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Poco más tarde, Anastasia paseaba cerca de la casa Blair con sus dos sobrinos mayores y la criada Emily

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Poco más tarde, Anastasia paseaba cerca de la casa Blair con sus dos sobrinos mayores y la criada Emily.

-¡Necesito mi muñeca! -Gritaba y pataleaba la pequeña Lucy.

-En un rato la buscamos en casa, vamos a pasear un rato más. -Le sugiere Emily-, Mira qué lindas las flores.

-¡No me importan esas flores estúpidas! ¡Deseo tener mi muñeca nueva! -Al exclamar esto, la pequeña se va corriendo hacia la casa y, Emily la sigue en seguida detrás.

Ambas se habían alejado.

Y ahora, cuando Anastasia se encuentra caminando a solas con su sobrino, le dice:

-Querido Rubius, desearía que, debido a tu poca edad, fueras menos desalmado y sintieras al menos un poco de abatimiento por la muerte de tu madre.

-¿Te refieres a que quisieras verme sufrir? -Le pregunta el niño-, Y tengo doce años, no soy de tan poca edad.

-No, claro que no deseo verte sufrir, es que tu madre falleció hace tan pocos días y a tí parece no importarte. -Manifiesta Anastasia.

-No defiendas su nombre sólo porque era tu hermana. -Le pide Rubius-, Ella era una terrible madre, sólo nos quería alejar de papá y tenernos bajo su techo para tratarnos cuál estorbo. Nos golpeaba, nos gritaba, incluso a Rory le escupió en la cara una vez, demostrando su desprecio y desdén.

Anastasia permanece callada, sabe que tales comportamientos de su hermana habían sido provocados no deliberadamente por sus problemas de alcohol y diversas sustancias, sin embargo, muy en el fondo, Anastasia sabía que no era eso pretexto alguno que pudiera ser útil.

-Ella nos detestaba. -Murmura Rubius.

Entonces, sin ninguno de los dos saber, habían llegado, inesperadamente, a la iglesia de Santa Rita.

¡Parecía ser un acto de magia!

Anastasia puede ver en seguida al detective Pennington por un costado del religioso lugar, conversando con otro hombre que parece ser un jardinero, este hombre era sin duda Albert Robson.

-Sí, yo trabajo podando estos jardines desde hace algunas semanas. -Dice el hombre al detective-, No se lo dije antes porque creí que ya lo sabía. ¡Ustedes los detectives lo saben todo! ¿No?

-No, no sé quién asesinó a Christina Blair, por ejemplo. -Dice William-, Necesito de su ayuda, por favor dígame si percibió algo extraño o inusual el día en que Christina fue asesinada. ¿Usted llega aquí a trabajar a las 6am, no? Esa es la presunta hora de muerte de la señora Corner.

-¿Qué sucede si no deseo responderle con veracidad a tal pregunta? -Pregunta Albert sonriendo con descaro-, ¿Me llevaría a la comisaría y sería yo cómplice?

-No exactamente, pero eso significaría que oculta usted algo. Necesito la verdad, y usted necesita salir de mi lista de sospechosos.

-Llegué poco más de las seis de la mañana ese día, regué las plantas cerca de una mansión en la zona este, y luego, cuando volví aquí, mientras barría la zona trasera de la iglesia, escuché a dos personas discutiendo en la entrada de la iglesia; y eso fue antes de hallar el cadáver de Christina dentro. -Explica Albert.

William queda perplejo ante semejantes palabras.

Anastasia y su sobrino están a unos metros más lejos, viendo a los dos hombres conversar, pero no están lo suficientemente cerca como para oírlos.

-¿Es en serio? ¿Y vió usted a las dos personas que discutían?

Albert niega sonriendo con la cabeza.

-¿Y por qué sonríe usted tanto? -Pregunta el detective.

-Usted cree que descubrirá el misterio de el caso Blair, y eso me parece a mí tan imposible como que un cerdo pueda volar sobre las nubes por sí solo. -Expresa Albert-, Yo no ví a las dos personas, sólo las oí discutir, era un hombre y una mujer, muy probablemente.

-¿Reconoció la voz de Christina allí?

-No presté mucha atención a las voces, pero la voz femenina se parecía un tanto a la de Christina, ahora que lo pienso.

-Muchas gracias por su ayuda, señor Robson. Y si alguna vez llego a llegar al fondo de este caso, me debe usted una disculpa y un halago, ¿Le parece?

-Muy bien. -Al decir esto, Albert ríe un poco y se larga.

Al girar la cabeza un poco a la derecha, William Pennington mira a Anastasia y a Rubius Corner.

Se acerca despacio a ellos, los saluda a ambos, y luego dice sonriendo gentilmente:

-Justo la persona que quería ver.

-¿A mí? -Pregunta el niño extrañado.

-Anastasia Blair, disculpe la molestia, pero -Le pide William-, ¿Podría ser usted tan amable de decirle a su sobrino que yo sólo soy una buena persona que tiene el único propósito de conocer la verdadera extrañes de este particular caso?

Anastasia ríe levemente, y le dice a Rubius:
-Es cierto lo que él dice, sólo intenta ayudar.

Minutos después, ya Anastasia había dado permiso para que el detective hablara a solas con el preadolescente, sólo a unos metros de distancia de ella.

-Dime algo, Rubius. ¿Tú discutiste con tu madre en la madrugada en que ella falleció? Necesito contar con tu veracidad.

-Yo no le hice daño a ella, no le hice nada. -Se defiende el niño, con cierto nerviosismo.

-Yo no he dicho eso, te pregunto si discutiste esa madrugada con ella.

-¿Cómo lo sabe usted?

-Tu hermana Lucy me facilitó tal información. ¿Entonces es cierto? -William frunce el ceño.

El niño asiente, aún notoriamente inquieto.

-¿Sobre qué discutían?

-No puedo decirle. -Responde Rubius secamente.

-¿Por qué no?

-Porque usted no necesita saberlo. Es más, debería de alejar sus narices de este caso, pues no tiene respuesta alguna. ¡Siempre será un misterio! -Al decir esto, Rubius se despide del hombre frente a él y vuelve con su tía.

El Caso Blair Where stories live. Discover now