CAPÍTULO 31.2.3. NUBE PERDIDA.

559 140 9
                                    

..."¿Qué no te has dado cuenta que por no mirarte, me puedes matar?"... Pedro Reyna.

Si la muerte te arrebatase a quien amas, seguramente no experimentarías otro dolor que se le pudiera comparar a esa atroz agonía. Sería como si una incontenible descarga de ondas eléctricas te desinflará el corazón y luego este contorsionase hasta volverse hueco. Esa muerte, esa ausencia te arrebataría todo tu calor. Convirtiéndote en algo vacío. Sí, vacía, así es como ella se sentiría si él le faltara. Ese fue el pensamiento que llenó la mente de Ana Paula mientras caía junto a un torrente de tierra y rocas en aquel  oscuro pozo, con el angustioso latido de su corazón golpeando en su garganta.

Tosió por la necesidad de expulsar la tierra que sentía en la boca, pero un agudo dolor amenazó con diseminarla en pedazos.

Igual que como había ocurrido con el ganso cuando la necesitó, ella no había podido evitar correr en ayuda de aquel pequeño y, esa vez, sin embargo,  había logrado terminar  peor que solo enguarrada y cubierta de plumas. La afligida voz de Ray antes de que ella hubiera debido cortar la comunicación, era lo que más le dolía. «Perdóname, cielo» rogó silente antes de perder la pelea contra la oscuridad que terminó por engullirla.

Una ronca voz la llamó, pero no pudo responder. Unas manos palparon su cuerpo, ella sentía su hombro en llamas. Su cerebro parecía estar en hibernación y el agudo dolor en su tórax la empujó dentro de una oscura y espesa niebla. A un lugar donde solo había frío.

En el momento en que alcanzó la puerta del hotel en San Cristóbal, Ray estaba desesperadamente preocupado

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En el momento en que alcanzó la puerta del hotel en San Cristóbal, Ray estaba desesperadamente preocupado. Alejandro, el concierge, se aproximó para saludarlo y fue en ese momento que el móvil de Landeros cobró vida. Con un gesto de su mano le indicó al hombre que debía atender la llamada, sin embargo, permitió que tomara su equipaje.

—Beba... —exhaló con alivio de camino a los ascensores.

La esperanza que sintió renacer en su pecho se diluyó al segundo siguiente.

—Lo siento, mi amor, te marco ahora...—exclamó ella apurada, ni bien lo había saludado.

—¡¿Hola...?!

Ray había ingresado ya al elevador con Alejandro a su lado. Intentó conectar de nuevo la llamada, pero Ana Paula no atendió. Frunció el ceño y se frotó el rostro, reparó en que seguro el sistema del ascensor era lo que le impedía enlazar la comunicación y, se resignó a esperar.

—¿Cómo te encuentras Alejandro? —inquirió cortés al joven que le acompañaba—¿Todo bien por tu casa?

—Todo bien ingeniero, es muy amable al preguntar.

—¿Hubo daños estructurales aquí?

—Visibles no, aunque ya se solicitó una inspección. Los expertos estarán aquí el lunes a primera hora.

Tú y Yo...a nuestro tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora