha para usted? —Le pregunta Jackson.

—Así es. —Asiente Anastasia.

—¡Qué pena! —Exclama Jackson acariciando suavemente la mejilla de Anastasia, esta le quita su mano al instante.

—Permítame decirle, señorita Anastasia Blair, que es usted incluso más hermosa de lo que era su hermana. —Le confiesa Jackson—, Si la hubiese yo conocido a usted antes, probablemente no me hubiese casado con Christina.

Anastasia suspira, y contesta:

—Pero, qué lástima entonces, porque yo jamás me hubiese interesado en un hombre tan egoísta, petulante y odioso como usted.

—Entiendo, qué mal que esa sea su opinión sobre mí. —Dice Jackson—, Pero en ese caso, Anastasia, creo que yo le voy a agradar más a usted en este momento.

—¿Por qué? ¿Ha qué han venido?! —Le pregunta Emily.

—Vine a pedirle a usted, señorita Rutt, un pequeño favor. —Le dice Jackson.

—¿A mí? —Pregunta ésta extrañada.

—Sí. Desearía si, por favor, puede armarme unas maletas, todas repletas de las ropas y objetos personales de mis tres preciosos y amados hijos.

—¿Qué? ¿Se los va a llevar usted? —Se queja Anastasia.

—Ana, creí que te alegraría la noticia. —Le dice Jackson—, Pues ya no debes de cuidar a tres tormentosos niños que ni siquiera son tuyos.

De inmediato, Brahms se dirige con Emily Rutt a la habitación de los niños, para empacar todas las cosas de los pequeños.

—En realidad preferiría por mucho que esos niños no estuvieran con usted, pues carece usted de bondad, generosidad, valores, y amor paterno. —Le dice Anastasia, sin apartar los ojos de aquél hombre.

—Bueno, querida, te sugiero no meter tus narices dónde no te concierne. Pues, yo soy el padre de esas tres criaturas, y si yo existo, tú no tienes derecho a reclamar nada, aún estando la estúpida de Christina Corner muerta. —Al decir esto, Anastasia le da una bofetada a Jackson.

—No se le ocurra hablar así de mi difunta y querida hermana, y menos en esta casa donde ella pasó sus últimos meses de vida. —Le dice Anastasia, casi sollozando, de ira, de tristeza. 

—Me temo, Ana, que no tengo la intención de reservarme mis ofensas sobre la muerta de Christina. —Expresa Jackson—, Pues, de igual forma, los muertos no escuchan.

—Es usted un ser despreciable, intolerable, y desgraciadamente audaz. —Dice Anastasia.

—¿Audaz por qué? —Jackson frunce el ceño.

—No crea usted que yo desconozco de la verdad acerca del asesinato de mi hermana. ¡Fue usted quién la mató, u ordenó hacerlo! —Le acusa la jóven.

Jackson ríe, muy alto, como si hubiera escuchado un buen chiste.

—Ana, preciosa, —Le dice, nuevamente acariciando sus mejillas—, Es usted una jóven igual de hermosa como estúpida y ridícula. Pues, aunque me hubiese encantado asesinar a Christina con mis propias manos, desgraciadamente alguien se me adelantó.

El Caso Blair Where stories live. Discover now