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-¿Puedo hacerle una pregunta un tanto más directa? -William se dirige hacia Albert

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-¿Puedo hacerle una pregunta un tanto más directa? -William se dirige hacia Albert.

El hombre asiente, sube su camiseta blanca un poco, y luego comienza a acariciar de forma circular su panza cubierta de ondulados y oscuros pelos.

-Señor Robson, ¿Usted llegó a sentir deseos de asesinar a la señora Christina Corner, por casualidad?

-¿Corner? ¿Estaba ella casada? -Albert frunce el ceño.

-Así es, aún lo estaba. -Responde William con frialdad-, Pero como estaba muy próxima a divorciarse, todos la conocían siempre por su apellido de soltera.

-Bien. Voy a serle sincero, aunque me hubiese encantado matarla, pues se lo merecía de cierta forma, yo no la asesiné. -Confiesa Albert-, Si matar no fuera un delito, muchos de mis conocidos estuvieran muertos entonces. Pues yo aborrezco a muchas personas; entre ellas a Christina.

-Entiendo. -Murmura William, mirando fijamente al hombre frente a él que aún rascaba su panza.

-De igual forma, yo no hubiese ganado nada con asesinarla. Pues, lo principal que me interesaba era el dinero que me debía, si la mato, eso significa que no hay posibilidades de que yo aún abrigue esperanzas de conseguir mi paga. -Explica Albert.

Aunque Albert Robson era un hombre de escasos modales, muy poco cordial y educado, con una actitud detestable, William percibía que era él un hombre bastante inteligente.

A veces sólo con escuchar las palabras de una persona, podemos intuir que dicha persona sea lista.

Al despedirse, cuando William y Pedro estaban a punto de retirarse, Albert menciona las siguientes palabras:

-Mucha gente detestaba a Christina, cualquiera pudo haber tenido buenos motivos para acabar con su vida. Y créanme que, cuando los deseos de una persona abundan, los va a volver realidad a toda costa. Aún así, dudo mucho que ustedes puedan hallar al asesino.

William permanece callado unos segundos, pero antes de irse, contesta:

-Gracias por su tiempo, señor Robson. Pero no olvide quien soy yo, mi nombre es William Pennington, y si fui capaz de resolver casos en extremo complejos en el pasado, pues creo firmemente que voy a resolver este también. Que pase buena noche.

Albert Robson sólo pensaba <<qué hombre más presuntuoso, si supiera que no todos los casos son iguales, ¡Oh! Seguramente ya lo sabe>>

~~~

Ya había anochecido, William y Pedro habían llegado a casa, ambos tomaron una ducha caliente, y luego se reunieron con los demás a cenar.

-¡Adivinen qué! -Exclama Lilia casi sonrojada.

-Te ves algo contenta, por favor cuéntanos. -Le pide Claudia.

A penas se encontraba la servidumbre sirviendo los platos, cuando Lilia dice:

-Me ha llegado una carta esta tarde, proveniente de Chester Phillips Black.

-¿Y qué te dijo? -Pregunta William muy interesado.

-Me está invitando a tomar el té con él, luego a ir a algún lugar de agrado. -Dice Lilia sonriendo-, Dice que ha venido a Hunsford por asuntos de trabajo, y que en la primera persona que pensó al llegar aquí fue en mí.

William ahora luce muy descontento, y Samuel parece notarlo, así que le pregunta a su hermana al instante:

-¿Vas a aceptar?

-¡Por supuesto! Chester Black es un hombre muy prestigioso, educado, guapo, y además romántico. -Manifiesta Lilia.

Samuel ríe un poco, y le contesta:

-No lo creo, conozco a Chester desde hace varios años, y mi relación con él me ha permitido conocerlo profundamente. No es un hombre romántico. No como a tí te gustan, Lilia.

-Tal vez sólo nunca le llegaste a mirar bien ese lado. -Dice Lilia-, Pero, en su carta ha expresado un lenguaje tan precioso y llamativo, que me ha dejado sin palabras.

-¿Puedo ver la carta? -Le pregunta Claudia interesada en el tema.

Lilia por suerte tenía la carta de Chester en sus manos, así que sin esperar más, se la entrega a su prima.

Al instante Claudia lee una pequeña parte de la carta en voz alta:

-Es usted, señorita Lilia Rotsenburg, una mujer maravillosa. Y, tendría yo que ser un completo cobarde para no manifestarle mis enormes deseos de volver a verla a usted, y de conocerla más a fondo. No he podido dejar de pensar en su preciosa mirada, su brillante cabello, y su fresco aroma que acaricia todos mis sentidos.

-Bueno, al parecer Chester sí tiene un pequeño lado sensible. -Comenta Samuel.

-Yo no lo veo de esa forma. -Comenta William-, Chester Black es un hombre extremadamente petulante, y posee todas las desvirtudes éticas y morales jamás vistas. Considero la posibilidad de que esa carta se la haya podido redactar otra persona, haciéndole el favor.

-Yo eso lo dudo, Chester no perdería su mérito de tal forma. -Le dice Lilia-, Y, aún pienso que sería muy agradable tener un encuentro íntimo con él.

Al instante William se levanta de la mesa, y dice con tono muy serio y enojado:

-No me parece bien lo que piensas. Y si te quieres encontrar con él, adelante, pero a mí no me vuelvas a dirigir palabra alguna entonces.

Luego, sin decir más, William se retira del comedor.

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