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-¿Quién cree usted que tuviera razones para odiar o querer asesinar a Christina? -Pregunta el detective.

-No lo sé. Creo que quizás Charlie Blair. -Responde ésta.

Los dos hombres allí se encuentran completamente asombrados ante tales palabras.

-¿Y eso por qué? -Pregunta Pedro.

-Pues, Charlie Blair tenía últimamente muy mala relación con su hermana mayor, me atrevo a decir que la detestaba. -Explica Joanna-, La golpeaba incluso, la ofendía verbalmente, y no le prestaba ni el más mínimo apoyo.

-¿Cómo sabe usted todo eso? -Pregunta William.

-Yo... -Joanna hace una ligera pausa-, Anastasia me lo comentó todo. De vez en cuando nos reunimos en un café a charlar sobre nosotras y sobre otros. Y a la jóven Ana no se le escapan detalles.

-¿Qué hay sobre el esposo ahora viudo de Christina Blair? ¿Cree que tenía razones para odiar a su esposa? -William frunce el ceño atentamente.

-No. Jackson Corner es un muy buen hombre. -Dice la mujer-, Él sólo estaba consciente de que Christina no podría hacerse cargo de tres niños tremendos, y por ello deseaba él la custodia. Sólo quería lo mejor para sus hijos.

-O... Eso es lo que piensa usted. -Sugiere el detective Pennington.

-Créame que no le digo nada más que la verdad. -Manifiesta Joanna-, Jackson es un sujeto muy bueno y justo, un hombre que sólo quiere el bien para el prójimo, en especial para sus propios críos.

-¿Por qué pensaba usted que Christina no podría cuidar de sus hijos ella sola?

-Porque... Anastasia me comentaba que siempre debía estar cuidando de sus sobrinos junto con la ayuda de la criada Emily. -Explica Joanna-, Christina por su parte se hallaba siempre ebria. Incluso antes de morir, Anastasia descubrió que se drogaba también, aunque seguramente Charlie lo sabía desde antes.

-Tal vez Christina sólo requería de atención médica. -Sugiere Pedro.

Luego, Joanna responde:

-No, ni Dios mismo hubiese podido ayudar a esa pobre e inestable mujer.

Minutos más tarde Joanna Simnet les ofrece a ambos hombres tomar una taza de té o probar alguna galleta recién horneada, y aunque a Pedro sí le hubiese gustado, William se negó de inmediato, respondiendo que debían irse ya.

Ambos se dirigen a la mansión de William para el almuerzo.

Al terminar la comida, Samuel llama a William para hablar a solas.

-Ésta carta que ves aquí la trajo Charlie Blair ayer muy temprano. Dice que alguien la dejó en su automóvil, la carta es anónima y probablemente sea de parte del responsable del acto atroz en Santa Rita. -Le explica Samuel.

-¿Ya la leíste? -William toma la carta con sus manos.

-No, él me dijo que sólo la leyeras tú.

Al abrir la carta, William lee lo siguiente:

______________________________
Le escribo esto a usted, señor Charlie Blair. Le imploro que diga al detective Pennington que ya no le interesa que investigue el asesinato de su hermana, pues, ese asunto es como permanecer en un callejón oscuro sin salida, o sin indicios de ella.

Dígale que ya no investigue el caso, que abandone el tema por completo.

Si no hace lo que le pido, puede haber consecuencias severas.
______________________________

-¿Eso es todo? -Pregunta William al terminar de leer-, Es bastante breve al parecer.

-Pues sí. Ahora que lo escucho, una simple y cortés amenaza. -Expresa Samuel.

-Esto puede significar algo. -Murmura William-, El asesino o involucrado en el asesinato de Christina Blair está asustado, cree que yo descubriré lo que sucedió allí.

-Pero tú no estás ni cerca de saber lo que pasa, ¿Verdad? -Samuel alza una ceja.

-No lo sé. Necesito un poco de tiempo, sólo eso.

Más tarde, William y Pedro habían salido a un café a reunirse con Charlie Blair.

Al llegar ambos hombres, se percatan de que Charlie no está solo.

-Traje a mi hermana con el propósito de acompañarme. -Informa Charlie.

William y Pedro sólo los saludan a ambos y toman asiento.

-Escuche, señor Blair. Las palabras que se mencionan en esa carta que el responsable puso en su auto suenan un tanto simples, pero, pueden conllevar a graves consecuencias. -Le dice el detective-, Esa persona podría querer hacerles daño en algún momento. Eso sólo por insistir en averiguar lo que le pasó a Christina. Tiene miedo, miedo a ser descubierto. Esto podría significar que el asesino no ha matado antes, que no es un profesional en la materia, y que teme horriblemente porque se pueda ver en peligro su libertad. Esto, si el asesino es el autor de esa nota.

-¿Qué? -Le interrumpe Anastasia-, ¿Qué le hace creer que el asesino no es el autor? ¿Quién más podría ser?

-Un acompañante, quizás. -Contesta William-, Muchos asesinatos no se efectúan por una sola persona. A veces podemos ver dos caras.

-Entiendo. ¿Entonces qué nos sugiere usted? -Pregunta Charlie.

-Que estén alerta y que tengan mucho cuidado, pues sea quien sea, podría estar enojado, y dicho sentimiento podría desatarse en algo más. -Explica William; quién no puede dejar de mirar por la esquina de la mesa cómo Anastasia no cesa de mover repetidamente su pierna derecha de un lado a otro, muy velozmente.

-Entiendo. Si me disculpa, voy al baño un momento. -Al decir esto, Charlie se retira.

William mira detenidamente a Anastasia, y le pregunta:

-¿Padece usted de un excesivo estado de ansiedad?

-No, para nada. -Niega ella en seguida.

Pedro casi no presta atención a la conversación, pero William mira ahora detenidamente los labios de Anastasia; vuelve a notar que están algo ensangrentados, y que ella los muerde continuamente.

-¿Puede permitirme decirle algo, señorita Blair? -Pregunta el detective.

Ella asiente con la cabeza.

-Muchas personas muerden sus labios ligeramente -Le dice el detective-, cuando desean coqueterle a alguien, esto podría ser un modo de seducción bastante frecuente. Pero, otras personas muerden sus labios con más brusquedad, y esto por la angustia, preocupación, o nerviosismo. Y, considerando sus movimientos repetitivos de la pierna, sus uñas mordidas, el cual puede ser un acto también de estado alterado, me da la impresión que se encuentra usted excesivamente angustiada. ¿Podría preguntar a qué se debe esto?

Anastasia se paraliza ante tales palabras, no sabe qué contestar, o, quizás, no desea contestar.

El Caso Blair Donde viven las historias. Descúbrelo ahora