70.

8 2 1
                                    

Ambos continúan besándose varios segundos más, William lo disfrutaba, realmente sí, pero una culpa le invadía, así que decide parar.

-Lo siento. -Se disculpa-, No sé qué me ha pasado, no sé por qué lo hice.

-Creo que sí lo sabes, William; pero no quieres decirlo. -Sugiere la jóven.

-¿Decir qué? -Este frunce el ceño.

Lilia vuelve a besarlo en los labios nuevamente, él lo permite e incluso posa sus manos en su delgada y suave cintura, pero luego se detienen en seguida.

-Vamos a dormir, estoy cansada. -Es lo único que dice ella, para luego recostarse en la cama y darle la espalda a su primo.

Él se acuesta boca arriba y piensa en lo que acaba de suceder, piensa en que le gustó mucho, pero en que quizás estuvo mal. ¿Y si su prima sentía lo mismo que él por ella? Entonces probablemente había un problema.

Thomas Pennington había crecido junto a su hermana menor, Isabella Pennington, ambos eran hermanos tanto de lado materno como paterno, y se habían criado entre juegos, aprendizaje y tiernas experiencias desde muy pequeños, en la misma finca. Y ahora, Thomas tenía un hijo, Isabella una hija, y ambos tenían sentimientos por el otro, quizás a ningún miembro de la familia podría agradarles algo así.

Así que William intentaría reprimir cualquiera de estos sentimientos inadecuados, pues, política y moralmente era lo correcto.

A la mañana siguiente, William baja a desayunar, pero Lilia, Samuel y Rosanna Pennington no estaban ya que habían salido a hacer unas compras y a alquilar algunos trajes formales.

El señor Pennington también había salido muy temprano, necesitaba arreglar algunos asuntos pendientes, pues era él un hombre bastante ocupado.

William baja al salón junto al jardín y se encuentra a su hermana Claudia leyendo y tomando té.

Él se sienta junto a ella y toma algo liviano para comer.

—¿Cómo dormiste? —Le pregunta Claudia, mirando su libro.

—Bien, muy bien. —Contesta este—, ¿Qué lees?

—Orgullo y prejuicio, es una obra exquisita, he de reconocerlo. —Dice la chica—, Darcy y Elizabeth Bennet tienen una química excepcional, es un romance maravilloso con los detalles característicos de su época.

—Lo sé, la he leído. Me parece que mamá y papá también han tenido un romance maravilloso, hasta no hace poco que han comenzado a tener ciertas disputas y problemas, ¿Sabes tú a qué se deben? —Pregunta William, mirando a su hermana de forma inquisitiva.

—¿No te ha contado ya papá? —Pregunta la jóven, William nota que ahora ha dejado su libro y le presta más atención a él, significaba que le interesaba el tema, desde luego que sí.

—No. —Niega William.

—Bueno, yo no sé nada al respecto. —Al decir esto, Claudia vuelve a su libro. 

William piensa unos segundos, y luego aparta el libro de su hermana, y le dice:

—En realidad, papá me comentó algo sobre una mujer, y que los problemas se debían a un acto... ¿Infiel, tal vez?

Claudia ahora le mira fijamente, y le dice:

—En efecto. Mamá me ha contado que papá tuvo una aventura no hace mucho con una mujer, su nombre era Jenny Wilson, si mal no recuerdo. Era una mujer jóven que vivía cerca de Watford. Ambos se gustaban mucho y mamá estaba furiosa por ello, debido a esto fue que abandonó la mansión en Londres y vino aquí a pasar unos días.

—Entiendo. Ella ha estado pasando por un muy mal momento, ¿Verdad?

—Sí. Está enamorada de papá, pero él no es un hombre muy fiel, y además, tiene dones excepcionales para la seducción y el coqueteo, y su dinero es un imán para cualquier mujer, eso perturba el estado de mi madre y la aleja de tener una vida tranquila y digna. —Informa Claudia.

—Espero que arreglen sus diferencias. —Dice William—, ¿No esperas tú lo mismo?

—¡Desde luego!

—¿Y qué más te ha dicho mamá? —William frunce el ceño.

—Nada más. —Dice Claudia, acariciando su cabello con la mirada baja.

Poco más tarde, William sale de la mansión junto con Pedro, y ambos van a visitar a Jackson Corner.

Al entrar, William nota que el señor Corner mira mucho a Pedro y luego baja la mirada, su semblante estaba serio y neutro al mirar al detective, entonces sólo les pregunta:

—¿Qué se les ofrece nuevamente?

—Quisiera hablar con Rubius.

Lucy y Rory jugaban en el balcón de la casa, entonces William y su cuñado se sientan frente al niño mayor a conversar, mientras que su padre estaba afuera fumando un cigarrillo.

—No veo necesidad alguna de hablar con usted de nuevo. —Dice Rubius agriamente.

—Rubius, permíteme preguntar algo, ¿Tú sabías, por casualidad, lo que le sucedería a tu madre al salir en la madrugada a buscar tu cuaderno? —Pregunta William, Pedro sólo está al lado escuchando en silencio.

—No, ¡Por supuesto que no lo sabía!

—¿En verdad? ¿Pero no habías hablado con alguien antes?

—No.

—¿Fue Henry, quizás? ¿Hablaste con él antes de que cayera la noche?

—¡No! —Grita el niño.

—¿Entonces hablaste con alguien más? ¿Con Joanna Simnet? Seguramente le conoces.

—Déjeme tranquilo.

—¿O fue acaso idea tuya que tu madre saliera en la madrugada?

—Le estás presionando mucho. —Le dice Pedro a William.

—¡Yo creo que tú sabías de las consecuencias de salir en la madrugada, Rubius! —Le dice William. 

—¡No! Yo no sabía nada, ¡No me acuse! ¡No tiene pruebas!

—¿De veras no querías a tu madre? ¿Tanto le detestabas? ¿Era ella muy cruel? ¿Quisiste armar lo sucedido? —Continúa preguntándole William.

El niño se desespera hasta tal punto de ansiedad y descontrol, que grita con furia:

—¡Sí! ¡Yo lo hice! ¡Yo provoqué que saliera a propósito de casa! ¡Yo quise que muriera!

William se queda en silencio, impactado.

Ya una vez que el niño respira y se calma, entonces dice:
—No me arrepiento de haberla hecho salir. Sin embargo, aunque yo lo provoqué, no lo hice directamente. Yo no la maté.

—De acuerdo. —Murmura William. 

—Pedro, ¿Me puedes pasar ese pote de agua, por favor? —Le pide el niño.

Pedro toma el pote y el niño bebe mucha agua, luego dice:
—Mamá era una mala persona, se lo merecía; ella quería alejarnos de papá.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora