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Durante la cena Rossana Pennington se esforzaba en descifrar las palabras que escondían los semblantes de su hijo William, de Pedro y de su sobrina política, Lilia

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Durante la cena Rossana Pennington se esforzaba en descifrar las palabras que escondían los semblantes de su hijo William, de Pedro y de su sobrina política, Lilia.

-¿Qué pudieron averiguar el día de hoy? ¿Quién fue asesinada? -Se apresura en preguntar la señora Pennington.

-Su nombre era Emily Rutt, estaba... -William titubea-, Ella era la criada en la casa Blair, era una buena persona.

-Eso no lo sabes, primo. No la conocías, a penas llegaste a hablar con ella algunas pocas veces. -Le aclara Lilia.

-Lo sé, pero en lo poco que pude percibir, era una buena mujer. Pero... Estoy seguro de que algo sabía ella acerca del asesinato de Christina Blair, y debido a eso alguien fue en seguida a callarle la boca. -Explica el detective Pennington-, Mi pregunta es... ¿Por qué no la asesinaron antes? ¿Por qué ahora?

-Tal vez tiene algo que ver acerca de tu última conversación con ella, no lo sé. -Sugiere Samuel, más pendiente en su carne asada que en la conversación.

William se queda pensando un segundo, y dice:

-No puede ser.

-¿Qué? -Le pregunta la señora Pennington.

-¡Ya lo sé! ¡Lo sé todo! Ya sé porqué asesinaron a Emily Rutt, y... Creo saber quién puede estar involucrado, aunque no directamente. -Dice William.

-¿De qué hablas? -Pregunta Claudia extrañada.

-Mañana mismo organizaré una reunión, en ella me encargaré de ver a Charlie Blair, a Anastasia Blair, al señor Bastor, al señor Jackson Corner, y a los tres niños. -Dice William-, Allí está la respuesta.

Al terminar de cenar, Rosanna Pennington permanece un rato en el salón principal, admirando un poco de música clásica tocada por su sobrina en el piano.

Claudia estaba en el otro extremo, dibujando.

Allí estaban las tres.

-¿Es Tchaikovsky, verdad? -Le pregunta la señora Pennington a la jóven y hermosa Lilia.

-Así es, es el cascanueces. -Responde Lilia.

Luego de unos segundos, la señora Rosanna Pennington, luego de observar bastante a Lilia, le pregunta:

-Querida, tienes poco más de veinte años, has estudiado, has surgido grandiosamente en el mundo social, tienes tu propia empresa gracias al favorable apoyo de tu millonario padre, conoces buena parte de la sociedad aristócrata, eres bonita y admirable, entonces, ¿Por qué aún no has consiguido una pareja? ¿O que acaso no te gustan los hombres?

Lilia se pone algo nerviosa, sabía cuál era la verdadera respuesta de porqué no tenía aún pareja.

-En ese caso, Lilia querida, no debes preocuparte. Hay algunos centros médicos que pueden intentar tratar la homosexualidad, es una enfermedad que suele provocar cierto asco y desdén a la gente, pero yo puedo ayudarte a quitarla de tí. -Le sugiere la señora Pennington.

-No, claro que no. -Niega Lilia-, No soy homosexual, es una enfermedad de lo más repugnante, y agradezco mucho a Dios por no padecerla. ¡Pobres de aquellos que poseen tan extraños y anormales gustos! Mi caso es uno completamente distinto.

-¡Oh! ¡Qué alivio oír eso! -Exclama Rosanna Pennington.

Claudia no prestaba atención a la conversación.

-Entonces, ¿Cuál es tu caso, Lilia? ¿Por qué aún no tienes algún hombre guapo y rico a tu lado? ¡No puedes decir que no tienes pretendientes! Eres bellísima, casi perfecta físicamente.

-Sí tengo pretendientes, está Chester Black, y, algunos amigos de mi padre, algunos compañeros y socios de la empresa, y un guapo y joven vecino de mi comunidad.

William había llegado a la puerta del salón principal, pero, al oír la conversación, prefiere no entrar, sabe que es una conversación entre mujeres, dónde él no tendría cabida. Sin embargo, al escuchar la voz de Lilia, prefiere quedarse a oír desde afuera, le interesaba, sí, le interesaba oír.

-¿Por qué no has aceptado a ninguno de ellos aún? ¡No puedes quedarte como una solterona! -Le dice la señora Pennington-, Ni siquiera tu hermosa cara y tu profundo dinero compensarían eso. ¡Ya eres mayor de edad incluso!

-Sí, pero... -Lilia hace una pausa, mira un segundo el piano, y luego continúa-, El hombre que llama la atención de todos mis sentidos, no me corresponde.

-¿Por qué no? -Rossana frunce el ceño, con intriga y ansiedad.

-Porque... Creo que no le gusto, y además, si hubiera cabida para una relación sentimental entre nosotros dos, sería de lo más inconveniente. Pero creo que estoy enamorada de él, aunque ni siquiera se dé cuenta.

William ahora decide irse, no quiere escuchar más, o, tal vez no puede escuchar más.

-Qué lamentable, sobrina mía. Qué lamentable. -Murmura Rosanna Pennington, evaluando adecuadamente la situación.

-A veces le miro, le escucho, y siento ganas y deseos de hacer cosas indebidas, y esto principalmente porque se requiere del matrimonio para que pueda ser llamado algo honrado. ¿Qué cree usted, tía, que yo debería hacer? -Le pregunta Lilia.

-Deberías acercarte más a él. Te haré sólo dos preguntas, y si ambas son afirmativas, entonces no puedes dudar en intimar. ¿Él es guapo?

-Sí, muchísimo.

-¿Y es rico?

-Sí, posee una fortuna considerable, y un título prestigioso. -Responde Lilia.

-Entonces, querida, acércate. Habla con él, muéstrale tu afecto y atención, y, lo demás surgirá después. -Dice la señora Pennington-, Lo prometo. Sólo un idiota no podría resistirse a tu perfecto rostro y carisma, ¡Lástima que mi hija no es así de bella como tú!

-¡Madre! ¡Estoy escuchando! -Exclama Claudia algo enojada.

-Lo siento hija, pero es cierto. Tú debiste nacer con un rostro más angelical y menos sencillo. -Le recrimina su madre.

-Ya me voy. -Al decir esto, Claudia se retira a su alcoba.

-¿Lo ves? Ni buena educación parece ella tener. -Manifiesta la señora Pennington-, Pero, como dije antes, Lilia; debes intimar con este guapo y rico hombre, coqueteale hasta más no poder, siempre funciona.

-¿En serio? -Pregunta Lilia abrigando esperanzas.

-Por supuesto, querida. Los hombres son como ratas, y una buena y fresca seducción es el queso perfecto para ellos. Siempre caen, no se resisten. Las mujeres en cambio somos más enfocadas, un coqueteo no siempre es suficiente para nosotros. Pero, si te esfuerzas en levantar los nervios de ese hombre, caerá ante tí como en una red, una red en la cuál permanecerá atorado para siempre.

El Caso Blair Where stories live. Discover now