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El ser humano es egoísta de carácter nato, y muchas veces hará el bien sólo para recibir algo a cambio.

Un poco más tarde, William y Pedro recién llegaban a la iglesia de Santa Rita, se encontrarían con el padre Rashford.

El anciano les permite pasar amigablemente, y luego los tres toman asiento en el salón vertical.

—¿Cómo halló usted el cadáver de Emily Rutt? —Le pregunta el detective sin perder el tiempo—, Sabemos que actuó usted sensatamente, al instante llamó a la policía, pero luego sólo se esfumó.

—No tenía intención alguna de permanecer más tiempo junto al cadáver. —Dice el padre—, Había recién yo almorzado un plato de fideos y no deseaba expulsarlos oralmente.

William y Pedro se miran extrañados mutuamente, y luego William pregunta:

—¿Por qué fue usted a la casa Blair? Cuénteme todo, por favor. Agradecería su cooperación.

El padre Rashford toma unos sorbos de su té de limón, y se dispone a contestar detalladamente:

—Conocía a Emily desde hace algunos días. Era una buena mujer, pobre, humilde y de buenos modales. Su ética me fascinaba, era ella bastante inteligente. Me llamó ayer por la tarde, y, me pidió ir a la casa Blair a bendecir el lugar, a conversar con ella, y a mostrarle la palabra de Dios.

—¿Ella era muy religiosa? —Pregunta Pedro.

—No lo creo, no parecía. —Contesta el padre Rashford con veracidad—, Ella parecía en realidad, uno de esos católicos que asisten a la iglesia tres o cuatro veces al año. Y que sin importar que no realicen oraciones todos los domingos y se mantengan al margen detallado, esperan aún su puesto reservado en el reino de los cielos. El ser humano es egoísta de carácter nato, y muchas veces hará el bien sólo para recibir algo a cambio.

—Increíble. —Murmura William Pennington.

—¿Qué sucede? —Le pregunta Pedro emocionado.

—Si Emily Rutt no era religiosa del todo, algo tuvo que haberla motivado a pedir la asistencia o ayuda emocional y religiosa del padre Rashford. —Dice William—, Significa que Emily estaba altamente preocupaba por algo. Y esa preocupación la llevaba a preguntarse si estaba haciendo lo correcto.

El padre Rashford ríe muy expresivamente, pero no en un tono de burla. Se levanta a buscar la tetera, llena nuevamente su taza, toma asiento, y le dice al detective:

—¡Usted es muy sagaz!

—¿Tengo razón entonces? —Le pregunta el detective, sonriendo.

—Así es. —Asiente el padre—, Emily Rutt me había llamado aquí a la iglesia, al teléfono. Me dijo que estaba sumamente preocupada por cierto asunto que le impedía dormir con los dos ojos cerrados.

—¿De qué se trataba? —Pregunta Pedro impaciente.

—Pido previamente disculpas a su pobre espíritu por narrar esto, pero, Emily me comentó que la noche del asesinato aquí en la casa de Dios, Christina Blair salió de casa bastante ebria, en busca de un cuaderno para su hijo mayor. —Explica el religioso padre—, Entonces, Emily la vió salir, y, vió cómo, entre los arbustos y las ramas, venía caminando hacia la iglesia, la siguió, por supuesto, y hubo una persona que guió a Christina hacia la iglesia, en altas horas de la madrugada, y, esa persona fue probablemente el asesino.

—¿Quién fue? ¿Emily le dijo quien fue esa persona? ¿Ella presenció el asesinato aquí en la iglesia? —Pregunta el detective William. 

—Para responder tu última pregunta, pues no. —Niega el padre—, Según Emily Rutt, ella vió a la persona que guió a Christina hacia la iglesia, y, posteriormente, hacia su propia muerte. Así que, se asustó un poco, como la inútil criada que era, y volvió a casa.

—Entiendo, ¿Emily vió quién era esa persona que guió a Christina? —Pregunta el detective.

—En efecto, le vió el rostro. —Contesta el padre.

—¡¿Y quién era?! —Preguntan Pedro y William al mismo tiempo.

—No puedo decirles. Emily me pidió no revelar el nombre de esa persona a nadie. Y, yo le juré en nombre de Dios, mi padre celestial, que no lo haría.

—¡Por Dios! —Exclama William enojado, levantándose de la silla—, ¡Esto es algo serio! Necesito que me diga quién es esa persona; pues, indudablemente, tuvo que ser el mismo asesino quién la guió allí. ¡Dígame, por favor!

—No puedo. Dios me castigará si lo hago. —Dice el padre Rashford.

—No, no. —Niega Pedro—, Dios se alegrará si usted coopera en este caso.

—Por favor vayanse de mi iglesia, prometí en nombre de Dios, algo que ni siquiera debe hacerse, que no revelaría el nombre de esa persona. Así que, ya no puedo decir más. Agradecería mucho que ustedes se retiraran.

William se va enseguida, bastante afligido, por supuesto, pero, ya por lo menos sabía que Emily sí sabía sobre el asesinato, y que, por ello había sido asesinada. Tal vez ella no había confesado nada debido al miedo, pero, claro estaba que dió a entender saber algo durante su conversación con el detective, y, esa fue una pieza clave que la llevó directo a su muerte.

Esa pieza, en ese breve momento, Emily había cabado el agujero para su propia tumba.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora