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—¡Exactamente! Abnegación es la palabra que buscaba. —Thomas alza la voz—, Renunciar a tus deseos y sacrificarte por otros.

—Una persona tan prestigiosa como William no debería de darse el lujo —Comenta Lilia—, de hacer uso de la abnegación.

—Voy a mi habitación, quisiera tener el placer de estar sin compañía un momento. —Al decir esto, William se retira.

Se sentía, francamente, presionado por su familia, por primera vez en mucho tiempo. Y no sólo eso, también se sentía presionado por sí mismo, por la generosidad que, naturalmente, habitaba dentro de él.

Entonces, William se preguntó: ¿Por qué he rechazado centenares de casos? Por dos razones. Uno, dí a conocer que estoy retirado de mi profesión, y que no poseo deseo alguno de volver a ella. Y dos, porque siempre que alguien me pide ayuda, yo lo rechazo, y luego se enojan en extremo conmigo hasta el punto de ofenderme, sin importarles mi nombre o apellido, y, manifestar sus quejas y sus dudas acerca de mi gentileza.

—¿Vale en verdad la pena tomar uso de la abnegación, y, más aún, por personas que ni uno mismo conoce? —Se pregunta ahora, casi murmurando.

Ahora, William Pennington sólo pensaba en el depresivo, trastornado, e inquieto estado del pobre Charlie Blair. Y, además, en su profunda mirada que expresaba desasosiego a cualquier lugar que fuese.

Charlie era, muy posiblemente, una persona diferente a las demás; o eso pensaba William. Pues, ¿Por qué aún, estando en total estado de intranquilidad, impaciencia y desespero, no había reaccionado mal ante el rechazo directo de la ayuda que rogaba?

Y... ¿Si no todos mereciesen ayuda? O.. ¿Si incluso las personas malas también la mereciesen? Eso, tomando en consideración que se pueda juzgar la maldad o bondad de alguien.

Pero nadie podía juzgar eso, nadie vivo en la tierra por lo menos.

¿Quién era William Pennington para juzgar que Chester Black fuera un mal hombre? ¿Por su comportamiento, acaso? ¿Por su actitud, por su arrogancia, por sus comentarios?

Algo sí estaba bastante claro. Y era que, la opinión personal que William tenía sobre Chester Phillips Black y, sobre Charlie Blair, tenían un contraste extraordinario.

Minutos después, ya los padres de William se estaban yendo de la mansión.

Pero, respecto a los otros dos, no se pudo decir lo mismo.

Pues, Pedro Smith había persuadido a su novia de algo en particular.

—¡Por favor! ¡Debemos quedarnos un poco más aquí! —Le decía—, Necesito convencer a William de que acceda a aquél caso, de que ayude a aquél ciudadano. ¡Quiero estar aquí para presenciar eso!

—Pedro, mi hermano no aceptará, dudo mucho que eso sea posible. —Responde Claudia.

—Te lo ruego. Sólo dile a tu hermano que deseas pasar más tiempo aquí en su casa, él accederá de inmediato debido al inmenso afecto que siente por tí, y, yo podré quedarme aquí más tiempo. —Le pide Pedro—, De esa forma, lo convenceré, y, ya una vez que lo haga, lo ayudaré con la resolución de ese caso.

—¿En verdad te importa la crisis emocional de aquél hombre que exige justicia? O, ¿Sólo quieres tener la oportunidad de poseer participación en un caso de este tipo, con la presencia de alguien como mi hermano?

—Ambas cosas, Claudia. —Responde el jóven.

Sí, Pedro se caracterizaba por su profunda benevolencia, a veces resultaba evidente.

—De acuerdo, sabes que te puedes quedar en mi casa todo el tiempo que tú quieras. —Le dice William—, pero, quisiera saber por qué has deseado quedarte por más tiempo.

Claudia se pone algo nerviosa, y mira a Pedro para esperar alguna señal o idea como respuesta.

—Hermana, sé que te fascina Londres, y además, tu gusto por Hunsford es muy escaso. ¿Entonces por qué deseas quedarte más tiempo aquí? —Le pregunta el ex detective.

—Es que... Ah... —Claudia titubea—, ¡Quiero pasar más tiempo contigo! ¡Sabes cuándo adoro disfrutar de tu agradable presencia! Y ahora, bueno... últimamente, ya casi no nos vemos tan a menudo.

—Bien, ahora comprendo más la situación. Entonces esperó que tú y Pedro disfruten unos días más de estancia aquí. —Dice William sonriendo gentilmente.

Claudia sonríe algo nerviosa, pero Pedro sabe mantener más la calma.

Al día siguiente, William decide visitar la iglesia de Santa Rita, deseaba, con enorme curiosidad, ir a verla.

Fue solo, cabía mencionar.

Al llegar, encuentra muchas cintas amarillas rodeando el lugar, y, diversas personas investigando la escena.

Muchos allí presentes giran su vista hacia William Pennington, y les sorprende enormemente ver a aquél hombre allí, en estas circunstancias.

No era sólo la bondad de Charlie al pedirle ayuda, sino que también la curiosidad por la particularidad de aquél homicidio estaba presente, esto lograba llamar muchísimo la atención de William.

—Hola, ¿Qué hace usted aquí? —Pregunta Anastasia Blair, acercándose al ex detective.

Este voltea, la mira directamente, su dulce voz le parece familiar, pero no recuerda haber visto su rostro.

—¿Mi hermano fue a verle? —Pregunta la jóven, con angustiada expresión.

William no pudo evitar notar que los labios de aquella mujer estaban algo rotos y cubiertos de sangre, y que, además de su pálido semblante, sus uñas se encontraban algo cortas, probablemente comidas.

El Caso Blair Where stories live. Discover now