CAPÍTULO 2. ¿ESPÍA O ESPECTADOR?

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..."Amor, cuántos caminos hasta llegar a un beso. ¡Qué soledad errante hasta tu compañía! "... Pablo Neruda.

Cuando Ray Landeros, bajó del escenario la adrenalina corría por su cuerpo y el corazón retumbaba violento contra su pecho. ¡Dios del cielo! Lo que le había costado no gruñir como animal en celo mientras le cantaba a Ana Paula. Sin embargo, aunque le hubiera asegurado a la chica que (literalmente) se había puesto a sus pies, que él no estaba disponible, a la joven no le importó y decidida se había lanzado encima suyo buscando besarlo.

—¡AnaPau! —gritó por encima de la música del DJ que había vuelto a sonar—. ¡Ana Paula! —gritó de nuevo, abriéndose paso casi a empujones entre las parejas que bailaban sumidos en la sensual atmósfera que la música había esparcido.

Ella se refugió entre su círculo de amigas y le lanzó una mirada de advertencia de que no lo quería cerca. Su gesto era obstinado y altanero. Retándolo furiosa, como la diosa gitana que era, poderosa y determinada a no ser una más. Lo que ella no sabía es que para él era la única.

Un camarero le ofreció una cerveza y Ray la aceptó, bebiéndola de un solo trago. Tomó enseguida otra más y se alejó con la intención de mezclarse entre los invitados.

Su hermana se había ocupado de crear un encantador ambiente para la fiesta de despedida de su mejor amiga, y él debía comportarse.

Sin embargo, obligado a mantener la distancia de AnaPau solo consiguió que su pensamiento se ofuscara. Comenzó a vigilarla y ni siquiera se molestó en ser discreto en ello. Mientras ella estaba con unos chicos u otros, él conversaba con un grupo de hombres que incluía a Fabio, su socio, pero su atenta mirada permanecía pendiente de ella.

Y ella era muy asediada por sus ex compañeros, cada vez que alguno intentó llevarla a bailar, él se plantó en medio de ambos y con una furiosa mirada los hizo escabullirse.

—¿Qué se supone qué haces? —murmuró Ana Paula con rabia cuando él hubo espantado a otro más de sus amigos—. Ya le había prometido a Roque bailar con él.

—¿Despacito? —gruñó él, cruzando los brazos al pecho para obligarse a no tocarla—. Ni muerto lo permito.

El labio superior de AnaPau se curvó en un silencioso gruñido que hizo que su miembro reaccionara en un feroz latido de hambre.

—Si lo que pretendes es arruinar mis últimas horas acá —espetó enfrentándolo —, estás haciendo un estupendo trabajo.

El tono de amargura que ella dejó colar en su voz laceró su alma. Quiso envolverla en sus brazos, disculparse por ser un imbécil en ese momento y siempre. Contrito, dirigió su mano hacia su barbilla.

Mon ange —interrumpió una masculina voz tras ellos—. Lamento llegar tarde —. Se disculpó el rubio de anchos hombros que descubrieron al girarse.

—Gastón, que bueno que viniste —saludó ella amistosa y le dejó un beso en la mejilla.

Gastón Marechal, rubio como el sol y de helados azules ojos, a sus treinta y tres años, seguía siendo el epítome del niño rico mimado. A muchas mujeres podría parecerles atractivo, pero Ray lo conocía desde niños y había algo en su mirada que siempre le había  hecho  encoger las entrañas.

—Ray que bueno verte, escuché que lo hiciste muy bien hace un rato —. Aunque sus labios se curvaron en una sonrisa, sus ojos no perdieron su frialdad. —Siempre acaparando a todas las niñas, deja al menos una.

Tú y Yo...a nuestro tiempoOnde histórias criam vida. Descubra agora