1 (one)

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Luisita Gómez Sanabria nació un 22 de octubre de 1993. Era un frío día de otoño en el que había tormenta, y las hojas secas que caían de los árboles se mecían de forma abrupta a causa del fuerte viento.... Bueno, pensándolo mejor, tampoco hace falta ponerse tan exquisita, ¿no? Quiero decir... podría explayarme contando muchísimos datos que podrían ser relevantes (o no) para la historia, con un vocabulario súper elevado... pero quizá lo mejor es no andarse con rodeos y simplemente contar lo que pasó. Quizá sí o quizá no, a lo mejor acabo mezclando ambas cosas. Yo sólo digo que mejor tener lápiz y papel a mano para no perderse. Como narradora omnisciente que sabe todo lo que se avecina, yo aviso.

Esta historia no va a empezar por el principio, porque ¿acaso hace falta para entenderla? Todavía es pronto para decirlo... aunque bueno, personalmente me cuesta bastante no hacer spoilers así que diré que sí. El principio de la historia es imprescindible en esta ocasión... pero como lo bueno se hace esperar...Tampoco pretendo desvelarlo en el capítulo 150, esta historia no será tan larga (espero), así que tranquilidad y paciencia.

La cuestión es... que una de nuestras protagonistas, como ya he dicho al principio, se llama Luisita y tiene 27 años. También se dirige en estos mismos instantes a toda prisa a la facultad porque llega tarde. ¿Por qué? Porque se le han pegado las sábanas. Otra vez. Lo peor de todo es que luego saca notazas, me da mucha rabia. De hecho, este es su último año. ¿Qué carrera? Filología Inglesa. No la voy a llamar Estudios Ingleses, no les voy a dar el gusto a los que le cambiaron el nombre vete tú a saber por qué. Luisita está de acuerdo conmigo en esto, así que pido un poco de respeto y que nadie se ofenda. También pido perdón de antemano porque esto se está volviendo un poco stream of consciousness (corriente de conciencia en español, supongo), que básicamente consiste en decir lo primero que se te venga a la cabeza, aunque luego no tenga que ver con lo que pretendes contar. Dicho de otra forma, divagar.

Bueno... que me voy por las ramas y esto tiene que avanzar. Luisita. Corriendo hacia la facultad. Ahora. Y más le vale llegar a tiempo porque le toca Literatura Norteamericana y el profesor es un poco tiquismiquis con la puntualidad. Tanto que si pasan 10 minutos de la hora ya no te deja entrar. Venga, Luisita... que tú puedes. ¿Sí? ¿Llega? ¡Llegó!

- Tía... ¿otra vez? Siempre estás igual – le dice Marina, viendo cómo se sienta en el pupitre de al lado.

Marina es una amiga suya que conoció al empezar la carrera. Desde el primer momento se cayeron muy bien, y tan bien... como que se liaron. Eso pasó una noche puntual de fiesta, con reggaetón (¿reguetón?) de fondo, y no es demasiado relevante para la historia, pero como un rollo bollo no hace daño a nadie, pues está bien saberlo. Por simple curiosidad.

- Que no me ha sonado la alarma del móvil.

Típica excusa, pero claro, era más fácil decir eso a tener que contar lo que realmente había pasado. ¿Qué había pasado? En realidad, nada. Luisita ha dicho la verdad, soy yo que le quería meter un poco de dramatismo al asunto. Perdón. Seguimos.

- Te has salvado por los pelos, un minuto más y te deja en la puerta.

- No hace falta que me lo recuerdes... que el otro día me perdí la clase justamente por eso. Y encima tocaba Emily Dickinson.

- Bueno, como si hubiera algo que no supieras de ella. – se burla Marina.

- ¿Y qué? Es como ir a misa.

A ver, explícate.

- A ver, explícate. – dice Marina.

Gracias por decir justo lo que estaba pensando.

- Que la gente va todos los domingos a misa a escuchar el mismo sermón. ¿Palabra de Dios? Pues palabra lésbica en este caso, así que nunca es suficiente si es de lesbianas de lo que se está hablando.

7Where stories live. Discover now