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"Es mejor no efectuar cosas que no nos provoquen placer, pues la vida se trata de ello

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"Es mejor no efectuar cosas que no nos provoquen placer, pues la vida se trata de ello."

Samuel sólo se encontró absorto en sus pensamientos, pensaba en William, pensaba en Lilia, pensaba en Chester; pero más en los dos primeros.

Se preguntaba: ¿Por qué William sentirá tanta protección y celos casi extremos por Lilia? Entiendo la adoración de ella hacia él, ¿Pero de él hacia ella? Eso es un tanto más singular.

A la mañana siguiente, William Pennington hallabase desayunando con sus dos preciados primos.

—La pasé muy bien ayer. —Comenta Lilia—, A pesar de mis pequeños disgustos.

—¿Qué disgustos tuviste? —Pregunta William interesado.

—Por desgracia me tropecé con una chica de clase muy media o baja, y encima, ella tuvo se sentó a conversar con nosotros. —Explica Lilia—, Aunque era más que seguro que no deseaba estar allí con nosotros.

—¿Y entonces por qué se encontraba allí con ustedes? —Pregunta William.

—Pues, vino como pareja del señor Black. No de Chester, sino de Bernard. —Contesta Samuel.

—Entonces el señor Bernard es menos prejuicioso y más humilde que Chester, ¿No? Pues tuvo como pareja a una chica de clase media. —Comenta William—, Y de hecho, estoy tan seguro, pese a no haber estado allí, que a Chester no le agradó esa señorita sólo por su simple apariencia.

—En serio deberías de volver a tu rango. —Dice Samuel riendo levemente—, Pues es cierto, a Chester no le agradó, incluso antes de que esa mujer mencionara palabra alguna.

—Es fácil darse cuenta cuando una persona posee cierto exceso de arrogancia. —Manifiesta William—, Pues, se les nota casi a primera vista.

—O, tú tienes una vista muy superior a la de cualquiera. —Sugiere Samuel sonriendo.

—No me gusta ostentar de mis virtudes profesionales y personales, pero en efecto, probablemente soy más sagaz y poseo mejor percepción de las cosas que la mayoría de la gente. —Explica William—, Por eso fuí detective hasta no hace mucho.

—Y por eso deberías volver a tu profesión. —Comenta Samuel.

—Ni pensarlo. —Responde William. 

—Primo querido, ¿Por qué nunca te has dignado a relatarnos esa misteriosa historia del por qué abandonaste tu profesión? —Pregunta Lilia con tono muy amable.

—Porque no siento placer alguno en contarla. —Confiesa William—, Es mejor no efectuar cosas que no nos provoquen placer, pues la vida se trata de ello.

—¿Y qué cosas precisamente le provocan a usted placer? —Pregunta Lilia con tono seductor.

William traga saliva al escuchar la pregunta, y más, el tono de la pregunta. Y Samuel, él sólo hace una mueca de desinterés.

Al instante, llega el mayordomo Simon, y dice:

—Disculpeme el acto de interrupción, mi señor. Pero, su familia está aquí.

—¿Mi familia? —William frunce el ceño con sumo desconcierto.

—Su hermana, su cuñado, y sus padres. —Especifica el delgado mayordomo.

—¿Mis tíos están aquí? —Pregunta Samuel igual de extrañado.

Entonces, el señor Pennington y sus dos primos salen del comedor del desayuno y se dirigen a la entrada de la casona.

—¡Amor mío! —Exclama Rossana al ver a su hijo, se acerca a él y besa su mejilla.

—Un gusto verte otra vez, querido Will. —Lo saluda su serio padre.

Claudia abraza a su hermano con sentimiento, pues era ella bastante afectiva, y Pedro saluda cordialmente a su cuñado.

—¡No sabía que se encontraban mis dos sobrinos favoritos aquí! —Exclama el señor Thomas Pennington.

Sus dos sobrinos lo saludan, pero Samuel con mayor contento, pues adoraba a su tío en extremo.

—¿Ahora puedo ser lo suficientemente insensato para preguntar por qué han venido aquí? —Expresa William, no con descontento, sino con sorpresa e intriga.

—¡Tu cumpleaños es mañana, hermano! —Exclama Claudia con una sonrisa de oreja a oreja, tocando las mejillas de William y apretándolas.

William parece estar sumamente sorprendido, entonces en seguida dice:

—Por favor, suban. Las amas de llaves les mostrarán sus habitaciones. Y un gusto tenerte aquí en mi propiedad, Pedro; espero te guste.

Todos suben, y Samuel los acompaña.

Lilia se queda a solas con su primo, y sin pensarlo mucho, le pregunta:

—No recordabas tu cumpleaños, ¿O sí?

—Por supuesto que lo recordaba. —Afirma William.

—No, mostraste extraordinaria sorpresa cuando oíste que era mañana. ¿Cómo se te pudo olvidar tu propio cumpleaños? —Pregunta Lilia extrañada.

—Es que sencillamente no me importa esa fecha, es común, no tiene nada de especial. Me preocupo por el cumpleaños de mis seres queridos, pero el mío, en lo personal, se me olvida con significativa constancia.

—Pero el tuyo es el más importante. —Murmura Lilia.

—¿Por qué lo sería? —La cuestiona William.

—Todo de tí es sumamente importante. —Responde esta, sin apartar sus ojos de los de él.

El Caso Blair Where stories live. Discover now