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Luego de que el detective William se había retirado de la casa Blair junto con su cuñado, seguidamente Henry Bastor también se fue.

Y quedaron a solas Emily Rutt junto a Anastasia.

—¡Oh! ¡Señorita Blair! ¡He quedado fascinada la tarde de hoy!

—¿Y eso por qué? —Anastasia frunce el ceño con desconcierto.

Ambas se hallaban sentadas en el comedor, mientras Emily cocía algunas franelas, le responde a la mujer junto a ella:

—El detective Pennington es... De lo más apuesto.

Anastasia ríe levemente.

—¿Qué? ¿Vas a negar que tiene un rostro angelical, y una mirada increíblemente penetrante? —Le pregunta la criada—, ¡Por dios! ¡Cómo desearía que un hombre así, tan atractivo y rico, pusiera su atención en mí!

—Emily, mi hermana falleció hace muy poco, ese hombre está investigando ese asesinato, y tú sólo piensas en que era muy irresistible. —Comenta Anastasia con desinterés.

—Lo lamento, pero es que la señora Christina ya falleció, no hay nada que pueda hacerse. Y, la vida continúa. —Dice la mujer.

—Lo sé, sé que así es. Pero aún me duele mucho lo que le sucedió. —Dice Anastasia con miraba baja.

—Bueno, ¡Entonces déjame animarte un poco! —Le pide Emily—, Te sigo contando... Cuando el detective Pennington estaba haciéndome algunas preguntas, casi no podía responder, me puse increíblemente nerviosa debido a su hermoso aspecto. ¡Nunca he visto a un ser más precioso que él!

—Yo sí, Henry Bastor. —Dice Anastasia con fijeza.

Emily Rutt casi llora de la risa, acto seguido dice:

—¡Estás demente si eso piensas! Pero, como sé que eres una persona bastante cuerda, me figuro que tú también te diste cuenta de lo atractivo que es.

Anastasia sólo ríe levemente debido al tono de hablar de Emily, el cual era un tanto exageradamente emocional.

—Juro que cuando estaba hablando con él a solas, sólo sentía ganas de tomar sus manos, ponerlas en mi cintura, y luego forzarlo a besarme. —Dice Emily, mirando a la nada con rostro de enamorada.

Anastasia no responde con palabras, sólo ríe. Era para ella gracioso ver a Emily en tal estado, pues, en el tiempo que tenía de conocerla, jamás la había visto así.

Las pupilas de Emily probablemente se habrían encontrado bastante grandes al hablar y ver directamente a William Pennington, pero, por otro lado, este no mostraba interés alguno por ella, puesto que su principal atención era el caso.

Y, como la misma Emily lo decía, ella carecía de un aspecto físico agradable, por lo tanto, era muy difícil que un hombre la considerara físicamente atractiva.

~~~

Ahora William Pennington se encontraba llegando a la morgue, junto con Pedro aún.

Al entrar, se dirigieron a alguien que les indicara el camino, finalmente, con ayuda de un médico forense, lograron observar detalladamente y bastante cerca el cadáver de Christina Blair.

—Era una mujer muy bonita, qué lástima. —Comenta Pedro.

—Sí, se nota que era bonita. —Concuerda William—, Lástima que es a veces esa la razón por la que son asesinadas algunas mujeres. Aunque, este caso es muy diferente.

Pedro ahora se tapa un poquito la nariz debido al terrible olor que expulsa la muerta, y William se dirige entonces al médico forense:

—¿Puede desmantarla un poco más?

El médico forense hace lo que se le pide, y luego, los tres hombres allí presentes pueden mirar detalladamente cada pequeña parte del cuerpo de la fallecida: su piel estaba amarillenta, su rostro pálido, sus labios sin color, su cabello sin brillo y tieso, y su piel extremadamente pesada.

Tenía un agujero en la cabeza, y dos recién cocidos en el hombro.

—¿Por qué le habrán disparado dos veces en el hombro, antes del disparo final? ¿Por qué causarle dolor físico en sus últimos segundos de vida? —Pregunta William, tocando delicadamente la piel de Christina.

—No lo sabemos. —Responde el médico forense—, De igual forma, tampoco sabemos si los dos disparos en el hombro fueron efectuados antes o después del disparo en la cabeza.

—¿Por qué razón le dispararían dos veces en el hombro justo después de matarla? —Pregunta Pedro—, Eso es ridículo.

—Tal vez por desquite, quién sabe. —Dice el médico, haciendo una mueca de desinterés.

—¿No se encontraron indicios del arma de fuego, verdad? —Pregunta William.

—De hecho sí. Estuve en la escena del crimen, y la pistola la dejaron tirada en el suelo a unos metros del cadáver. —Explica el médico. 

—¿De veras? —William se sobresalta—, ¿Y qué hay sobre las huellas dactilares? ¿Usó guantes acaso?

—Así es. El asesino usó guantes. —Afirma el médico.

—Eso significa que no tenemos idea de quién pudo haber sido. —Comenta Pedro.

—No, tal vez con un poco más de tiempo podemos tener mejores resultados. —Dice William, mirando fijamente los ojos abiertos del cuerpo de Christina—, Esto a penas comienza.

El Caso Blair Where stories live. Discover now