84. CAPÍTULO FINAL.

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—No me iré a ningún lado, William. Siempre estaré contigo. —Le dice Lilia—, Pase lo que pase, sin importar qué. Tú eres quién más me importa.

Al terminar de hablar, Lilia besa en los labios a su primo, él la besa unos segundos, y luego sólo la vuelve a abrazar.

Samuel había visto la escena desde un poco más atrás, pero ya no le importaba, sólo se da la vuelta para dejarlos a solas.

Días después, no había sucedido nada interesante. El funeral, el entierro, y luego el juicio para determinar la cantidad de años que merecían Thomas Pennington y su jóven hija en prisión.

Las cosas avanzaban de manera normal, nada inesperado, nada aterrador. Ahora el caso Blair estaba, oficialmente, culminado. William Pennington había tenido que hablar unas cuantas veces más frente a la prensa, la gente seguía alabando su excelencia en el área de investigación policial, todos le adoraban y pensaban que era él alguien muy osado y sagaz, que era una de las mejores cosas que le habían sucedido al condado de Hunsford en estos últimos años.

Un mes después del fallecimiento de Anastasia Blair, William había viajado a Londres, y ahora se encontraba en un refinado restaurante esperando a alguien.

Al verla, sonríe y se sienta a conversar con ella.

—La estuve esperando en la reunión de libros y firmas. —Le dice el detective—, Cuando ví a Anastasia llegar, se me olvidó cuanto deseaba charlar con usted y, comentarle qué tan bien me había ido en este caso, respecto a su resolución, claro.

—¡Qué bueno que se me hizo muy tarde y no asistí! —Exclama Agatha Christie—, Porque me gusta mucho escribir sobre homicidios y crueles asesinatos, pero no me agrada presenciarlos. Lamento mucho lo de esa muchacha, sé que te importaba; ¿No es así?

—Mucho, me importaba mucho.

—En verdad lo lamento. Te había invitado a esa reunión literia para tener una buena oportunidad de charlar sobre el caso Blair, y poder inspirarme un poco, si de alguna novela se tratara. —Explica esta—, Creo que, el caso Blair sería una novela bastante dramática.

—Pero muy original, ¿No cree usted? Creo que a ningún detective le ha pasado que, se encuentra investigación un homicidio, y los culpables de dicho caso resultan ser su propia familia. ¡Estaba yo rodeado de asesinos! Pensaba día y noche en Christina Blair y en los responsables, sin darme cuenta que estaba durmiendo en la misma casa que ellos.

—Es fascinante, ¿Verdad? El asesino siempre debe ser, en las novelas, alguien muy protagonista. Y si esta fuera una historia, no sería la excepción. —Le dice Agatha.

William permanece callado, y no contesta nada.

—¿Quisiera usted que le sugiera alguno de mis libros? Podría sentirse identificado con... Muerte en el Nilo.

—¿Por qué con ese? —William frunce el ceño.

—Ahí dejo en claro que el amor muchas veces termina en tragedia, pero que, pese a eso, aún hay lugar para los acontecimientos felices. —Explica la señora.

—¿Qué puede ser felíz en mi caso? Me enamoré de alguien a quien precipitadamente asesinaron, sin siquiera merecerlo o sin haber hecho algo malo. Y además, mis padres y mi hermana están ahora en prisión. Entonces ¿Puedo decir que hay algo felíz?

—Sí. Hiciste justicia a la memoria de Christina Blair, era eso lo que querías desde el inicio, ¿No? O eso es lo que expresabas frente a la prensa. Tu propósito era el de hallar al culpable, y ya lo has hecho. Los responsables, tu propia familia, está ahora en prisión, pero merece estarlo. Tal vez cuando salgan puedan entonces arrepentirse, e ir por un mejor camino que el de la venganza o el odio.

William se queda callado nuevamente, la señora Christie vuelve a tomar la palabra:

—Asesinaron a una pobre e inestable mujer que tenía tres niños. Cualquiera capaz de efectuar o participar en algo así, merece pagar por sus actos. Así es la vida. Nos castigamos entre nosotros mismos, casi como si fuera correcto decidir acerca de la libertad o la vida de alguien más. El ser humano hace muchas cosas erradas, y a veces ni cuenta se da que las hace.

—No es que me arrepienta de algo, pero desearía jamás haber aceptado el caso Blair. —Dice el detective—, Así entonces, mi familia estaría libre, y Anastasia Blair estaría con vida; aunque probablemente junto al idiota de Henry Bastor, pero estaría viva.

Agatha Christie ríe un poco ante aquellas palabras, y entonces le dice:

—Ya debo retirarme. ¿Podría usted ir a la tienda de al lado y mirar los increíbles descuentos que hay? Tal vez le apetezca comprar algo.

—No quiero comprar nada.

—Entonces vaya y compreme algo a mí. —Le pide Agatha en tono gentil, acto seguido se despide y se va.

William se extraña ante aquellas palabras, pero decide ir al lado a mirar los descuentos mencionados.

Al entrar a la hermosa y pintoresca tienda, se extraña al ver que es una tienda de antigüedades, entonces, cuando estaba a punto de irse; una voz conocida le dice desde atrás:

—Debería usted de ojear algo en la tienda.

—No creo que me pueda interesar nada de aquí. —Le responde William, volteandose y encontrándose con una mujer de ropa oscura y un sombrero enorme que le cubría el rostro.

—Bueno, yo creo que sí le puede interesar algo. —Le contesta la mujer.

—¿Trabaja usted aquí? —Le pregunta el detective.

—No en realidad. Pero conocí al gerente hace poco, y me agrada.

—Bien, disculpe si soy grosero, pero ya debo irme.

—¿Quisiera tomar un café conmigo? Yo le invito. —Ofrece la mujer.

—Pero ni siquiera la conozco. —Le dice William, frunciendo el ceño.

La mujer se quita el sombrero, lo mira fijamente, y le dice:
—¿No me conoce usted? Yo creía haber visto su peculiar y tierno rostro antes.

William queda en shock al verla, no lo podía creer. Su rostro seguía siendo igual de hermoso y delicado, así que se acercó a ella, y le preguntó:

—¿Esto es un sueño? O, ¿Eres un fantasma?

—Ninguna de las dos. —Contesta la mujer, tomándolo por las mejillas y besándolo en los labios.

Él siente paz al sentirla tan cerca, tiene unas mil preguntas qué hacerle, pero prefiere besarla primero.

Fin.

El Caso Blair Where stories live. Discover now