65.

6 2 0
                                    

Lilia paseaba ahora por un club, junto a Chester Phillips Black, por supuesto. Un poco más atrás de ellos Bernard caminaba como un guardaespaldas.

¡Y además, tenía él un típico nombre de guardaespaldas!

—Dime, Lilia, ¿Entonces me perdonas ahora por completo? —Le pregunta Chester—, Pues te he manifestado mis constantes y sinceras disculpas desde que nos reunimos aquí, y pues, quería que supieras que estaba yo ebrio cuando te llevé a mi habitación e intenté hacerte mía.

—Sí, Chester, te disculpo. —Le dice la jóven, sin ánimos y con ganas de largarse. Chester le aburría, cada palabra y cada gesto de él era incluso más irritante que el anterior.

—¡Miren! ¡Vamos a jugar un poco al billar! ¿Les parece? —Propone Chester, acto seguido camina velozmente hacia el salón común en la colina.

Bernard toma sutilmente el brazo de Lilia, y le comenta en murmuro:

—No, querida. Chester no había bebido ni una sola copa cuando te llevó a la cama e intentó abusar de la intimidad.

—Lo sé, Bernard, lo sé. —Contesta la chica.

—Lamento que Chester sea como es. Es mi hermano y quisiera que mejorara tantos aspectos de sí mismo, ¡Pero hacer que cambie es tan difícil como hacer que un niño aprenda japonés en una semana!

Lilia ríe levemente, y luego Chester les llama desde arriba:
—¡Vengan ya!

Al subir los tres, toman una mesa y comienzan a jugar.

—Me gusta el billar, soy bastante bueno, ciertamente. —Se halaga Chester a sí mismo.

—Yo prefiero el ajedrez o el Black Jack, soy más de juegos de mesa que de bolas en agujeros. —Comenta Bernard.

—Es por ello que resultas demasiado aburrido para cualquier mujer, querido hermano. —Le aclara Chester—, Y esa es la única razón que justifica tu constante y determinada soltería. ¡Ninguna mujer dura más de seis meses a tu lado! ¡Las espantas cuando comienzas a hablar sobre filosofía o la creación del universo en un sólo sentido!

—Pues, me agradan esos temas complejos, no veo nada de aburrido en ello. —Dice Bernard.

—Pero son temas aburridos, ¡Temas que espantarían hasta a un perro! —Exclama Chester—, Yo por mi parte soy mejor en las conquistas, mis técnicas son más apreciables y lujosas.

Al decir eso último, Chester mira a Lilia con coqueteo; y ésta le pregunta:
—¿Acaso ha usted tenido alguna relación duradera y estable con una mujer?

Chester cambia ahora su semblante, lo vuelve serio, frío y enfadado al instante.

—Harper Collins, era el amor de mi vida. Y ahora probablemente está muerta.

Luego de aquellas palabras tensas pronunciadas por Chester, Lilia comunica que debe ir al baño, pero no deseaba asistir ninguna necesidad, sólo quería alejarse de allí.

Mientras camina por el salón, Lilia escucha a dos hombres hablar junto a una mesa de billar.

—¡Entiéndeme! ¡No puedo decirte quién es el asesino! —Exclama uno de ellos.

—¡Pero es que pensé que éramos amigos! ¡Se trata de mi difunta esposa de la que hablamos! —Exclama el otro hombre, aparentemente más jóven que el primero.

Lilia camina mucho más despacio para poder oír la conversación que ha llamado tanto su especial atención:

—Tú no querías a Christina Blair, Jackson. ¡No me engañas! ¡Hay algo más que te ha motivado a preguntarme sobre su homicidio! —Le dice el hombre de cincuenta y tantos.

Lilia se detiene un segundo junto a ellos y finge estar buscando algo en su bolso, sabía que aquellos dos sujetos hablaban sobre la misma mujer cuyo asesinato estaba investigando su adorado y amado primo.

—¡Sólo dime el nombre de ese sujeto que la guió a la iglesia! —Le pide Jackson—, Es lo único que deseo saber.

Ahora Brahms parecía estar bastante harto, así que le contesta:
—El hombre se llama...

Al instante, un novato mesero tropieza contra Lilia al resbalarse con el piso húmedo.

Suenan muchas copas de vidrio al caerse, y aunque una de ellas ha cortado el brazo de Lilia, lo que le parece increíble es que no pudo terminar de oír lo que el hombre tras ella le decía al otro sujeto.

¡Estaba a punto de revelar el nombre del asesino! ¡Lo hizo, en realidad lo hizo! ¡Pero Lilia no pudo oír por el torpe acto de aquél camarero y las copas en el piso!

—¡Lo lamento! ¡Me disculpo! —Exclama el jóven empleado.

—¡Alejese ya mismo de mí! —Le grita Lilia, enojada—, ¡Parece que lo ha hecho a propósito!

Luego, los otros dos hombres se acercan, y uno de ellos dice:

—Venga conmigo, yo le ayudo.

Lilia se va con él, el hombre le ayuda a sacar el pequeño vidrio incrustado en su brazo, y luego le dice:

—Mi nombre es Jackson Corner, qué mal que nos conozcamos en estas circunstancias, bella señorita.

Jackson era, probablemente, poco más de quince años mayor que Lilia, pero, si de coquetear a una jóven tan atractiva se trataba, él estaría activo para su deber.

~~~

Cerca de la casa Blair, William Pennington y Pedro Smith se hallaban entrando en la iglesia de Santa Rita, habiendo tenido el permiso previo del padre Rashford para una leve y sutil inspección.

Luego de casi media hora de inspección al colosal lugar, el padre Antoine Rashford dice:

—No hay nada sospechoso aquí, si es lo que buscan. ¡Esta es la casa de Dios!

Cuando estaban cerca de un rincón bastante estrecho, Pedro se ríe del comentario del sacerdote, William no hace caso a nada, pero, al ver una antigua estantería, piensa entonces en esas obras de ficción y en esas típicas aventuras.

Así que, William toca el estante de libros, y al notar algo hueco, lo empuja con fuerza hacia la derecha.

Se ha abierto entonces una entrada hacia un pasillo oscuro y aparentemente secreto, William y Pedro están atónitos.

Pero el padre Rashford sólo desea sacarles a patadas de allí.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora