CAPÍTULO 27. CAUSAS Y AZARES.

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..."Tú me has hecho mejor de lo que era"... Pablo Alborán.

La poderosa silueta de Jaime Noyola se deslizó con majestuosidad, exhibiendo la severidad de su metro ochenta de altura. Su expresión era pensativa, estaba concentrado al máximo.

Cruzó una mirada con Alma y entonces ella giró el pomo de la puerta de una de las salas de interrogatorios del cuartel. Él esbozó una sonrisa siniestra cuando ingresó expediente en mano y cerró la puerta tras él.

Un hombre moreno, de rasgos mestizos y furiosos ojos castaños, caminaba de un lado a otro en el pequeño espacio.

Jaime se aproximó a una silla y la jaló, pero antes de tomar asiento le hizo un gesto de invitación al hombre.

—Tome asiento José María —ordenó.

El tipo se sentó y entrelazó sus manos sobre el escritorio, sus hombros tensos, las piernas separadas en compás. Jaime observó cada gesto, al mismo tiempo que leía la expediente.

Su mirada adusta se clavó en los ojos marrones de aquel tipo.

—Vaya reputación la tuya, a tus veinticinco años ya has sido cliente de los separos por: acoso a mujeres, intoxicación en la vía pública, riñas en bares. Incluso te echaron recientemente de Los Tres Frailes.

—Vamos amigo, no molesté a nadie. Solo intentaba ser amable —señaló con una media sonrisa.

—Si claro, intentaste ser amable con una chica de nombre Rebeca Palermo —mencionó al tiempo que deslizaba la fotografía de ella sobre la mesa y su mirada estaba concentrada en las reacciones del muchacho. Éste la observó sin que sus reflejos o postura cambiara. —Ella estaba ahí con sus amigas en una despedida de soltera.

—¿Y por qué eso es mi problema?

—Desapareció esa noche.

—Yo no sé nada, tal vez esa zorra encontró a alguien que le agradara y se fue con él.

Jaime entornó la mirada, no le agradaba en absoluto la manera en que ese tipo se expresaba de las chicas.

—En tu expediente dice, que golpeaste con un bate el automóvil de Cinthia Noroña rompiéndole los faros y después de eso te ganaste una orden de restricción —. El sujeto bajó la mirada avergonzado, Noyola añadió: —Ella era tu prometida, ¿cierto?

—Sí, pero yo solo fui a verla para recuperar mi anillo, la muy desgraciada se negó a devolvérmelo y entonces me desquité con el auto.

Jaime intentaba controlar su genio, pero lo cierto es que con cada palabra que salía de la boca de ese tipo, le desagradaba más.

—Recuerdas, ¿En dónde estuviste después de que te echarán del bar?

—Llamé a unos amigos —dijo encogiéndose de hombros.

—Anota aquí sus nombres y teléfonos —ordenó Jaime señalando el lomo del expediente y entregándole un bolígrafo. El muchacho hizo un gesto de desagrado. —¿A dónde fueron? —insistió Noyola.

—Se reunieron conmigo en El Novillero, está sobre Patrocinio. ¡Por Dios! Si no me cree, revise —comentó indignado. Jaime sonrió siniestramente y se irguió del asiento.

—Lo haré —sentenció saliendo de la sala y dejándolo custodiado por un guardia.

Caminaba con Alma a su costado y le tendió el expediente. Ella entornó los ojos al observarlo.

—¿Le crees cierto? Te desagrada, pero no piensas que él haya matado a Rebeca.

—Verifiquemos su coartada —demandó y continuó su camino hacia su oficina.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now