CAPÍTULO 21. ¿SEPARADOS?

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 ..." Que este instante se aprisione en mi abrazo. Que tu corazón bese al mío. Que mis caricias se extravíen entre las tuyas. Que el tiempo se detenga en tus ojos de miel"... Itzel Acuña.

La diáfana luz del amanecer comenzaba a colarse por las ranuras de las cortinas, parecía adorar el rostro de Ana Paula, a las suaves curvas de su glorioso cuerpo. Ella se agitaba y se estremecía de gozo sin dejar de mirarlo, sin que él pudiera escapar de sus ojos.

—¿Te haces una idea de lo hermosa que eres, beba? —gimió Ray.

Las suaves manos de AnaPau se deslizaban por su torso obsequiándolo en caricias que alguna vez pensó jamás recibiría. Pero esa bella chica a la que amaba desde siempre, le brindaba el cobijo de sus brazos, la confianza de su corazón y su ardiente deseo. ¿Qué más podía pedir un pedir un hombre?

—Te amo —gimió ella con abandono.

Ray sujetó su nuca y la reclamó en un beso, mientras le hundía en la cadera los dedos de la otra mano y aumentaba el ritmo, esclavizándola con su invasión. Y en medio de aquel fiero abrazo, gimieron entregados. El salvaje erotismo que compartían les fluía con naturalidad del uno al otro. Ninguno luchaba contra las exigencias de sus cuerpos, de sus almas. El compartido placer les estalló en un poderoso orgasmo y roncos jadeos escaparon de los labios de ambos. Una satisfecha sonrisa les apareció en el rostro cuando unieron sus frentes y se susurraron que se amaban. Poco a poco la tensión desapareció de sus cuerpos. Sin embargo, ninguno soltó el nudo de piernas y abrazos alrededor del otro.

Ray cerró sus ojos y suspiró con la certeza en el pecho de que no había mejor lugar en el mundo para estar que Ana Paula.

Un insistente zumbido atravesó su embotado cerebro, clavó los ojos en la alerta de su móvil y después de apagarlo, simplemente lo apartó.

Suspirando se dio cuenta de que había estado soñando despierto y que aún no terminaba de revisar al completo el itinerario y el presupuesto para los festejos de la vendimia. Sacudió la cabeza reprochándose a sí mismo su distracción y se llevó la taza de café a los labios, arrugó el ceño al notar que estaba frío.

¡Dios del cielo! Estaba hecho un imbécil y por completo improductivo. ¿Y cómo no? Si estaba enamorado. Cada vez que pensaba en su deliciosa novia, un extraño hormigueo le recorría la piel y su corazón tomaba el ritmo de la risa de AnaPau. Había retrasado lo más posible su vuelta a Guanajuato, pero sus obligaciones laborales lo habían reclamado y, de nuevo mil doscientos kilómetros los separaban. ¿En realidad estaban separados? A él le parecía que ella estaba más presente que nunca, susurrando caricias a su piel.

La puerta de su despacho se abrió y Silvia asomó seria por un lado.

—Disculpa Ray, la señorita Duval ha venido a verte. ¿Le digo que te encuentras disponible?

«Natalia» meditó, frunciendo el ceño y asintió con la cabeza.

—La recibiré —replicó resuelto y necesitando un respiro, añadió: —Acompáñala a la terraza, por favor, hace una tarde bonita. Enseguida iré.

—Como tú digas.

Ray ordenó su escritorio y abandonó su café frío. Escasos minutos después caminó con imperiosas zancadas en dirección a la terraza. Encontró a su amiga acomodada en un sofá del fondo. La cabeza de Natalia se levantó, sus marrones ojos se ensancharon un poco mientras una sonrisa curvó sus labios.

—Hola, ¿vas de cacería? —inquirió él arrastrando las palabras con tono divertido al notar que se había esmerado mucho en su arreglo.

—Tal vez —replicó ella mientras correspondía a cada uno de los dos besos que le había dejado en las mejillas como saludo.

Tú y Yo...a nuestro tiempoWhere stories live. Discover now